“A veces soy una karateca con la escritura”
Jueves 13 de junio de 2024
La escritora Gloria Peirano, autora -entre otros libros- de Miramar y de La ruta de los hospitales (Ed. Alfaguara) fue entrevistada en el ciclo Eterna Social Club. El próximo 26 de junio será entrevistada Claudia Masin.
Por Anne-Sophie Vignolles.
No es fácil entrevistar a Gloria Peirano. Primero, porque ha dado muchas entrevistas y es difícil ser original con alguien que ha dicho tanto. Y además porque ella es múltiple, multifacética, mucho, todo.
La presentamos: Gloria Peirano es licenciada en letras por la UBA. Como novelista publicó los libros Miramar, publicado por primera vez en 2012 y reeditado 10 años después. Las escenas vacías (Ojo del Mármol, 2016), Manual para sonámbulos (UNLP, 2019) y La ruta de los hospitales (Editorial Alfaguara, 2019).
Es docente en el Laboratorio de Escritura Académica (LEA) en la UNTREF y profesora adjunta en la misma Universidad de la materia Textos Académicos en la carrera de Gestión del Arte y de la Cultura. Es profesora titular de Morfología y Sintaxis en la carrera Licenciatura en Artes de la Escritura de la UNA. Pero, además, es coguionista y codirectora, con Gustavo Fontán, de la película El piso del viento, que salió en salas en el 2021. Multifacética, dijimos.
Todo parece ligero y nada es ligero en Gloria Peirano, como si nos colocara a los lectores al borde. Estamos como mirando acá, mirando hacia abajo, hacia el abismo, o hacia adentro, porque también nos invita a mirar hacia adentro. En francés, eso se llama mise en abyme, como un sistema de mamushkas que las abrís, las bajás, las encerrás, las mirás una por una, después las volvés a armar. Y ese trabajo lo hace con la precisión de la lengua, que en su caso, es como un idioma aparte.
¿Por qué escribís, si es que lo sabés? ¿Por qué elegiste la escritura? ¿O por qué pensás que te eligió ella? ¿La escritura como tu modo de estar en el mundo?
Yo creo que hay siempre una ficción que la autora se arma alrededor de esto, del origen de la escritura. Es un relato también. La ficción es un relato. Es como si fueran capas y capas y capas. Una se arma una ficción del origen. La relación con la escritura va cambiando mucho a lo largo de la vida. Y en mi caso, y en este momento, es muy diferente de cuando escribí otros libros. Estoy en un momento de bastante inseguridad. Es brava la escritura, es un camino bravo.
Entonces, lo primero que puedo responder es: la verdad no sé, hoy no sé. ¿Pero así se escribe, ¿no? O al menos así escribo yo. La primera vez que yo escribí fue cuando se murió mi papá. Por eso para mí la escritura es muy, muy visceral, muy central. Yo tenía siete años cuando mi mamá me dijo que mi papá se había muerto, lo primero que hice fue escribir una carta, pero más que carta fue una suerte de un informe médico, como un reporte a una persona que se llamaba señor F. Y escribí todos los pormenores y las medicaciones que yo había escuchado, que eran completamente otros nombres, medicaciones o rayos. La tengo, por supuesto. Y ese fue el inicio para mí de la escritura.
¿Cómo fue reencontrarte con Miramar para volver a publicarlo décadas después de su escritura? ¿Volvés al texto como lectora y después te pones en la piel de la escritora? Hay un doblez un poco esquizofrénico...
Sí, es un poco esquizofrénico. Yo salí un poco de esa esquizofrenia porque tomé una decisión, ayudada por Julieta Obedman, la editora, que me dijo que no corrigiera nada, no podía viajar 20 años atrás, me iba a embarcar en un viaje algo autobiográfico. A veces soy una karateca con la escritura. Tomo decisiones fuertes, a veces equivocadas y a veces no. Esta fue buena, tomé la decisión de casi no corregirla.
¿Cómo fue la decisión de escribir en segunda persona en La ruta de los hospitales?
La voz me salió así, era en segunda. Pero además era una voz que se lo sabía todo, por lo tanto también está instalada como una falsa primera, porque sabe todo lo de la hija, habla por la hija, es como un oráculo esa voz, muy poderosa.
