“A los humanos no nos alcanza con vivir en el mundo, queremos entenderlo”
Miércoles 29 de octubre de 2025
“Evolutivamente el amor es buenísimo”, afirmaron Fabricio Ballarini y Juan Bonnin, autores de No sos vos, soy yo, en una nueva entrevista en vivo de Nacho Damiano.
Por Nacho Damiano.
Los autores del libro No sos vos, soy yo. Qué nos enseña la ciencia sobre el amor y el desamor, se sumaron al Club Eterno y nos ayudaron a explorar el amor desde perspectivas biológicas y lingüísticas. Conversamos sobre qué diferencia una emoción de un sentimiento; cuán importante es la motivación a la hora de aprender algo nuevo y sobre si sentir enamoramiento nos hace más vulnerables o, por el contrario, representa una ventaja evolutiva.
Quería empezar la charla con una cita muy linda del libro que escribieron, que dice: “A los humanos no nos alcanza con vivir en el mundo, queremos entenderlo”. ¿En el caso de ustedes, dónde nace esta curiosidad, ese amor por el conocimiento?
Juan Bonnin: Yo soy del campo, y estaba seguro de que quería estudiar. Empecé con agronomía, pero me aburrí y me pasé a Letras. Lo primero te dicen al entrar en la carrera es “acá no venís a escribir, acá venís a analizar, a investigar”. Empecé con literatura, después me pasé a teoría literaria y finalmente hice lingüística porque me pareció una forma de combinar la fascinación por el lenguaje y por las cosas que hacemos con palabras, con una orientación más hacia lo real y hacia la práctica. Para mí es muy importante pensar en qué medida el conocimiento que generamos permite no solamente comprender, sino también ayudar a transformar el mundo en el que vivimos.
Fabricio Ballarini: En mi caso me topé con una oportunidad de hacer el doctorado: descubrí en cuarto año de la carrera que mis docentes eran científicos y que estaban haciendo investigación, ahí me bajó la ficha. Al principio no me gustó, hasta que conocí de casualidad un laboratorio. Y siempre tuve claro que me gusta mucho contar las cosas que me fascinan, que me deslumbran. Creo que siempre tuve interés en la divulgación, no es que tenía esa vocación desde los siete años de ser Darwin. Llegar a descubrir algo es recontra lindo, pero la ciencia genera una magia de creer que vos fuiste el primero en encontrar algo y es mentira, quizás ya lo había visto un montón de gente. Cuando fui más grande y me di cuenta de que con muy poca plata podía hacer ciencia interesante, me entusiasmé.
En el libro plantean que, para aprender cualquier cosa, además de capacidad intelectual es fundamental la motivación. ¿Se puede contagiar la motivación?
F. B: Aprender cuesta un montón, no todo lo que aprendemos nos interesa, y no todo tiene un feedback inmediato. Todo eso genera una resistencia, una sensación de incomodidad. Por eso, es así: debe haber una enorme motivación.
J. B: Muchas veces hay como una imagen de la ciencia, del conocimiento, que es el científico loco en su laboratorio, haciendo las cosas solo. Eso existe, pero son muy pocos. La ciencia en realidad es un sistema de gente que está haciendo cosas, hay un sentimiento de comunidad, de diálogo, de charla, y todo eso te da pilas para aprender. Creo que es la mejor forma de contagiar motivación.
Ustedes dicen que el amor no es una emoción, es un sentimiento. ¿Cuál es la diferencia entre estos conceptos para la ciencia?
J. B: Las emociones son reacciones instintivas, naturales, universales. Todos los seres vivos más o menos sienten asco, ira o alegría. Los sentimientos son el nombre que los seres humanos le damos a un complejo estado emocional que incluye emociones, hábitos, acciones, prácticas. Vos cuando sentís amor por alguien, puede ser un amor reverencial que incluye miedo, o un amor extático de la alegría, son distintas emociones que alimentan ese sentimiento complejo que es el amor. Al amor no lo podés explicar puramente como un fenómeno biológico, porque está atravesado por el lenguaje.
F. B: Hay algo que deja clara esta diferencia: las reacciones, los gestos de las personas frente a determinado estímulo, que se nota mucho cuando trabajás con animales, que casi siempre suponemos que tienen solo emociones. Dicho eso, si bien el amor responde a procesos químicos (hay patrones que ve la biología), es más complejo de definir. Lo que sí, no tengo dudas de que hay ventajas evolutivas en el amor.
