Columnas

Y todo el cielo

Columnas

"Ni siquiera el cielo es el mismo, hasta eso se alteró". El autor de libros como La vanguardia permanente, Ciencias morales y Confesión en una nueva entrega de su serie.

Por Martín Kohan. Foto de Alejandra López.

 

 

 

Tal vez no era así. Pero yo lo recuerdo así (estoy parafraseando, como se notará, el “Nocturno” a mi barrio” de Aníbal Troilo. Porque dónde, sino en el tango, aprendemos a añorar).

Eran aviones, y lo son. Y bajaban, igual que ahora, en el Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires. Aunque quizás, desde entonces hasta ahora, pueden haber cambiado los motores, no ser las mismas turbinas; y quién sabe entonces si el ángulo de descenso, si la línea tácita que trazan ahí arriba, son exactamente los mismos de aquel tiempo.

¿Y si no eran así? Si no eran así, no importa. Porque yo lo recuerdo así.

Cuando vengo a la cancha, cuando vengo a esta cancha, cuando vuelvo al barrio de infancia porque vengo a ver a Defensores, recupero, entre tantas cosas, esa escena: veo pasar los aviones bajando hacia el Aeroparque. Lucen menos en vuelo que en suspensión, flotando suavemente, como en espera, ensayando, cautelosos, los gestos del aterrizaje inminente. Son exactamente la curva, la altura, la duración, el dibujo repetido en el aire que yo veía una y otra vez, día tras día, desde la ventana del comedor de mi casa, en los años de la niñez. Mi visión de horas muertas, la costumbre de asomarme porque sí: los aviones pasando y bajando.

¿Y el cielo, al menos el cielo, es el mismo y no ha cambiado? Ni siquiera el cielo es el mismo, hasta eso se alteró. El cielo es cielo perdido (estoy citando, como se notará, la letra de “Sur”, de Homero Manzi), porque antes era inmenso, en despliegue y absoluto; antes se abría a sus anchas sin recortes ni reticencias, en un borde de ciudad sin ya más nada. Antes era el techo imposible de un río implícito, ahora es un cielo más urbano, buscado por los edificios flamantes. Pero es el cielo que hay, y los aviones siguen bajando. Más o menos en el mismo ángulo, más o menos con la misma curva.

De chico, que yo recuerde, no comía magdalenas. Pero sí miraba aviones. Más o menos desde acá.

 

 

Artículos relacionados

Extravío.

Jorge Consiglio vuelve a Borges y Haroldo Conti en un recuerdo de adolescencia en esta nueva entrega.

Aislamiento

En esta nueva entrega, Jorge Consiglio cruza las vidas de dos hombres retirados: Egidio, un noble bizantino del siglo VII, y Aballay, el personaje de Antonio Di Benedetto.

Una tentación contemporánea

María Sonia Cristoff cruza Desaparecer de sí, de David Le Breton, y Cicuta para los oídos, de Sebastián Hacher , alrededor de las fantasías escapistas de nuestra era.

Sin solución

Martín Kohan lee Ñu, la novela de Pau Luque, en esta nueva entrega de sus columnas.

Formas de la fe

Jorge Consiglio retoma la lectura de Francisco de Asís para llegar a la de Borges y detenerse frente a la gran bifurcación que separa los caminos de la m ística y de la literatura.

Volver a qué

Martín Kohan visita el tango con Roberto Carlos, Gardel, Le Pera y Borges en esta nueva columna.

El instante revelador

Entre poemas de Alicia Genovese y lecturas de César Aira, Jorge Consiglio escribe en esta columna acerca de las epifanías y los hallazgos que nos reservan las librerías. 

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Ver carrito
0 item(s) agregado tu carrito
×
MUTMA
Seguir comprando
Checkout
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar
×
Suscripción Eterna
Suscribite
Y recibí nuestro newsletter semanal con lo mejor del blog, todas las novedades y la agenda de la librería.
SUSCRIBIRSE