Dos cartas de Macedonio Fernández a Borges
Miércoles 15 de octubre de 2025
Corregidor publica la correspondencia de Macedonio Fernández e incluye las cartas que envió al autor de El Aleph, quien lo consideraba su mentor y amigo. "Voy a decirte lo que pienso de la muerte", comienza.
Por Macedonio Fernández.
[Buenos Aires, aprox. Sep.-Nov. 1922]
Querido Jorge:
Iré esta tarde y me quedaré a cenar si hay inconveniente y estamos con ganas de trabajar. (Advertirás que las ganas de cenar las tengo aun con inconveniente y sólo falta asegurarme las otras).
Tienes que disculparme no haber ido anoche. Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo de que me había quedado en casa. Estas distracciones frecuentes son una vergüenza y me olvido de avergonzarme también.
Estoy preocupado con la carta que ayer concluí y estampillé para vos; como te encontré antes de echarla al buzón tuve el aturdimiento de romperle el sobre y ponértela en el bolsillo: otra carta que por falta de dirección se habrá extraviado. Muchas de mis cartas no llegan, porque omito el sobre o las señas o el texto. Esto me trae tan fastidiado que rogaría que se viniera a leer mi correspondencia en casa.
Su objeto es explicarte que si anoche tú y Pérez Ruiz en busca de Galíndez no dieron con la calle Coronda, debe ser, creo, porque la han puesto presa para concluir con los asaltos que en ella se distribuían de continuo. A un español le robaron hasta la zeta, que tanto la necesitan para pronunciar la “ese” y aun para toser. Además los asaltantes que prefieren esa calle por comodidad, quejáronse de que se la mantenía tan oscura que escaseaba la luz para el trabajo de ellos y se veían forzados a asaltar de día, cuando debían descansar y dormir.
De modo que la calle Coronda antes era ésa y frecuentaba ese paraje, pero ahora es otra; creo que atiende al público de 10 a 4, seis horas. Lo más del tiempo lo pasa cruzada de veredas en alguna de sus casas: quizá anoche estaba metida en la de Galíndez: ese día le tocó a él vivir en la calle. Es por turnos y éste es el turno de que yo me calle.
Macedonio

[¿Feb. 1938?]
Pilar, F.C.P. “La Verde”3
Querido muchacho:
Te inicio nueva carta, dejando otra empezada en Buenos Aires; tuve que venirme improviso.
Voy a decirte lo que pienso de la muerte, entre tanto envíame una traducción textual o libre y una interpretación de este texto de William James en Pluralistic Universe: “I name the ‘axiom of skipped intermediaries and transferred relations’ to serial principle of which the foundation of logic, the dictum de omni et nullo (that is the rule that what is of a kind is of that kind’s kind) is the most familiar instance. More than the more is more than the less, equal of equals are equal, the cause of the cause is the cause of its effects, are other examples of this serial law”. Explica luego que se trata de “causas”, “semejanza”, “igualdad” puras, en absoluto abstractas, no las concretas que tienen siempre múltiples propiedades y relaciones. Skipped y transferred, no los traduzco bien. Serial law, tampoco, aunque de fácil traducción no la interpreto.
Creo que sabes que yo niego toda la Lógica, toda la discursividad o deducibilidad, axiomas, demostración, verdades a priori o primeras, todo conocimiento innato; toda imagen, asociación de imágenes y asociaciones de imagen y sentimiento (carácter) innatas o heredadas; toda acción, aun la más simple, refleja innata. En cuanto a la Inducción (causal) también la niego: la reduzco como todo a mera descripción, mostración (no demostración) del Pasado, o sea de la imagen de la sensación. Creo que las creencias se forman inmediatamente a las experiencias y no por mediación del raciocinio, que es un hecho psicológico sin valor lógico (no hay valores lógicos), un modo cualquiera sustituible de evocación de imágenes para, presentes las sensaciones presentes y las imágenes de las que fueron sensaciones presentes, entresacar las secuencias fijas de las accidentales; la mera reiteración de lo fijo y escasa y variante reiteración de las secuencias accidentales opera automáticamente la depuración y genera automáticamente la creencia, pero el raciocinio como mero evocador de imágenes nos permite atender al pasado que cuando presente fue poco atendido, al par que atendemos fuertemente al presente (en la observación y provocación experimental).
Es la situación de la meditación intensa: el raciocinio utiliza la menuda asociación de imágenes a palabras (que son imágenes verbales auditivas o gráficas); para nosotros no necesitamos palabras pero al usar éstas en la comunicación, las asociamos intensa, fuertemente a las imágenes y luego las usamos para nosotros en la meditación, por sus asociaciones imagineras y también porque vienen solas aunque no las necesitemos. Esto es lo que infantilmente se llama raciocinio (la razón nada tiene que hacer con esto, fuera de que la razón no existe); así como se llama infantilmente silogismo a un entretenimiento de figurar extensiones de contenidos de conceptos, y posiciones de inclusión, exclusión, abarcamiento, inclusión parcial, tangencialidad, separación, extrañeza o no relación de“extensiones de conceptos” en todos los casos de la relación o irrelación total o parcial de dos áreas geométricas. Por tanto (diría la lógica) y yo digo: como ves, todo conocimiento es descriptivo y cuando te describas minuciosamente la experiencia interna y externa verás que no ves en ella la Razón, la deducibilidad. Yo te excito a mirar, a atender y sé que verás lo mismo. ¿Cómo lo sé? ¿Es que acaso generalizo después de haber negado toda generalización?
