No Ficción

Rosario: ciudad tomada por poetas

Sobre la 17° edición consecutiva del Festival Internacional de Poesía de Rosario.

Por P.Z.

I

esto es poesía

Son las nueve y media de la mañana del sábado 19. Espero el comienzo del Maratón de Poesía en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, actividad de cierre de la edición 2009 del Festival Internacional de Poesía de Rosario.

El restaurante del Hotel República parece el bar de un hotel de Bariloche plagado de estudiantes secundarios. Sólo que no son estudiantes: son poetas invitados al FIPR. Ojos rojos, movimientos lentos, la voz quebrada. Café con medialunas. Se adivina la necesidad urgente de fumar un cigarrillo.

Desde la apertura del Festival (recepción de Martín Prieto, palabras inaugurales de Elvio Gandolfo) han pasado mucho más que 4 días. El tiempo se estira, se detiene, se acelera. Pasaron más de 60 actividades y todavía quedan algunas más: el Festival concluye en Rosario pero se muda a Buenos Aires. Es que esta edición, la 17° (diecisiete entre los quinieleros es “la desgracia” pero aquí está lejos de serlo) se amplió a nuevos espacios y ciudades.

Sobre la 17° edición consecutiva del Festival Internacional de Poesía de Rosario.

Por P.Z.

I

esto es poesía

Son las nueve y media de la mañana del sábado 19. Espero el comienzo del Maratón de Poesía en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, actividad de cierre de la edición 2009 del Festival Internacional de Poesía de Rosario.

El restaurante del Hotel República parece el bar de un hotel de Bariloche plagado de estudiantes secundarios. Sólo que no son estudiantes: son poetas invitados al FIPR. Ojos rojos, movimientos lentos, la voz quebrada. Café con medialunas. Se adivina la necesidad urgente de fumar un cigarrillo.

Desde la apertura del Festival (recepción de Martín Prieto, palabras inaugurales de Elvio Gandolfo) han pasado mucho más que 4 días. El tiempo se estira, se detiene, se acelera. Pasaron más de 60 actividades y todavía quedan algunas más: el Festival concluye en Rosario pero se muda a Buenos Aires. Es que esta edición, la 17° (diecisiete entre los quinieleros es “la desgracia” pero aquí está lejos de serlo) se amplió a nuevos espacios y ciudades.

II

Diez de la mañana. La explanada del Rivadavia está vacía. Ni siquiera prepararon el sonido. Debería haberme dado cuenta, ya tengo experiencia: “Los poetas manejan tiempos no recomendables para gente ansiosa”, dije alguna vez en una oración bastante mal construida. Un rato más tarde Cristian De Nápoli, que cumple su doble rol de poeta y traductor del finés Tomi Kontio, me dice que confía en que lo demoren hasta las doce, por lo menos.

De a poco van llegando los invitados. Mates, fotos, cigarrillos. El Festival es todo alegría. Aún no llegan los curadores: Osvaldo Aguirre, Daniel García Helder y Pablo Makovsky, o no los encuentro entre los invitados.

poetas en el fipr

Un cartel enorme que cuelga del Centro Cultural avisa del homenaje que esta edición del Festival le dedica a Francisco Urondo. (“¿Es un festival peronista?”, le diré a la noche, para joder, a Makovsky. “Si fuera peronista no diría Francisco: diría Paco Urondo”).

De los 62 invitados –entre argentinos y extranjeros– van a participar del maratón unos 50. Hay representantes de España Cuba Uruguay Guatemala Colombia Perú Luxemburgo Nicaragua Finlandia El Salvador México República Dominicana Chile Alemania. Tucumán Mendoza Catamarca Jujuy Villa María Bahía Blanca Rosario Santa Fe Entre Ríos Buenos Aires Mar del Plata Neuquén Puerto Madryn.

