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Alejandra Pizarnik: "Aquí estoy, todavía"

Las Furias Editora publica el intercambio epistolar entre las poetas Alejandra Pizarnik e Ivonne Bordelois del que tomamos un extracto a continuación.



MARTES 19 DE AGOSTO AL ALBA


Mi querida Ivonne:

Me parece comprender lo que sentiste en París y me asusta que la compares con una imagen de la infancia. Yo no tengo imágenes comparativas; sólo sé que no fui a París en el momento indicado, o sea desde N. York. Fue el paso de la una a la otra lo que me dejó confusa y sin fervor ni lucidez.

Espero que no tengas problemas con tu beca y decíme si puedo hacer algo (me temo que no demasiado, mais on sait jamais).

Te extraño. Te extrañé más cuando me encontré con Ma. Elena Arias López, venida a mi casa de tu parte. Es encantadora pero me pareció injusto que no vinieras (a mi casa) también vos.

Emtonces me pasó algo raro. Hice una nota sobre La motocicleta de Mandiargues en tres días. Luego, en sólo nueve días, pergeñé (o pergueñé?) una obra de teatro que tiene partes que no son malas. Es muy extraña y triste y llena de humor. A nadie se la di a leer todavía porque quiero corregirla (esto va a ser peligroso) y porque todavía no puedo creer que sea mía, yo tan lenta e indecisa…

Por aquí vino Severo Sarduy. Muy encantador pero nada más pesado para leer que sus libros. Está lleno de maestros y, a diferencia de mí, tiene definiciones sobre la literatura y la delimita y la mide y la calcula. A pesar de todo escribe bien. Pero acaso moleste el exceso de cálculo…

Quizá publique mi pequeño libro de poemas en Palma de Mallorca, a pedido de unos jóvenes «vanguardistas». Pero en general no tengo apuro para publicar, todo lo contrario.

El resto son ocasionales estallidos afectivos que me desgastaron un poquito más y me hicieron más amar la soledad. Ando encerrada, a veces no hago nada, pero sé que algo se está tramando. Busco algo. Es lo único seguro. Y son las 5 hs. Perdón por tanto yo. La próxima cartuja será (tal vez) más parecida al término carta. Hasta muy pronto con un gran abrazo

ALEJANDRA






 

BOSTON, 20 DE AGOSTO


Querida Alejandra:

Desde mi nueva casa en el verano de Cambridge: ¡Salve!

Me gustó tu carta tan cercana que me hizo reír como tantas veces y tan bien he reído contigo.

Mi vida flota y se bambolea peligrosamente en este país tan vertiginosamente vacío, que ataca misteriosa y directamente la sustancia del alma, como un insecto invisible, omnipotente y aterrador. Muy difícil contarte así, sin manos, sin ojos y sobre todo sin las palabras que acuden

cuando se está contigo, este extraño pasaje de París a Boston, donde pude percibir en un luminoso precipitado esta arista tan trágica de la vida que puede encerrarse en lo que llamamos engañosamente «complementos» de tiempo y de lugar, y esta lucha desesperada por salvar tiempos y lugares queridos en lugares y tiempos fundamentalmente enemigos. Supongo que adivinas con tus tiernas anténulas que a pesar de todo no es la melancolía la que me arrastra sino una angustia buscadora de un espacio de rescate o de centro. Esto es lo que borra las ciudades y los días de los márgenes de mis cartas, la ciudad y el día perdido por el que se ruega camino del encuentro.

París ha empezado a ponerse máscaras que me aterraron, es cierto, como si desde una montaña se contemplara el paso de un animal hermosísimo hacia un precipicio y nada pudiera hacerse para detenerlo. Pero fue París y volví al indecible Rilke de los Cuadernos de Malte y reconocí tantas palabras que desde los 17 años me habitaban el alma sin yo saberlo, como fuentes, sin detenerse, lo mismo que las graves sombras del Luxemburgo y el agua de la fuente de María de Medicis.

Lo de Sofía te hubiera gustado por el silencio, el gris de los tejados y la pasarela (extraña palabra) atravesando el patio —pero no es lo de Rilke, él habla de un hotel de cinco pisos, probablemente uno de los dos de enfrente, donde luchaba con el poêle à charbon entre el frío y el humo en sus ojos (azules). ¿Dónde se publicó tu cuentito? Leerlo me refrescaría el alma, cuya caligrafía, como ves, empieza ya a oscurecerse nuevamente. Vivan mientras tanto Segismundo y Carolina. Tu librito (gran) mora en mi biblioteca en compañía de Malte y el Popol-Vuh, tus viejos y siempre nuevos conocidos.

Ahora se acerca la noche limpia del verano y yo escucho una muy hermosa guitarra mientras espero a unos amigos con quienes voy a ver una de Chaplin: éstos son mis consuelos y a Dios gracias creo que son verdaderos.

Tu cuaderno(s) será el que yo pienso o si no no será nada. O sea: hace un año me regalaron uno que te achicharraría de envidia (sic) y espero que vuelva el donante de Europa para conseguirte uno ídem y averiguar de qué hermosa caverna salió tanta bella simplicidad. Un abrazo.


IVONNE

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