¿Por ejemplo?
F. B: Ahorra mucha energía. El vínculo social te da un montón de elementos por fuera del sentimiento puntual que vos tengas, un montón de sentimientos sociales que te permiten tener distintas oportunidades en la vida para mejorar tu bienestar. La compañía es fundamental: cuando estás muy acostumbrado a estar con alguien, hay decisiones que ya no toma uno, las toma otra persona, lo que te permite liberar demanda mental para hacer otras cosas.
J. B: Ni hablar en términos sociales: te permite ampliar tu clan, tener más gente te permite conseguir trabajo, los recursos sociales se complejizan y se amplían, evolutivamente el amor es buenísimo.
Pero a la vez dicen que el amor desactiva las emociones negativas, el juicio social y la capacidad de evaluar intenciones y emociones de otras personas. ¿Nos hace más vulnerables?
F. B: Y, por lo menos te hace percibir al mundo de otra manera. También es fundamental que cuando pensamos en “amor”, no nos referimos a una única cosa. Existen distintos estilos, algunos como el maníaco posesivo, no te hacen mejor persona, los celos en muchos casos son complementos del amor y son la principal causa de violencia contra las mujeres.
Esa idea también me quedó flotando: lo sesgado de los datos de la ciencia según quién arme y quién participe de cada experimento.
F. B: La ciencia está hecha por personas embebidas en una cultura. Hay una constitución biológica de esas elecciones que tiene que ver con una genética con determinadas preferencias por determinados fenómenos y es imposible luchar contra eso. Cuando hablamos de ciencia, casi siempre hay que plantear un experimento con mucho control para entender cuál es el cambio del fenómeno. Por ejemplo, muchos resultados son el resultado de estudios que se hicieron solo en mamíferos masculinos, es importante no olvidarse ese sesgo. Cuando uno cuenta ciencia, siempre tiene que tomar los resultados entre mil pinzas.
J. B: En el libro tratamos todo el tiempo de marcar estas limitaciones: explicar quiénes participaron del experimento, comentar resultados contradictorios, reforzar que no dejan de ser conclusiones hechas por seres humanos. Aunque no lo parezca, los científicos también son seres humanos (risas).
Para cerrar, la pregunta infaltable a lo largo de todo el ciclo: ¿nos recomiendan libros?
F. B: Hace poco volví a leer a Borges y empecé a encontrar vínculos con cuestiones muy científicas, que cuando lo leí por primera vez no había visto. Me parece muy interesante observar cómo en la cultura, en la ciencia, se dan cruces que no percibimos, y que van a marcar cuál es el futuro. A veces pensamos a la ciencia como un estado metodológico que busca exclusivamente obtener resultados, y no como una construcción cultural que tiene que ver con belleza, con arte, con creatividad. Hace bastante poco, a la vuelta de la esquina en términos de plazos para la humanidad, los grandes personajes eran astrónomos, poetas, naturalistas, todo junto. ¿Cómo hacían tantas cosas? Y la verdadera pregunta es la opuesta: ¿por qué no? Lo que generó la segmentación de las universidades es que nos hicimos muy especialistas de una cosa muy chiquitita. Entonces, volví a leer cosas que había leído con otros ojos y me fascinó encontrar esas ideas que tuve en otros momentos de mi vida, que no se me habían ocurrido mágicamente. Me está gustando releer viejos clásicos que me habían marcado de la juventud para tratar de descifrar hasta dónde me marcaron la identidad sin que me diera cuenta.
J. B: Yo voy a elegir un libro que de alguna forma tiene que ver con lo que estamos charlando que es Fragmentos de un discurso de Roland Barthes. Me gusta mucho porque es un libro de libros: el tipo toma un montón de palabras que están asociadas a los discursos sobre el amor: enamoramiento, desengaño, beso, etc., y en cada palabra va metiendo referencias a distintas obras literarias más o menos clásicas que ilustren algo de todo eso. Se lo recomiendo sobre todo a quienes hagan ciencia dura: después de leer tanto artículo, tanto paper, está bueno que alguien que hable de besos y cosas lindas, ¿no?