El Ulises de Joyce cumple 100 años: cómo volver a un clásico difícil
Caminos de regreso
Lunes 31 de enero de 2022
"La primera impresión fue la de estar perdido y cautivado a la vez. No entender me parecía fascinante", cuenta Leonardo Sabbatella sobre su primera aproximación a este clásico que Francisco Bitar, a su vez, define como "un libro constante pero invisible".
Por Valeria Tentoni.
"Uno cree que está escapando y se encuentra de manos a boca con uno mismo. El camino más largo es el más corto para llegar a casa", leemos promediando la traducción de J. Salas Subirat del Ulises de James Joyce.
"Obra dominante del modernismo, radicalmente experimental, dificil, desafiante; en su virtuosismo técnico y lingüístico, en su lectura asombrosa y desconcertante, también es una novela humorística, humana y conmovedora", escribe Cedric Watts en el prólogo a la edición económica de Wordsworth Classics. Publicada por primera vez en París en 1922, Ulysses, el Ulises de Joyce, cumple 100 años.
El Museo Malba, por ejemplo, lo celebra con un curso de Carlos Gamerro, y habrá también quienes lo celebren releyéndolo, volviendo a sus subrayados, o bien animándose a la aventura por primera vez. "Es probable que un lector novato entre al libro como el agobiado turista, que ha perdido la fe, entra a una catedral centenaria en Roma: incómodo, culposo, con falsa reverencia. O, por el contrario, con absoluto desdén y cinismo. Ninguno de los dos polos sirve para experimentar la obra sin prejuicios y evaluarla como un trabajo recién llegado al mundo", escribe Andrés Hax.
Leerlo requiere, sin dudas, de coraje, porque hasta el mismísimo Joyce decía que le había puesto tantos enigmas y misterios que los profesores se mantendrían debatiendo acerca de su significado por los siglos de los siglos, amén: "Ese es el único modo de asegurarse la inmortalidad", creía el irlandés, también poeta, también conferencista y ensayista, también redactor de cartas pornográficas, también cuentista.
Virginia Woolf rechazó publicarlo en el sello que mantenían con su marido. Lapidaria, en sus diarios Virginia (que por estos días hubiese cumplido 140 años) anotó que abandonó la lectura del Ulises en la página 200. Escribió que era la obra de un “autodidacta, egoísta, insistente, teatral, y en última instancia, abominable. Es el esfuerzo de un estudiante nauseabundo reventándose los granos. (...) Si puedes cocinar la carne ¿por qué comerla cruda?”.
Lo único que es claro: Ulises marca un antes y un después, ¡si hasta tiene su propio día, el Bloomsday! Se le dedican libros hasta al ejercicio de traducirlo y, por su volumen, incluso estableció varas comparativas de extensión: Ricardo Piglia consigna en el prólogo a Los Sorias, por ejemplo, que Alberto Laiseca contó las palabras y llegó a la conclusión de que le "ganaba" al Ulises por 30.000 palabras.
¿Pero cómo se llevan quienes escriben actualmente con ese bodoque infernal? ¿Cómo les marcó el camino cuando se lo encontraron por primera vez y en qué lugar de sus bibliotecas quedó? Leonardo Sabbatella, autor de libros como El modelo aéreo y El pez rojo (Mardulce), cuenta: "No lo releo, no vuelvo a ese libro. No busco pasajes que recuerdo ni lo pido en otras bibliotecas. A veces, con ciertos libros que tuvieron un peso particular o dejaron una marca prefiero no volver para quedarme con esa sensación primaria".
Lo que sí recuerda bien Sabbatella es el primer encuentro: "Fue en el año 2004. Mientras hacía el CBC, trabajaba en una biblioteca en Merlo y ahí empecé a leerlo. La primera impresión fue estar perdido y cautivado a la vez. Esa impresión de no entender me parecía fascinante. Quizás fue la primera vez que descubrí que en la lectura había algo mejor que entender y eso era quedar desconcertado, perdido, suspendido. También me impresionó el modo en el que las cosas duraban, cómo la escritura hacía durar los hechos al punto de volverlos irreconocibles, abstractos, cómo volvía remoto algo cercano. Siempre quise comprar esa edición que leí en la biblioteca y nunca la conseguí o me ocupé de conseguirla".
El santafesino Francisco Bitar (autor de libros como Teoría y práctica, Luces de navidad o el venidero La leyenda del muñeco de nieve, por Marciana Editorial), responde: "Ulises no puede escapar a su condición de clásico, lo que significa, entre otras cosas, que no se puede reponer el encuentro con él: está desde siempre en mi biblioteca. Hay un segundo rasgo que comparte con otros clásicos, injusto, creo: su fama de ilegible, superstición de origen borgeano. Todo esto hace del Ulises un libro constante pero invisible. Yo lo encontré en mi biblioteca (se me hizo por fin visible) cuando escribía el Olimpo, mi segundo libro de poemas, y desde entonces vuelvo a él cada vez que quiero inundarme de lenguaje, lo que, a decir verdad, ya no me ocurre. Hoy Joyce es más importante para mí que el Ulises. Este sería su tercer clacisismo, el que reconoce en Joyce “no una obra sino una literatura” (esto lo dijo también Borges). En Joyce, como en otros grandes, se replica, aunque a su manera, la inagotable fantasía del mito de autor. La pregunta por cómo es posible esta cosa rara: un escritor. Así se multiplican sus encarnaciones: el Joyce de Beckett, el Joyce de Lacan, el Joyce de Saer, etc. Cada lector inventa el suyo".