Shakespeare not dead
A 400 años de su muerte
Viernes 22 de abril de 2016
Por Patricio Zunini.
Shakespeare y Cervantes murieron con diez días de diferencia, ambos el 23 de abril de 1616. Esta frase incoherente es, sin embargo, correcta: en aquella época los ingleses mantenían un calendario diferente y el desfase de 10 días —que, por ejemplo, le sirvió a Umberto Eco para urdir el misterio de El péndulo de Foucault— permitió la coincidencia de fechas entre los escritores más importantes de la literatura moderna de Occidente. Mañana, entonces, se cumplen 400 años de la muerte de Shakespeare (y de Cervantes). Con la efeméride como excusa, ayer, mientras el actual/futuro director de la Biblioteca Nacional inauguraba la 42° Feria del Libro de Buenos Aires con una conferencia sobre Cervantes, Carlos Gamerro dio una clase magistral gratuita en el Centro Cultural San Martín sobre la importancia y vigencia de Shakespeare en nuestros días.
A partir de dos escenas de Hamlet y Enrique IV, Gamerro, con su habitual claridad y buen humor, fue desgranando los diferentes perfiles de Shakespeare. Presentamos sólo dos, de una charla que estuvo plagada de buenos momentos y detalles. Sirva este artículo como invitación a una nueva charla que Gamerro dará el próximo miércoles a las 19 en el Malba, donde, además, presentará su novela Cardemio (Edhasa) en la que justamente indaga el posible camino que siguió la obra perdida de Shakespeare basada en el Quijote.
Hamlet, el padre del psicoanálisis. La pregunta que circula en torno a Hamlet es por qué el príncipe demora tanto en asesinar a su tío y cumplir la venganza que le pide el fantasma del padre. Hay críticos que opinan que la dilación de Hamlet se debe a que Claudio había logrado cumplir el deseo edípico de todo hijo: matar al padre y quedarse con la madre. Desde una perspectiva freudiana se puede leer cómo Hamlet se ve reflejado en el tío. “Se dice que Shakespeare se adelantó 300 años a Freud”, dijo Gamerro, “pero no es así: fue Freud el que se atrasó tres siglos a Shakespeare”. Si con Hamlet, Shakespeare inventa el psicoanálisis, en Enrique IV deja planteado el psicodrama: así pasa cuando Falstaff y el príncipe Hal representan un diálogo entre Hal y su padre, el rey, sobre la relación que mantiene con Falstaff.
Shakespeare in love. Tal vez lo más singular de la vigencia de Shakespeare en la cultura se dé, como no podía ser de otra forma, a través de las pasiones y el amor. Una hipótesis que Gamerro viene desarrollando desde hace bastante tiempo —ver el ensayo Facundo o Martín Fierro (Sudamericana, 2015)— es la idea de que no es el arte el que refleja la vida sino que la vida imita al arte. El arte es una suerte de “guía del usuario” para los hombres. De esa manera, los sentimientos universales no serían más que una respuesta dada a partir de modelos propuestos por los artistas. En la antigüedad, el paradigma del amor era el platónico, el contemplativo: el amor del Dante por Beatrice, el de Don Quijote por Dulcinea. Romeo sentía esa clase de amor por Rosalinda, a quien le mandaba cartas y poemas sin tener respuestas: precisamente él va a la fiesta en busca de Rosalinda, pero se encuentra con Julieta. Entonces, ellos hablan y construyen juntos un soneto —ya no es el algo del hombre sino de la pareja— se besan, luego harán el amor y se casarán. Con Romeo y Julieta, Shakespeare da de baja el período del amor cortés y platónico para poner en su lugar la idea del amor romántico, que es el modelo que permanece hasta nuestros días. Cuando nos enamoramos, entonces, no es Cyrano si no Romeo el que nos da letra. "La vida", decía Oscar Wilde, "imita a Shakespeare... tan bien como puede".
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Los dos próximas clases magistrales son:
- Cervantes por Chitarroni, el jueves 19 de mayo a las 19
- Borges por Sarlo, el jueves 2 de junio a las 19
Inscripciones: www.elculturalsanmartin.org