Sonia Budassi: “Convertimos el acto personal de la lectura en un fogón grupal”

Inés Budassi
Viernes 09 de mayo de 2025
A cargo del Club de Lectura de la librería, la escritora, periodista, editora y docente reflexiona sobre esta práctica de lectura compartida. ¿Ya te anotaste?
Por Valeria Tentoni.
Dentro de las actividades del Club Eterno, coorganizado entre Fundación Filba y la librería Eterna Cadencia, no podía faltar un buen club de lectura. Para llevarlo adelante se convocó ni más ni menos que a la escritora, periodista, editora y docente Sonia Budassi, lectora de sobrada trayectoria, quien dirige estos encuentros una vez por mes.
El Club de Lectura es gratuito y no hace falta experiencia previa. Las inscripciones siguen abiertas por acá. En mayo van a encarar Búfalos salvajes, la novela más reciente de la escritora, guionista y música brasileña Ana Paula Maia. ¿Ya te anotaste?
¿Qué propone el club de lectura que estás dirigiendo en la librería?
En Club Eterno convertimos el acto personal de la lectura en un fogón grupal de palabras cruzadas. El fuego es el texto. Nos reunimos una vez por mes y por libro, y es una actividad no arancelada. Nos reunimos con personas diversas, algunas que vienen de estudiar cosas de las más disímiles y no relacionadas a las artes, otras que son profes, precisamente, de literatura, y todos los matices en el medio, a conversar y pensar libros, a argumentar sin ponernos académicos y sin perder el placer de la lectura, aunque arriesguemos procedimientos, tonos, estructuras, temas y mundos de lxs autorxs, reminiscencias de otras lecturas, atisbos personales. Analizar no quita disfrutar. ¡Y viceversa! Contar sensaciones no descarta pensar y analizar y preguntar ¿qué significa, qué viaje propone?
¿Qué valor le das a la lectura en comunidad? En tu experiencia, ¿qué sucede cuando leemos con otros?
En general tengo cierta confianza en que se piensa mejor colectivamente, y compartiendo procesos creativos, como lo es leer. Leer es un acto solitario, y no tanto. Hay dos instancias. Una siempre dialoga, se pelea, se pregunta se aburre o se entusiasma con ese aparato narrativo que arma quien nos cuenta una historia. Te peleás o comulgás, y todos sus intermedios con la autora o autor o, como se dice, con la figura de la enunciación, que te interpela desde las páginas del libro con un tono, con herramientas concretas que van generando un efecto estético, ese que te despliega trampas que te seducen y te convocan, que te hacen ver el mundo y la literatura, y los modos de narrar de una manera distinta de la que tenías antes de haber encarado la lectura. O que, al contrario, reafirma ciertas percepciones previas que tenías, pero de un modo que las revitaliza. Y que te genera preguntas. Te enfrenta a cosas que no entendés. O que sí, te hacen poner aseverativa. Ese vendría a ser el diálogo que tenés con el libro mientras leés: la primera instancia.
Y en ese diálogo mental las páginas te contestan de una manera estrecha. Cuando abrís ese diálogo interno en un encuentro como el del Club de Lectura, con otras personas, la experiencia intelectual, sensible, estética, se intensifica. Me ha pasado en estos encuentros de ver hilos narrativos, apuestas analíticas que planteaban los participantes que no se me habían ocurrido y ensancharon mis horizontes de interpretación. Esos intercambios son, además, divertidos. Es como un disfrute al cuadrado cuando llegás al momento de oír a otra gente que leyó lo mismo. Es hermoso coincidir y discrepar.
¿Qué poder creés que tiene la lectura en este momento en particular, ante este mundo acelerado? ¿Qué fuerzas puede despertar?
Hay muchos textos ricos, que defienden la crítica como una actividad creativa -la escritora argentina Betina González, entre otras tantas, escribió sobre eso en la revista de elDiarioAR y en su libro Cómo convertirse en nadie (Gog y Magog). La interpretación y la crítica son géneros artísticos, aunque tengan estatutos concretos que difieren de la “creación pura y dura” como se la considera habitualmente. Y la literatura es un medio de conocimiento, así que detenerse un poco a disfrutar, pensar y trabajar ese registro, conversándolo sin soberbia y con ánimo de compartir me parece una ganancia absoluta, y hasta un gesto político que apuesta al debate constructivo.
Porque, al contrario de lo que propone la literatura, estamos rodeados de eslóganes asertivos y la mayor parte de las veces limitados, o que pretenden limitar nuestra percepción del mundo social y sensible. Estos tipos de encuentros nos refrescan la mente, el cuerpo, ¡y el corazón! Para bajar un cambio sin ser evitativos de los problemas cotidianos, sino acercándonos a ellos con otra modulación. El ritmo y el tono de la conversación en la calle, las redes, los medios está cada vez más envuelto en la prisa y el estertor, a veces violento. La lectura ofrece todo lo contrario.