Tener una voz es tener mucho, no digo que sea tener la novela, pero es mucho.
Las voces más complejas son voces que me habitan. Y creo que yo de alguna manera recuperé en el imperativo y en todas las modalizaciones de esa voz tan fuerte, tan poderosa, algo que yo tengo, digamos, que es cómo nos habitan las voces de las mujeres de nuestra vida y cómo nosotras las mujeres somos, incluso las que somos madres, también voces para otras…
Quería hablar un poco de la docencia. “Yo no enseño normativa”, dijiste, “enseño sintaxis, que es un teatro, un drama del lenguaje”. ¿La gramática, la construcción de una frase, nos ayuda a entender el mundo?
Nos ayuda a pensar. No podemos pensar, no podemos sentir sin la sintaxis. Y en cada lengua particular se manifiesta de diferentes maneras. La gramática es una disciplina, una belleza absoluta. Y la manera de percibir el mundo tiene que ver con cómo está estructurada nuestra sintaxis. Esto es algo enorme.
El español es “una lengua de conquista”, como dicen los lingüistas. Pero yo ahora estoy dando una novela que trabaja en la zona de contacto entre guaraní y español y cómo son las estructuras contrastivas y el modo de ver el mundo de los hablantes de guaraní es otro completamente distinto. Se da una transferencia lingüística entre guaraní y el español y aparecen entonces otros objetos en el mundo.
¿Qué te da el lenguaje audiovisual que no te da el lenguaje escrito?
Ahora, Gustavo (Fontán) y yo estamos con un nuevo proyecto: la adaptación de Hospital británico de Héctor Viel Temperley. Ya empezamos con el rodaje y tenemos declaración de interés del INCAA (pero no sabemos si nos van a dar la plata o no, pero ganamos, cuento estas cosas porque bueno, es importante también saber en qué punto está todo esto). El cine es un mundo increíble. Es muy colectivo y es un trabajo en equipo precioso, muy diferente de la escritura (muy solitaria). Lo que tiene de muy diferente es el proceso creativo: uno va a filmar y tiene un material, qué sé yo, de ocho horas de rodaje y ese es el material con el que tiene que trabajar después en el montaje, bueno, cualquiera que haga cine, esto es una cosa muy básica. Para mí que soy escritora, eso es un problema, porque para mí el material es infinito: si yo quiero es la noche, el día y muchas veces no quiero que termine nunca la escena del rodaje, me tienen que parar porque quiero filmar y filmar para que después no me falte cuando ellos, Gustavo sobre todo, está acostumbrado a ese otro rigor, el de la sintaxis, de la realidad o sea, no podés filmarte, no sé, bueno, se ha hecho, y seguir y seguir… Si el lenguaje me lo permite, no tengo que concertar con el lenguaje. Pero acá tenés que concertar con el clima, la guita, que el cine necesita mucha plata, el actor, qué piensa la fotógrafa… Es un desafío.
Antes de irnos, vamos a hacer un breve “ping pong de preguntas y respuestas”. La idea es que respondas sin pensar. ¿Cuál es el olor y el sabor de Buenos Aires para vos?
El olor y el sabor del otoño.
¿Cuál es el olor y el sabor de la infancia?
En blanco y negro.
Escribir es un lujo, un espacio de libertad (en el mejor sentido de la palabra, por favor), o un sacerdocio.
Es una servidumbre.
¿Qué tal te llevas contigo misma a la hora de escribir?
Mal.
¿La literatura puede salvar al mundo?
A mí me salvó la vida.
Leopoldo Brizuela decía que los mejores escritores son los que dan ganas de escribir. ¿Estás de acuerdo?
Sí, absolutamente.
¿Cuáles son, para vos los escritores que, en su momento, te dieron ganas de escribir?
Borges, Doris Lessing, Alice Munro, Anne Carson, Arnaldo Calveyra, Juan L. Ortiz, Diana Bellessi, Mirta Rosenberg, Hernán Ronsino, Jorge Consiglio, Alejandra Kamiya…
Para terminar: Liberté, egalité o fraternité, ¿que elegís?
Redistribución de la riqueza.