Soy marrón
Valeria Mussio
Viernes 10 de octubre de 2025
Compartimos el cruce epistolar del Filba entre dos artistas que vienen de lugares muy lejanos, comparten un color y con él, una identidad: Florencia Alvarado y Sheena Patel.
Querida Flor:
Antes de escribir Soy fan, ser marrón era como ser invisible. También significaba exclusión y dificultades. Hubo un breve momento en el que ser parte de una minoría parecía algo bueno, que nos estaban empujando al frente de la fila, pero ahora creo que eso se ha terminado. Hemos vuelto al statu quo. Últimamente he estado intentando escribir guiones y noto que las plataformas de streaming y las cadenas de televisión han cambiado lo que quieren encargar. Quieren historias sobre hombres y quieren historias sobre personas blancas otra vez. Escribo esto en un contexto de aumento de la retórica antiinmigración en el Reino Unido. Protestan contra los solicitantes de asilo que están recluidos en hoteles y ondean la bandera de San Jorge por todas partes generando mucha violencia. Por otro lado, hay protestas pacíficas a favor de Pales*ine A*tion —me da miedo incluso decir su nombre porque cualquier referencia a ellos podría hacer que me arrestaran—, en las que personas mayores (en su mayoría), aunque esta vez vi a gente más joven, sostienen carteles en los que dicen que los apoyan y están siendo arrestadas en virtud de la ley contra el terrorismo. Lo hacen para protestar contra el genocidio que se está produciendo en Palestina, pero también por la libertad de expresión y el derecho a la desobediencia civil.
Cuando se aprobó la ley, una docena de personas mayores sostuvieron carteles y fueron arrestadas, en la siguiente protesta arrestaron a unas 500 personas y en la protesta a la que asistí el sábado arrestaron a casi 900 personas. Me conmovió mucho ver a las personas mayores y a los usuarios de sillas de ruedas, y la paz que se reflejaba en sus rostros mientras se los llevaba la policía. Lloré. Fue muy aterrador y yo tengo demasiado miedo para hacerlo, pero me sentí impresionada por estas personas tan normales que salieron a protestar. Me siento muy incapaz de estar a la altura de las circunstancias. Vemos películas de superhéroes en las que la gente se enfrenta al desafío, en las que se enfrentan a todas las adversidades para vencer a las fuerzas del mal, pero yo no puedo hacerlo. Quiero crear arte sobre ello, pero no creo que sea lo que se necesita ahora. Al ser morena en Occidente, en el Reino Unido, y hablar inglés con fluidez, me siento abrumada por mi privilegio y por el terrible poder que se ejerce e inflige en todo el mundo, lo cual es una respuesta patética. ¿Por qué yo también me siento víctima?
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Querida Sheena, espero te encuentres bien, me quedé pensando en estos días cómo responder a tu escrito, tristemente no me llaman la atención las similitudes respecto a los panoramas sociales aunque nos encontremos en distintas partes del mundo.
La vuelta al statu quo parece ser un hecho. La fagocitación de los reclamos de diversidades, disidencias y feminismos por parte de un sistema que lo deglutió y desechó con velocidad. O eso es lo que nos quieren hacer creer. Hay un germen que se gestó y que a su vez generó una respuesta a ello. Creo que debemos aferrarnos a lo que se gestó en ese momento para reencontrarnos con lo construido, con los nuestros, y organizarnos para reinventarnos como siempre hemos sabido hacerlo.
Acá en Argentina la percepción de los inmigrantes me recuerda a los 2000, donde se los culpabilizaba por la crisis económica, por venir al país y acceder gratuitamente a la salud y educación, acusándolos de querer tener hijos en el suelo argentino únicamente para cobrar planes sociales. Por supuesto que cuando nos referimos a personas de otros países no se refieren a las personas que vienen a Buenos Aires y se alojan en los Airbnb de las zonas más acaudaladas de la ciudad. El problema es con los inmigrantes provenientes de países limítrofes (Bolivia, Paraguay, por ejemplo), los que tienen ascendencia indígena, piel marrón y no tienen capital económico, de esas personas se usan sus nacionalidades como insultos.