III

Es la primera vez que el Festival se cierra con un maratón en la calle. Una intervención poética en la zona céntrica de la ciudad. El estricto orden alfabético –para evitar cualquier celo– comienza con Alan Mills (de Guatemala, autor de Síncopes, ahijado literario de Rey Rosa y el más joven escritor que haya participado del Belles étrangères).

Ayer por la noche nos habíamos quedado con Alan hasta las tres y pico en el pub Pasaporte. En realidad, yo abandoné a las tres y pico: él la siguió. Llegó al maratón en el preciso momento en que lo convocaban y leyó bajo un sol tremendo unas hojas mal impresas. Nada de eso se notó: ni el sueño, ni la incomodidad del sol, ni las hojas.

darío canton

Alan Mills fue uno de los que el jueves por la mañana participó de la tradicional visita a la Unidad de Detención N° 3, donde Susana Valenti coordina un taller con los presos (“los valientes”, como ella los define). Hacia allí fueron Elvio Gandolfo Cecilia Pavon Chus Pato Tilsa Otta Cristian De Nápoli Nikola Richter Alan Mills Ariel Williams Horacio Costa Tania Montenegro Eli Tolaretxipi Florencia Volonté Rosabetty Muñoz Kurt De Boodt Ernesto Lumbrezas Roberto Appratto Meliza Ortiz Diana Bellessi Jorge Kozer.

Los poetas “de adentro” y “de afuera” –escribe Silvina Friera– están sentados en ronda. Las piernas de todos tiemblan como si hubieran corrido una carrera de mil metros. Los ojos de los internos son lucecitas de arrojo surcadas por los restos de una cicatriz. El micrófono empieza a circular de mano en mano. Chus Pato, de Galicia, decide fundir su voz con la de otro. En vez de leer uno de sus poemas opta por “Presagio del vuelo”, de Andrés Goitía, un interno que fue trasladado al penal de Coronda.

IV

El maratón marcha. Alan Mills Alejo Carbonell Ana Porrúa Cristian De Nápoli Chus Pato. Diana Bellessi lee “Día del perdón” con una entonación que me hace pensar en los tangos de Adriana Varela. Darío Cantón lee “Ayer y hoy”, que comienza con un gol de Boca de hace 60 años –“cuando ustedes todavía no habían nacido”– y termina con una chica que se recoge el pelo luego de que Cantón le piropee el pelo largo. Los poetas alternan entre poemas largos y brevísimos. Elvio Gandolfo Jorge Aulicino José Kozer Juana Bignozzi.

Marcelo Díaz lee el “Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano”: se pone la máscara y empieza a leer. Aparecen en simultáneo todas las cámaras de fotos. Termina con una explosión del público.

De la A pasan directamente a la C: de Ana Porrúa a Cecilia Pavón. No está Beatriz Vignoli. Justamente Vignoli, junto a Pavón y a Eli Tolaretxipi participaron el viernes de un panel coordinado por Mirta Rosemberg: “Los traidores: sobre la traducción en poesía”. La ponencia de Vignoli tenía tres títulos: Lealtad o El texto de la mujer araña o Dos neuróticos obsesivos se saludan se saludan se saludan. (Sobre este panel –que fue excelente– hablaré en otro post).

Beatriz Vignoli celebró desde Rosario/12 la mesa del jueves “La poesía argentina del siglo XXI”:

¿Este es un festival neo objetivista? La pregunta apareció a partir de una mesa redonda dedicada a "La poesía argentina del siglo XXI", donde por supuesto fue imposible no hablar una vez más de "la poesía de los 90". Pero se habló de los 90 como nunca se había hablado antes en Rosario, es decir: no de los 90 como la novedad que todavía se duda en aceptar, sino de los 90 como el pasado sobre el cual se constituyen los espacios y horizontes del presente y el futuro. Esto fue posible ya que este Festival logró al fin adelantar el reloj local y ponerlo en hora con las discusiones de Santa Fe y Buenos Aires, donde el calendario marca que el siglo XX se terminó hace casi 10 años.

