Libros de entrevistas: cuando la conversación es un arte
Por Gonzalo León
Jueves 09 de agosto de 2018
Desde hace un tiempo cada vez se ven más libros de entrevistas: han llegado a ser casi tan visibles como los de cartas e incluyen a artistas, escritores y músicos. La faceta pública de los creadores en este informe que repasa algunos de los títulos más interesantes disponibles.
Por Gonzalo León.
Desde hace un tiempo cada vez se ven más libros de entrevistas, han llegado a ser casi tan visibles como los de cartas, e incluyen a artistas, escritores y músicos; su aliado principal han sido, desde luego, los medios y las revistas especializadas. Desde Federico García Lorca hasta Claudio Bertoni, pasando por Allen Ginsberg, Vladimir Nabokov, Mario Levrero, Fogwill y Borges, los libros de entrevistas se reproducen y muestran la faceta pública de los creadores: sus Opiniones, como escribió Nabokov, cuando bautizó a su libro de entrevistas, contundentes. El autor ruso hizo una operación muy poco común, ya que fue él quien fue guardando en una carpeta cuarenta entrevistas en distintos idiomas. En el libro, sin embargo, incluyó “las realizadas por norteamericanos o ingleses”. Su idea central fue “ir eliminando todo elemento de espontaneidad, todo parecido a una charla real. Con ello, el material se ha ido transformando en un ensayo más o menos estructurado en párrafos, que es la forma ideal que ha de tomar una entrevista escrita”. Por tal razón los nombres de los autores de los reportajes son más invisibles que los medios en los que aparecieron: Playboy, Life, The New York Times, Vogue, The London Times. En total son veintidós entrevistas, luego vienen cartas que mandó a directores de medios y finalmente diez artículos, pero son las entrevistas las que le dan sostén al volumen.

Pese a ello, hay más modelos de libros de entrevistas. Uno clásico es la reunión que hace un compilador y donde por lo general el autor no tiene nada que ver, ya sea porque ha muerto o porque es un recorte personal del compilador; pese a ello, hay un esfuerzo por adentrarse en la obra y en el personaje, rara vez se trata de una compilación absolutamente arbitraria. De estos libros se pueden mencionar Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas de Federico García Lorca, de Rafael Inglada con la colaboración de Víctor Fernández (Malpaso), Mario Levrero, un silencio menos, de Elvio Gandofo, y Juan José Saer, una forma más real que la del mundo, de Martín Prieto. Las dos últimas fueron publicados por Editorial Mansalva y tienen la particularidad de haber sido compilados por autores que tenían cercanía con esos autores. Sin embargo, los resultados son muy diversos: mientras que en el de Gandolfo se puede perfilar quién era Levrero, en el de Prieto es casi imposible hacer lo mismo con Saer, ya que siempre está preocupado por hablar de su obra: reportaje tras reportaje reitera conceptos que consideraba necesarios para que sus libros se leyeran del modo adecuado. Pero incluso eso nos dice algo –o mucho– de Saer: de su obsesión por la literatura, de no perder ni siquiera un segundo en trivialidades; es como si supiera que iba a morir relativamente joven. Levrero, en cambio, es más juguetón, y Gandolfo lo muestra así, esto se aprecia especialmente cuando selecciona una entrevista que se hizo el mismo Levrero y se pregunta qué te preguntarías si tuvieras que entrevistarte a ti mismo, a lo que responde: “Hay tres clases de entrevistadores: los del tipo periodístico, los del tipo académico, y los del tipo que mezcla los dos anteriores. Los primeros buscan la vuelta de lo novedoso, lo llamativo, algún detalle que, creen ellos, pudiera atraer la atención del lector común. Estos son los que más insisten en el tema de ‘los raros’ en la literatura”. En el caso del libro de Lorca, tiene la particularidad de ser la primera vez que reúnen sus entrevistas, cosa que sorprende dado el paso del tiempo y los más de ochenta años de su muerte. También en un punto se puede mencionar el recién aparecido Ginsberg esencial, del poeta estadounidense, compilado por Michael Schumacher (Anagrama), con traducción de Andrés Barba y Rodrigo Olavarría, que entre sus 500 páginas incluye 50 de dos entrevistas muy interesantes.

