Las cartas entre Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada
Correspondencias
Lunes 04 de octubre de 2021
"Olvidemos la osadía, pues. Y sigamos cada cual su camino", le dice Martínez Estrada a Ocampo, retirando su propuesta de escribir un libro sobre ella en una de estas cartas, tomadas de Cambio de dirección, escritos del autor de La cabeza de Goliat en selección de Martín Kohan (FCE).
Goyena
5 de enero de 1951
Señora
Da. Victoria Ocampo
San Isidro
Respetada y querida amiga:
Ya sobrepasa los límites de la humana capacidad de resistencia, el costo y los sinsabores que representa sostener a pulso la revista Sur. ¿Qué puedo yo decirle? Ha hecho usted muchísimo más de lo que nadie habría osado para mantener una publicación fuera de su medio por veinte años. No se puede exigir que una persona construya una cultura; y es como si yo me propusiera, aquí, en los deslindes de la provincia y la pampa, convertir en un vergel el páramo. Lo hago alrededor del rancho, destrozándome las manos. Pero con la arena es imposible luchar. Piense usted, tranquila, en el sacrificio de todo género que significa la vida de Sur a expensas de la suya. La obra está cumplida. Usted verá si debe hacer también lo imposible.
Feliz Año Nuevo le deseamos Agustina y yo, con un cordial apretón de manos de su amigo y compañero
Ezequiel Martínez Estrada
Residencia Sur
17 de marzo de 1951
Señora
Da. Victoria Ocampo
Mar del Plata
Mi querida y respetada amiga:
¡Su carta fue providencial, llegó en el momento oportuno! Después de treinta y dos días de cama, boca arriba con las piernas hechas una llaga, y de rascarlas, pude venir a Buenos Aires. ¡Ni andar, ni vestirme, ni calzarme!
Aquí mi gran amigo, un sabio, el doctor León Sigal, pudo reparar parcialmente los entuertos. ¡Tratamientos absurdos, drogas, intoxicación! En seguida me internaron en la clínica Marini sospechando que tendrían que abrirme unos ganglios espantosos con que estuve defendiéndome de una infección. Y una flebitis consecuencia de inyecciones contraindicadas. Tengo alergia a los medicamentos por vía cutánea y de inyección. Menos mal que el estómago trabaja bien. ¿Y adónde ir de la clínica (200 pesos por día)? Ni hotel, ni casa de reposo, ni fonda. ¡La semana del purismo!
En ese momento me llega su generosa carta. Por supuesto, le escribí a Bianco y hoy —sábado— estábamos instalados, con mi mujer-enfermera, en la hermosa habitación que me ofreció. ¡Mil gracias!
Espero que para el 24 conseguiré lugar en una casa de reposo. Tengo los nervios destruidos. ¡Estuve días sin dormir, días sin noches, con una comezón de arrancarse la piel! No sé cómo he soportado tantos tormentos. En cuanto pueda moverme, la eximiré de las molestias. ¡Pero me ha salvado usted!
Todavía tengo mi urticaria, más [...] a los medicamentos, más alergia a mil cosas. La piel, un desastre. Con una infección bárbara (caen las uñas), sin poder ponerle otra cosa que aceite (...). Pero no tengo nada infeccioso ni contagioso. Una alergia infernal.
Del doctor Kaminsky —cuya justa fama también conozco— no vale la pena que se moleste. Me atiende el doctor Marcial Quiroga, que es una respetabilidad completa. No se preocupe más de esto, pues. (En este momento, el joven de la casa me decía que su señora hermana y usted han insistido en este [...]. Gracias.)
No doy más. Cariños de Agustina y un gran apretón de manos, cordial, de su afectísimo
Ezequiel Martínez Estrada
Bahía Blanca
13 de abril de 1951
Señora
Da. Victoria Ocampo
Mar del Plata
Querida y admirada amiga:
Desde ayer estoy en casa, después de un mes de infierno en Buenos Aires y, en total, de tres meses de postración. Por suerte el médico me asegura que con un tratamiento podré curarme en algunos meses.
Nunca olvidaré su hospitalidad en Sur y el cariño con que usted se ha interesado por mi salud. Asimismo serán inolvidables para nosotros las atenciones y el interés bondadoso de sus señoras hermanas Pancha de Victorica y Rosa de Bengolea. Un exquisito dulce de higos, el preguntar todos los días por mí, quedarán para siempre en mis recuerdos.