Esta es una portada de una revista que circuló en 2001, pleno auge de la crisis económica en el país:
Y esta es una captura de pantalla de este año de uno de los canales de noticias más vistos. La bandera que tiene la persona en la espalda parada frente a la puerta de un hospital es la bandera de Bolivia, país del que son oriundos mis padres.
Mencionas a las personas mayores y no puedo evitar pensar que acá todos los miércoles sufren represión policial en las marchas que realizan para reclamar el aumento de las jubilaciones, las cuales son bajísimas, además el gobierno les quitó los medicamentos y distintos beneficios por cuestiones de salud. Todos los miércoles se reúnen frente al congreso para reclamar al Estado por la desidia que afrontan y todos los miércoles son atacados con gas lacrimógeno; la violencia policial no distingue por edades.
Querida Sheena, la culpa parece ser un tema recurrente en nuestras vidas, un mecanismo aleccionador por el cual nuestros cuerpos y mente han sido moldeados. Me encantaría decirte que no la sientas y así estés mejor, como si fuese sencillo, como si afuera el mundo no ardiera, la colonización no continuara y a la vista de todos nosotros. Deseo que la indiferencia no reine en nuestras vidas. Me aferro a la posibilidad de generar lazos con los nuestros y con otros, tejer redes de afecto que nos recuerden por qué vale la pena resistir día a día. Desconozco lo que es tener privilegios, atravesé por instituciones educativas y artísticas con prestigio, pero al regresar a mi casa volvía a un barrio con calles de tierra, sin cloacas, y erguido sobre un terreno que solía ser un basural, en el que decidieron construir un barrio. Un lado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que la gente, las cámaras y la historia prefieren no darse vuelta a mirar, pero que existe y en el que habitan personas. Al final del día, soy una hija más de esa realidad. ¿Cómo se me ocurre elegir el arte en ese contexto? Creo que saco la fuerza del ejemplo de mis padres, de las mujeres de mi familia, quienes han venido a este país sin estudios, sin clase social que los avale, sin dinero, y han sacado adelante a sus hijas, han sabido sostener sueños ajenos y propios día a día. Mi refugio es la fuerza con la que han sabido construirse cotidianamente, construir su propia historia y es esa fuerza la que me da la esperanza de que un futuro mejor es posible.
Para mí ser marrón fue poner en palabras aquello que no estaba mencionado. En el imaginario social se comprende lo indígena desde una mirada que lo posiciona en la lejanía geográfica, inexistente en la ciudad, o incluso exterminado en Argentina, cuando la realidad es otra. ¿Qué pasa con las personas que no pueden acceder a su historia o al árbol genealógico que la colonización les arrebató? ¿No existen? Mientras el limbo identitario opera como un lugar ambiguo que se siente como único destino, hablar de lo marron funciona como una puerta que se abre para entender el contexto. Personalmente me posibilitó entender mi realidad, la de mi barrio situado en las periferias de la ciudad, el rol que ocupaba cada vez que me atrevía a ir en contra del destino que se le asigna a las personas marrones en Argentina. En el arte me posibilitó el empezar a concebirme como artista dejando de ser musa u objeto de estudio como único destino, hablando en primera persona. Eso es el resultado de una construcción colectiva, la consecuencia de empezar a organizarnos para fantasear y tratar de hacer posible otra historia.
Me gustaría preguntarte cómo comenzaste vos personalmente desde la escritura, si siempre te concebiste escritora y cómo comenzó 4 brown girls who write.
Te abrazo
Flora
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Sheena a Flor
Mi madre hizo algunas oraciones por mí hace unas semanas, llevó a un sacerdote a la casa para que pudiera librarme de cualquier cosa que me estuviera bloqueando. No soy particularmente religiosa, pero creo en las personas y creo en el amor y supongo que creo en una energía. Me dio mucha vergüenza tener que hablar en sánscrito, con esas partes de llamada y respuesta, y tuve que hacerlo delante de mis padres, del sacerdote y de un chico joven que tenía una mirada tan penetrante que podía imaginarlo pensando: ¿quién es esta extraterrestre que no puede hablar su propio idioma? Era casi como si estuviera mirando su propio futuro. Para mí toda la situación fue como rendir un examen, pronunciando palabras que nunca había dicho antes frente a otras personas, como dar una función de danza sin ensayo previo —casi como un sueño de ansiedad. ¿Cuál es tu vínculo con tu lengua y con tu religión? ¿Cómo es comunicarse a través de una intérprete? ¡Y cómo será para la intérprete!
