La mirada invisible
Jueves 19 de agosto de 2010
Se estrena la película La mirada invisible, basada en la novela Ciencias morales de Martín Kohan.
Por PZ.
-¿Cuál es el secreto de la buena disciplina? -pregunta Biazzuto.
-La vigilancia -dice María Teresa.
-La vigilancia permanente -completa Biazzuto.
-La mirada invisible -comprende ella.
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El ámbito es el Nacional Buenos Aires en 1982. El colegio como un laboratorio que reproduce a escala la opresión que soporta la sociedad argentina. El orden y la disciplina hacen mella en cada persona que entra en las aulas: alumnos, docentes, preceptores, autoridades. La sumisión da seguridad: cada uno sabe cuál es su rol y cómo debe comportarse.
La narración se abraza a María Teresa, preceptora reprimida, poco sociable, que cumple con rigor el compromiso de mantener la obediencia escolar. María Teresa, con todo, está tironeada por dos mundos. Por un lado admira con honestidad a Biazutto, el jefe de preceptores, quien le adoctrina sobre cómo y por qué mantener el orden. Pero por otro lado tiene un sentimiento inclasificable hacia uno de los alumnos: Baragli es un estudiante que está siempre en el límite de la transgresión.
María Teresa pasa tiempo con sus alumnos, con Baragli. Está cerca. En algún momento podrá reconocer el perfume barato que usa. En otro momento creerá distinguir en él un vago olor a tabaco.
-Creo que hay alumnos que fuman en el colegio -le dice a Biazutto y pide autorización para investigar y encontrarlos. Biazutto, que entró al colegio en el '76, quiere confundirse. Fumar en el colegio es un acto de subversión, dice.
María Teresa comienza entonces a encerrarse en el baño de hombres esperando el momento en que pueda atrapar a los culpables. Pero en el tiempo que pasa escondida nace en ella la sensación perversa del voyeur. Claro que en esa Argentina, en ese colegio, todos tienen sobre sí otra mirada que no llegan a percibir.
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Diego Lerman es fiel a Martín Kohan. La película sigue a la novela con ligeros cambios. Cambia, por ejemplo, el contexto: Ciencias morales comienza el 2 de abril, exactamente el momento en que termina La mirada invisible.
Lerman resuelve con solvencia la manera en que Kohan trabaja sobre el mundo interno de María Teresa: la cámara se abraza a ella y la sigue en primer plano durante casi toda la película. Entusiasma la actuación de Julieta Zylberberg, que compone un actuación ideal. Irreconocible para quienes la vieron en comedia, Zylberberg traduce en amagues y gestos velados lo que María Teresa no se permite sentir.
Los actores sostienen una película que se pierde en el celo excesivo de la fidelidad foucaultiana. Las capas de la prosa obsesiva de Kohan -actor de reparto en la película: es el vendedor de vinilos de la casa "Deja Vu"- se resumen en diálogos que caen en el didactismo. Valga el diálogo que abre esta nota como ejemplo. Los primeros 15 minutos explican cómo mirarla. Pasada la media hora, no se esperan sorpresas. El final es fuertísimo y, hay que decirlo, está mejor resuelto que en la novela: esos cuatro minutos valen por los otros 93. Pero hay que llegar hasta ahí.