Este texto se publicó en The Saturday Evening Post en abril de 1924. Lo redactó entre noviembre de 1923 y abril de 1924. En esos seis meses Fitzgerald escribió once cuentos y ganó algo más de 17.000$, destinados a saldar las deudas acumuladas durante el año anterior. Tomado de Todos los jóvenes tristes (Malpaso).

Fitzgerald transitaba los 25 años cuando escribió los cuentos de Flaperas y filósofos, que se publicaron por primera vez en 1921 y ahora Editorial Godot reedita con las traduciones del taller de Pablo Ingberg. 

La bandeja de los viernes hoy presenta novedades de Los Lápices, Planeta, Tusquets, Godot y Blatt & Ríos. 

Faulkner, Ibsen, Maupassant, Chejov, Mansfield, son sólo algunos de los nombres que aparecen detrás de los títulos. El autor de El gran Gatsby le dictó esta curiosa lista a su enfermera en 1936, en plena convalecencia en un hotel en Asheville, Carolina del Norte. 

"La intensidad es una energía que requiere de formatos breves, mientras que la monumentalidad demanda, por definición, una escritura expansiva, de largo aliento. Las relaciones que se establecen entre intensidad y duración parecen ser inversamente proporcionales: a mayor duración, menor intensidad. Por supuesto, esto es una tonta simplificación".

Siempre falta leer algo y nunca es tarde para leer los clásicos, sabe Matías Moscardi, y también que a veces hay más novedades en el fondo de la biblioteca que en los escaparates de las librerías. Así que se lanzó al diamante: "Fitzgerald es el veradero dios pleno de la novela: un dios que mira a través de los ojos de Nick Carraway, un hombre sin atributos".

Kafka, Fitzgerald, el griego Vassilis Vassilikos, Roland Barthes, Gilles Deleuze, Mallarmé y Mario Levrero invitados por Matías Moscardi a este breve ensayo acerca de la imposibilidad de la escritura. "Contra todo sentido común, «no escribir» es ya una forma acaparada por la fatalidad de la escritura".

Invitado a Argentina por primera vez para participar del Filba internacional, el autor de ese libro de cuentos alabado por la crítica, El cielo de los animales (Edhasa), visitó la librería y nos contó cómo empezó a leer y por qué nunca se detuvo: la culpa la tuvo Fitzgerald.