Ya es la una y media de la tarde. El último poeta en leer es Yanko González. Yanko estuvo el miércoles en el Centro Cultural El Obrador recitando con Ariel Williams para la comunidad Qom. En el encuentro alguien leyó un poema en toba. Luego le explicaron a Yanko que era uno de sus poemas que habían traducido especialmente para esa actividad.

Osvaldo Aguirre cierra el maratón leyendo “Quiero denunciar ante todos” de Paco Urondo. Una mesita tiene libros en venta. Alguien reparte plaquetas. Una mujer se entera de la presencia de los periodistas y nos hace leer tres o cuatro poemas: no son tan malos. Sonia Scarabeli, asistente de curaduría que ha tenido una labor brillante, reparte los pases para almorzar en El Cairo.

El Festival concluye formalmente.

V

Son las tres de la mañana, esperamos el taxi que nos devuelva al hotel –mi mujer ha llegado hace unas horas a Rosario–. Aprovechamos la tarde libre para recorrer la ciudad, pasear por la costanera.

A las diez menos cuarto, un micro –como esos que te llevan al Cerro Catedral– nos dejó en Club Sunderland para una fiesta de despedida. Un puñado de poetas estuvo de paseo por catamarán: por la noche es fácil reconocerlos, las caras abrasadas por el sol. En el Sunderland nos esperaban con mesas vestidas como para un casamiento, mozos con canapés y un asado del que creo que no dejamos ni siquiera el carbón. Compartimos la mesa con Silvina Friera, Giselle Marino (fotógrafa), Alan Mills, Pablo Makovsky y su familia. Makovsky tenía ese aire de satisfacción por la tarea cumplida –y con creces–. Llegaron los últimos saludos, el agradecimiento a los organizadores.

Luego empezo la música.

Allá viene nuestro taxi. Una última mirada hacia el Sunderland. Unas 50 personas que te hacen vibrar con lo que escriben vibran pegados a los parlantes. Jean Portante –de Luxemburgo– baila solo al ritmo de Chichi Peralta.

Artículos relacionados

Un poema perdido

Extraviado en una revista a la que le perdió el rastro, Denise Levertov recuerda un poema que primero fue sueño y ahora es pasado. Publicado en Teselas, el libro de memorias de Ediciones UDP. 

Cinco días en la vida de Julio Ramón Ribeyro

Tomados del diario personal del gran escritor peruano, bajo el título La tentación del fracaso (Seix Barral).

El sagrado corazón en negro

Daniel Link presenta la correspondencia de Pier Paolo Pasolini entre 1940 y 1945, Pasiones heréticas, publicada por El cuenco de plata. "Pintor, guionista, poeta, semiólogo, periodista, dramaturgo, músico, director de cine, novelista, militante, no hay categoría que contenga cabalmente tod…

Oler y respirar

Virginia Higa participa de la antología de Editorial Vinilo, El libro de las adicciones, con una pieza dedicada a una adicción muy particular.


"Mi querida madre": una carta de Baudelaire 

Leé una de las cartas publicadas por Blatt & Ríos del poeta francés nacido en 1821. "A lo mejor ha sido un bien el que se me haya despojado de mi mundo", escribe.

Dos cartas de Macedonio Fernández a Borges

Corregidor publica la correspondencia de Macedonio Fernández e incluye las cartas que envió al autor de El Aleph, quien lo consideraba su mentor y amigo. "Voy a decirte lo que pienso de la muerte", comienza.

Elogio de la sombra

"He escuchado que el papel es una invención de los chinos", leemos promediando el cásico japonés de Junichiro Tanizaki (Abducción Editorial).

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Ver carrito
0 item(s) agregado tu carrito
×
MUTMA
Seguir comprando
Checkout
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar
×
Suscripción Eterna
Suscribite
Y recibí nuestro newsletter semanal con lo mejor del blog, todas las novedades y la agenda de la librería.
SUSCRIBIRSE