Otro tipo de libros de entrevistas son los que se hacen con la intención de hacer una publicación de este tipo. Este es el caso de Conversaciones con Washington Cucurto, de Facundo R. Soto (Blatt & Ríos), Conversaciones con Mario Levrero, de Pablo Silva Olazábal (Conejos), y Una conversación con Claudio Bertoni, de Felipe Cussen, Daniela Escobar, Andrés Florit y Cristóbal Joannon (Overol). Mientras en el primero Cucurto va pasando revista a sus libros publicados y en el segundo se da cuenta de la cocina literaria del autor uruguayo, en el de Cussen, Escobar, Florit y Joannon se biografía al poeta chileno Claudio Bertoni: desde sus inicios en los 60 cuando era un hippie, de su viaje a Londres, de sus largas caminatas, de su colección de casi mil cuatrocientos zapatos recogidos en la playa, del dinero o la carencia de él, de su temor a tener hijos, de su ascetismo, de su concepción de poesía y del conocimiento de otros poetas chilenos y del miedo a la locura. Hace veinte años Bertoni sufrió una crisis que no quiere repetir por ningún motivo: “Cuando tú estái en la nada, lo que te digo yo, es una inundación y cuando te inundái te volvís loco. El río corre por un cauce, la sangre corre por las venas y tu psiquis tiene que ser así, sino te vai al chancho”. Resulta sorprendente, que pese a sus más de setenta años, Bertoni, ganador de la prestigiosa Beca Guggenheim, hable como un joven poeta chileno y se exprese sin temor a casi nada, excepto a la locura. No rehúye temas y se está permanentemente enjuiciando como si estuviera escribiendo un diario. Finalmente como también es artista visual hay un apartado con reproducciones de su obra.
Un modelo singular, porque mezcla el segundo modelo con la intencionalidad de tratar un tema o un área de temas específicos no tratados con anterioridad, se observa en Jorge Luis Borges. Diálogos, de Néstor J. Montenegro (Nemont), y Fogwill. Diálogos en el campo enemigo, de Christian Ferrer, María Pía López, Eduardo Rinesi y Horacio González (Mansalva). Ambos permiten hacerse una idea de lo que pensaban Borges y Fogwill sobre temas en los que habitualmente no se referían. El primero opina sobre Malvinas, el machismo, el divorcio y el aborto en una entrevista de 1983. Del conflicto con Gran Bretaña por las islas dice que se trata de “un tema jurídico; que opinen los juristas imparciales. Toda opinión argentina o británica debe ser, de antemano, puesta en duda”. Sobre el machismo “muy arraigado en Argentina”, según el entrevistador, Borges responde que espera “que ande de capa caída. Entre mis amigos no hay un solo machista”. Pero sin duda la opinión más sorprendente es la que da cuando se le pide una definición con respecto al aborto: “Instintivamente lo considero un crimen. Sé, al mismo tiempo, que ese rechazo corresponde a mii generación. Creo que debe legalizarse; la razón me dice que sí, el instinto que no”. Fogwill, por su parte, entrega en esta entrevista hecha para El Ojo Mocho en 1997 desde qué lugar habla: “Como no vendo la mercancía de la interpretación, y no publico interpretaciones, ni trabajo en los medios, ni compito por aulas ni por sumisos a un taller, puedo contar con este tipo de modelo para pensar gratis”. Sin embargo, esta última se vuelve áspera, quizá porque estaba demasiado consciente de quiénes eran sus interlocutores y de que no podía desperfilarse ante ellos, en cambio Borges no está pendiente de eso, no es consciente del público al que iba dirigido ese libro, o tal vez estaba mucho más seguro de su posición.
Los libros de entrevistas también pueden tener su eje en el entrevistador, vale decir en vez de ser varias entrevistas a un mismo autor o artista el entrevistador sea uno solo y los entrevistados muchos. Es el caso de Conversaciones con artistas contemporáneos, del curador suizo Hans Ulrich Obrist (Ediciones UDP), del ya clásico Música para camaleones, de Truman Capote (Anagrama), y Talking jazz. Una historia oral, del músico y periodista estadounidense Ben Sidran (Letra Sudaca). El primero, que contó con la traducción y selección de Alan Pauls, excede al formato libro, porque se trata de entrevistas que Obrist hace a distintos artistas, no para publicar sino como proyecto personal. En el libro hay artistas que teniendo en cuenta su obra decepcionan, pero también hay otros, como Maurizio Cattelan y Yoko Ono, que sorprenden por su lucidez. Ono, por ejemplo, se refiere a las dos industrias que existen en el mundo: “La gente de la industria de la guerra comparte algunas ideas. Quieren hacer la guerra, matar y ganar dinero. No hay nada que discutir: simplemente persiguen sus objetivos. En ese sentido son una fuerza terriblemente poderosa. Pero la gente de la industria de la paz es como yo: son idealistas y perfeccionistas. De modo que nunca se ponen de acuerdo”. Por su parte, el libro de Ben Sidran tampoco fue pensado para ese formato, ya que son conversaciones que tuvieron lugar en su programa radial entre 1984 y 1990. En todo caso de las quince figuras del jazz, destaca nítidamente la de Miles Davis, quien en una parte habla de su opción por el arte: “Si no pudiera crear, no me quedaría nada por qué vivir. Si no pudiera escribir una composición que me guste... No que le guste a todos, sino a mí y a mis amigos. Y que ellos me digan: ‘¡Sí, Miles, suena bueno!’. Si no pudiera hacer eso no me gustaría estar acá”. Si bien Música para camaleones, no es un libro estrictamente de entrevistas, sino que una parte lo es, también se puede incluir en este tipo, ya que hay retratos y entrevistas muy famosas de Capote, como la de un asesino recluido en San Quintín.

Tal vez un último tipo sea el de las conversaciones donde se sacan las preguntas de los entrevistadores y se compilan a modo de frases sueltas, muchas veces con una intención estética-ensayística. Es el caso de Un mar de piedras, de Raúl Zurita (Fondo de Cultura Económica), cuya compilación y edición estuvo a cargo de Héctor Hernández Montecinos. Aquí la figura del entrevistador queda eclipsada bajo la del compilador y editor que va organizando las respuestas de uno de los mejores poetas vivos en lengua castellana, un trabajo no menor ya que consta de trescientas entrevistas. Pero en Chile las editoriales parecen hacer más libros de este tipo y casi exclusivamente a poetas; aunque de menor extensión destaca la colección de Alquimia, en la que está la palabra de Gonzalo Millán y Nicanor Parra.