La decisión de escribir

Jueves 30 de enero de 2025
"Es como si a todo escritor, en algún momento de su vida, se le hiciera dejar constancia de cuándo comenzó": Luis Gusmán presenta su nuevo libro de ensayos, publicado por 17 Grises.
Por Luis Gusmán.
La decisión de escribir no es una justificación; es, más bien, una invención, un tipo de ocurrencia mítica como la que plantea el epígrafe con que comienza este libro. Al final de su Diario, Kafka afirma que el artista pone en juego sus armas. Casi contemporáneamente, Joyce reconoce esas armas bajo tres precisas palabras: silencio, exilio, astucia. Posiblemente esas armas gobiernen el “corazón” de las “decisiones” del escritor. Me valgo de esa materialidad del “espíritu”, para decir que ellas, fundamentalmente, laten con el pulso de la lengua.
Es como si a todo escritor, en algún momento de su vida, se le hiciera dejar constancia de cuándo comenzó. Como si en ese comienzo se cifrara algo único e irrenunciable: la decisión de escribir. Quiero decir: una decisión que va a comprometer su futuro, porque ya comprometió su presente y posiblemente también hipotecó en cierto algún modo a su pasado. Lejos de presentarse como un ceremonioso rito de iniciación, a veces es tan sólo el desarrollo pleno de una minucia, una insignificancia. Y su valor profético consiste en ligar una experiencia vivida a lo que va a decidir un destino.
Es posible que a veces tenga el lugar de una anticipación adivinatoria, otras de una decisión inexplicable; lo cierto es que la decisión depende del cuento de la autobiografía que, como sabemos, es tan mentirosa como verdadera.
Por eso, es en los diarios de los escritores, en su correspondencia, en algún reportaje, en algún escrito autobiográfico se pueden encontrar rastros, pistas, indicios (todas palabras que alguna vez fueron el título de una colección de novelas policiales) desde los que se puede capturar esa huella que el escritor dejó en testimonio de lo que podría leerse como un destino anunciado.
En otras ocasiones, el caso de Faulkner es ejemplar, existe algo así como una segunda ocasión en que explícitamente se confirma retroactivamente aquel momento fundante con un carácter mítico. La anécdota, la minucia y el incidente pasan entonces a formar parte de la biografía del escritor. O, mejor dicho, de esa otra vida que es la que se teje en el revés de trama de la obra.
No soy un mitologista. No he buscado develar ese truco que hace al mito en su formulación. He preferido situar ese mito de la decisión no en las fechas sino en los momentos en que adquiere visos de acontecimiento inaugural. En tal sentido, el lugar otorgado a esa decisión están arbitrario como aquel en que cada escritor decide situarla biográficamente. Para ser justos con la decisión, habría que definirla desde el título de un gran libro de Octave Manonni: “Un comienzo que no termina”.