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Tareas domésticas en Klondike

Por Jack London

Publicado originalmente en Harper’s Bazaar el 16 de septiembre de 1900, este artículo de Jack London todavía no había sido traducido al español. Hombres sobreviviendo entre hombres en este extracto: un mundo narrado hace más de un siglo.

Por Jack London. Traducción de Jorge Fondebrider.

Tareas domésticas en Klondike: ¡eso sí que es malo! Y hechas por hombres: peor. Si quieren, inviertan las proposiciones, pero no podrán mitigar, ni siquiera mínimamente, el error. Es malo que un hombre haga tareas domésticas, y es igualmente malo hacer tareas domésticas en Klondike. Ésta es la suma y la sustancia de la cuestión. Por supuesto, los hombres serán hombres, y esto es cierto especialmente para el tipo de los que andan vagando por el borde congelado del mundo. Tienen el brillo del oro en la mirada, los incentiva la ambición y en sus corazones hay un gran desdén por todo lo que constituye el departamento culinario, salvo la comida. “Con tal de que sea comida –dicen, volviendo de la huella, flacos y hambrientos–, comida y muy caliente”. No manifiestan la más mínima consideración por la génesis de su preparación; prefieren ir directamente a las “revelaciones”.
Sí, parecería una tarea agradable cocinar para hombres tales, pero déjenlos simplemente que descansen una semana en la cabaña dando vueltas sin nada que hacer, y vean con qué celeridad echan panza y hacen comentarios sarcásticos sobre la forma en que se fríe el tocino o se hierve el café. Y hete aquí cómo cada uno se saldrá con su propia teoría, extraña y maravillosa, sobre cómo debe ser mezclado y horneado el pan de masa madre. Cada uno tiene su propia receta (formulada, obsérvese, sólo a partir de la experiencia personal), y para cada cual es como una estatua de metal, semejante a la de ningún otro hombre, y va a luchar por ella –ay, hasta la última mínima pizca de sodio– y si es necesario, a morir por ella. Si llegaran a pescarlo en la huella, completamente agotado, podrían mancillar su reputación, su bandera y su árbol genealógico impunemente; pero murmuren el más mínimo desplante contra su pan de masa madre, y él, a su vez, se volvería contra ustedes y los derribaría.
A partir de esto tal vez pueda entenderse lo inestable que es la masa madre. Jamás coqueta alguna fue tan inconstante. No se puede confiar en ella. Con todo, es la cosa más sencilla del mundo. Hagan una pasta y colóquenla cerca de la estufa (para que no se congele) hasta que fermente o se haga agria. Luego, mézclenla con la masa y pónganle sal a gusto, reponiendo la pasta, claro, para la próxima vez. Listo. ¿Hubo alguna vez cosa más sencilla? Pero, ¡oh, las tribulaciones del cocinero! Nunca sale igual. Si sólo se pudiera dejar la pasta a temperatura constante, sería perfecto. Si los compañeros de uno no interfiriesen, podrían evitarse los ánimos irritados. Pero no es posible, porque Tom alimenta la estufa hasta que la cabaña se convierte en algo así como el lugar más caldeado de un baño turco; Dick se olvida del fuego hasta que el lugar es un refrigerador; luego aparece Harry y empuja el balde de masa agria justo frente a la estufa para que se sequen sus mitones. Entonces, dado que el calor es el factor más potente para acelerar la fermentación de la harina y el agua, por consiguiente el desafortunado cocinero constantemente se está peleando con Tom, Dick y Harry. La semana pasada su pan estaba amarillo por el exceso de sal; esta semana está agrio por una prudente falta de la misma; y la semana que viene... ah, ¿quién, salvo el fogón, podría decirlo?
Algunos cocineros afirman que tienen tan cultivados sus órganos olfativos que pueden decir hasta con una fracción de grado qué tan ácida es la pasta. Sin embargo, nunca se supo de nadie que horneara dos tandas de pan que se parecieran. Pero este hecho no arroja la más mínima sombra sobre la infalibilidad de sus teorías. Todos y cada uno se aprovechan de las circunstancias, y mezquinamente se lavan las manos, echándole la culpa a la sal, que se humedeció “cuando volcó la canoa”, o a la harina, que le compraron a “ese mestizo que tenía perros”.
El orgullo del cocinero de Klondike por su pan es algo que está por encima de la comprensión. El grado más alto al que puede aspirar un hombre en esa región, y el que lo distingue del novato, es el de ser un “muchacho de masa madre”. Nunca un graduado universitario sintió más orgullo por su título que un veterano de Klondike por tal apelación. Hay algo distinguido en ello, de lo cual el novato queda excluido. Un novato con su polvo de hornear es una criatura inferior, un principiante, pero un “muchacho de masa madre” es un hombre hecho y derecho, un posgraduado en el arte supremo: la elaboración del pan.
Además del pan, el cocinero de Klondike se esfuerza por alcanzar la distinción por sus rosquillas. Esto, a primera vista, puede parecer frívolo, y también, a segunda vista, considerando los materiales con los que trabaja, puede parecer una hazaña imposible. Pero las rosquillas son completamente importantes para el hombre que, en la huella, realiza un viaje de cualquier magnitud. El pan se congela fácilmente, y tiene menos grasa y azúcar, y, por consiguiente, menos calorías que las rosquillas. Éstas no se solidifican salvo a temperaturas extremadamente bajas, y son muy fáciles de llevar en los bolsillos de una chaqueta Mackinaw* para ser comidas mientras se viaja. Están hechas a la manera de sus hermanas de climas más cálidos, salvo que se cocinan en grasa de tocino; cuanta más grasa tienen, más ricas son. El azúcar es la principal piedra con que tropieza el cocinero: si es muy escasa, hay que añadir más grasa. En la huella, a los hombres no les importa. ¿En la cabaña?... Bueno, ésa es otra cuestión; por otra parte, el pan ahí es lo suficientemente bueno.

 

*Consideradas insignia de Canadá las chaquetas Mackinaw son prendas de lana muy pesada y gruesa, similares a un sobretodo, pero cortas para no hundirse en la nieve. Generalmente provistas de hombreras, son típicas de la frontera canadiense, aunque se popularizaron a mediados del siglo xix entre los leñadores del Medio Oeste estadounidense.

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