No generalizo sino que digo que no he visto otra cosa. ¿Y cómo sabes que yo veré lo mismo?, dirás. Repito: porque también no he visto otra cosa sino que lo que yo veo, lo ven también los otros cuando se lo señalo; sé que vos verás lo mismo porque sé que siempre vieron otros lo que yo les señalaba haber visto. Como yo no he visto otra cosa hablo de lo que he visto siempre, y que he visto siempre que los otros ven lo que veo, y no generalizo, no induzco ni añado nada: describo lo que he visto y no lo confundo y sustituyo por lo que imagino o puedo imaginar: a esto le llaman impresionantemente Inducción y creen (o dicen creer, pues sus Actos no dudan un instante) que hay que fundarla.
Nunca pudo fundarse la Inducción, ni verdad alguna. Todo lo que se conoce se conoce por evidencia; no hay verdades evidentes y otras no evidentes, ni paradójicas ni a priori, ni “prima facie”, ni a posteriori; no hay más que descripción de una Experiencia imprevisible; nadie nos ha prometido antes de entrar al Cosmos una previsibilidad o racionalidad de él, y lo que prevemos después de conocerlo, de vivirlo, es lo visto; lo pos-visto es lo que pre-vemos luego futuramente. Orden, racionalidad, sería que lo que imaginamos suceda; pero no sucede sino lo mismo que antes sucedió, y eso sucedió como se le antojó al Cosmos. Y se le sigue antojando lo que antes se le antojó porque el Mundo (aquello, interior o exterior, a que se atiende) se da una sola vez en aquella forma (de Sensación, no de Imagen de Sensación) que constituye el Darse, y es darse el modo de acontecer que excita la Acción hacia la obtención o hacia la evitación de su efecto; ese modo de acontecer es la sensación centrípeto-periférica. Es decir: prevemos la repetición de una Experiencia imprevisible en su pre-darse inicial. Posibilidad e Imagen son una sola cosa; toda sensación tiene, deja imágenes y éstas son tan nítidas y vivas e iguales en aspecto, son copias de la sensación; se diferencian Sensación e Imagen en la manera de aparecer y desaparecer, es decir en la posición antes o después de otras sensaciones; las imágenes aparecen y desaparecen a voluntad (a veces con esfuerzo) inmediata; las sensaciones a veces son provocables o suprimibles pero sólo mediatamente por acción de nuestro cuerpo, y obrando mediatamente éste no sobre ellas mismas sino sobre su antecedente o hecho-causa. Éste es el Cosmos y también la Afección pero no las Imágenes, es decir la Posibilidad. Pretender que un hecho no ocurra como antes ocurrió es pretender que ocurra como lo Imaginamos; es querer que la Experiencia (Cosmos y Afección) se den conforme a nuestras Imágenes, es decir saltar de un plano a otro.
Si imaginamos que no existe la propiedad psíquica de Imaginar, comprendemos al punto que la Inducción y su obrar: la previsión de la Repetición del Pasado, no necesita fundamentaciones. La función de las imágenes es la de retener el Pasado para el conocimiento, lo que nos permite atender a una “experiencia” o “darse” anterior, a la que no atendimos en su presente en el momento de la Sensación, no de la Imagen. Este actual atender al Pasado es al sólo objeto del Conocimiento, y éste es sólo el del Donde temporal y espacial de una Sensación, y ese Donde es para la Acción, y esta Acción es la del Cuerpo (sobre el Cosmos) o la del esfuerzo psíquico sobre la Afección.
Con este largo preliminar te estoy encaminando a ver lo que yo veo sin las inhibiciones de tu pre-juzgar erróneo o sea de creencias que tenías (por ejemplo la de la Racionalidad del Darse, o sea del Cosmos o Sensación y de la Afección).
Si piensas un instante en lo infantil (inocencia de la pre- Experiencia, del empezar a vivir en una Experiencia) de suponer que este Mundo casualísimo se pliegue a una Deducibilidad de su comportarse, te librarás al punto de la mitología de la Racionalidad o Lógica y ya estaremos entendiéndonos. Este Mundo no tiene Rumbo (dinámico) ni Perfil o Modo de Ser; por tanto no tiene Identidad, como nosotros tampoco tenemos. (Se habla también del miedo a la extrañeza y el no miedo y agrado de lo familiar, conocido; la mitad de la humanidad se suicida, o lo intenta sin lograrlo; ¿qué miedo a lo desconocido tiene este 50%, o las gentes de España hoy?; al mismo tiempo, se habla opuestamente de la alegría de la “no- verdad”; ¡el primer ataque de apendicitis tiene completa novedad!) En suma, no hay ni un Todo o Mundo, ni una identificabilidad de él; la Realidad, como la Persona, no tienen identidad ni historia.
Nosotros, los filósofos, es decir los que tenemos derecho y posibilidad de equivocarnos, de ignorar lo que sabe el 99% de la humanidad, que entiende perfectamente el nacimiento y la muerte, sabe plenamente lo que contiene en el nacer y en el morir, ¿encontraremos alguna vez un hiperconocimiento superior al de todos, por habernos equivocado más largamente, activamente que ellos?
Macedonio