Gracias a usted por todas sus cariñosas atenciones. Con el afecto de Agustina, reciba un cordial apretón de manos de su afectísimo
Ezequiel Martínez Estrada
México
15 de julio de 1960
Mi querida y admirada amiga
Victoria Ocampo:
Le agradezco infinitamente que me invite a escribir en Sur, abriéndome de par en par sus puertas, sin brida para mis posibles desmanes. ¿Es posible? ¿Cómo dice usted “aunque escriba contra alguno de nosotros”? ¿Es que esa es mi manera de ser agradecido y reverente con los que estimo y quiero? ¿Cuántos de nuestros escritores, sin duda más felices que yo, han escrito seis libros —con unas 3.400 páginas— de elogios incondicionales a escritores, y todavía por allí trabajos como sobre (Baldomero) Fernández Moreno, etc.? Es usted otra vez injusta conmigo. Pero no la quiero apenar, pues, con palabras dolientes mías, hoy que tan desdichado me siento, decidido a morir fuera de mi patria, donde he trabajado como un borrico para ser escarnecido y finalmente despojado de una pobre cosa que adquirí con economías de pan y sueño. No, mi amiga, usted, que sabe por lo menos parte de mi inmensa desdicha, no debiera hablarme así.
En fin. Pero como sabe usted que algún don tengo de agorero, pienso que también mis quejas la molestarán, y que en vez de compadecerme, se irritará usted contra mí. No importa. Sabe usted que tanto Agustina como yo tenemos devoción por usted, y que nada jamás me inducirá a desconocer sus grandes dotes humanas y de artista.
Si tuviese ánimos; sobre todo si pensara escribir una línea más en mi patria ingratísima, le mandaría algo para Sur. Pero no; no puedo.
Cariños de Agustina, y de su afectísimo, S.S.
Ezequiel Martínez Estrada
PS: En estos días cambiamos de casa. Le mandaré el nuevo domicilio. Hasta ahora estamos en Antonio Caso 82 (s-c).
La Habana
10 de octubre de 1960
Querida y noble amiga Victoria Ocampo:
Llegué a La Habana esperando hallar la respuesta a la revista Atlántida, que me prometió, y en cambio hallé un ejemplar que me mandaron de Bahía Blanca.
Supongo que habrá recorrido algunos párrafos como para darse cuenta del poco valor que los sesos y otros órganos tienen en los frigoríficos de las letras argentinas. Esas cosas no se escriben ni se publican en ninguna parte del mundo donde se conoce la imprenta. Sobre lo que dice ese pobre infeliz cuyo oficio es el de profanador de sepulcros y aquel otro al que le importa un pito que yo esté vivo o muerto, o el que me insulta y desafía a mis parientes y amigos a duelo criollo, de nada falta. Solo falta de vergüenza y de nobleza.
En mi carta le agradecí el envío del ejemplar dedicado de El algarrobo; no le dije qué impresión me produjo ese ejemplar magnífico de un mundo silencioso rodeado de voces y sonidos estridentes. Creo que usted es en cierto modo ese árbol y que, pensándolo o no, usted lo ha sentido, como es justo. Es lo único que le puedo decir; el resto lo habrán dicho otros.
Último inciso: he llegado a pensar que su falta de respuesta pueda deberse a que no ha recibido usted con agrado que pensara yo escribir un libro sobre usted. He recapacitado más tarde y reconozco que no soy yo el biógrafo ni el panegirista indicado. Sé poco y acaso incurriera en pecados de la especie que me atribuyen los teólogos de la nacionalidad. Olvidemos la osadía, pues. Y sigamos cada cual su camino.
Ahora estoy en Cuba, donde todo un pueblo mira con la cabeza levantada a los gerentes y administradores de la miseria del Caribe. Por ese pueblo trabajaré, que ha sido castigado, expoliado y humillado.
Adiós, mi querida amiga. Agustina le envía un fraternal abrazo. Yo, mi bendición.
Ezequiel Martínez Estrada
PS: ¿Sabe usted que el 20 de julio asaltaron mi departamento de Buenos Aires, y días después, mi casa de Bahía Blanca, donde quedó mi cuñada casi ciega? No solo me despojan los caranchos del Foro, sino que me roban los que pueden hacerlo sin temor.
Otro: Me han reconfortado muchísimo su declaración en el asunto Eichmann y su enternecedor homenaje a Ana Frank. ¿Se publican allí los juicios que han merecido nuestros representantes en la oea, en la onu y en la reunión para Defensa del Continente? Eso sí que es mostrar al vecino los trapos sucios.
Casa de las Américas
Calles G y 3a. —Vedado—
La Habana (Cuba)