Esa portada de “La Primera” es terrible, tan racista; incluso el ángulo de la cámara hace parecer que el hombre de la tapa tiene más poder que tú, significa amenaza… ¿y por qué está desnudo? ¿Se supone que es para asustar a las mujeres y poner a los hombres en modo territorial? Con los migrantes aquí, y con los hombres (y algunas mujeres) que protestan frente a los hoteles, este miedo a lo que pueda suceder con mujeres y niños se usa para azuzar la violencia, aunque en realidad muchas veces, quienes protestan son los más propensos a cometer violencia doméstica. Los hechos no parecen importar en estos tiempos: vivimos en un orden global basado en las vibras.
Nunca he estado en Sudamérica, nunca en ningún lugar de ese continente, y cuando pienso en lo grande que es, y en el poco tiempo que estaré, me siento como una occidental devoradora. Tengo curiosidad por el país, por ese pequeño fragmento que llegaré a ver. Pensando en lo que dijiste sobre volver a casa, al polvo, y cómo tu madre te crió, ¿resentís a los occidentales que van a tu país en busca de “autenticidad”? ¿Y qué significa o implica eso para ti? Durante un tiempo vi en Instagram que mucha gente iba a Brasil porque era “el nuevo lugar de moda”; ¿has visto aparecer a esa especie de “nómade techno”, esos jóvenes que quieren beneficiarse de sus sueldos altos en un país que no es el suyo porque pueden trabajar de manera remota? ¿Cómo ha cambiado esto a la ciudad o al país (si es que eso también sucedió en Buenos Aires)? Creo que lo marrón solo se define por lo que no es; es el telón de fondo: quieren la comida, la cultura, pero no a las personas. ¿Quiénes son ese “ellos”?
4 BROWN GIRLS WHO WRITE fue un colectivo en el que participé (no sé si hablar de él en pasado o en presente). Las cuatro queríamos escribir y no queríamos esperar a que la industria editorial nos descubriera, sabíamos que era inaccesible, así que simplemente nos autopublicamos e hicimos nuestros propios eventos. Estuvo buenísimo. Había muchos espacios que querían que pasaran cosas y la gente estaba abierta a ello, pero ahora mismo, muchos han cerrado y se han convertido en departamentos —que es en lo único en lo que aquí, en Londres, todo parece transformarse—. Amo esta ciudad y al mismo tiempo odio no tener voz sobre lo que pasa en ella.
¿Cómo llegaste a la escritura?
Soy muy cauta con posicionarme en una narrativa de “víctima”; no es que piense que vos lo estés haciendo, pero en mi caso siempre quiero saber de qué manera soy cómplice de los sistemas de los que formo parte.
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Hola, Sheena! Espero que haya funcionado esa ceremonia de limpieza. En cuanto a la religiosidad o creencias hay dos celebraciones andinas que espero con ansias todos los años. Una es Alasitas que en aymara significa “Cómprame”, y, la otra es Todos Santos. En Alasitas se compran miniaturas de las cosas que se desean: casas, títulos universitarios, autos, billetes de avión, entre otros. Luego se bendicen por un yatiri o chamán. Es un momento de intencionar y proyectar un futuro para los que somos de clase popular. Y, por otro lado, Todos Santos es la festividad que recibe a los seres queridos que han fallecido. Armamos un altar decorado con flores en el que se ponen sus fotos, y cocinamos pan para recibir sus espíritus en esa fecha. Obviamente creo y practico otras ceremonias de la cosmovisión andina como el año nuevo (Inti Raymi), pero te escribo sobre estas dos porque son las que más me atravesaron. Para mí, una celebra los deseos y la otra celebra un amor que es capaz de atravesar barreras físicas y temporales.
Así se ve un puesto donde se compran las miniaturas en la feria de Alasitas, me fascinan:
Y este es el altar que armamos el año pasado para Todos Santos:
Voy a introducir mi relación con la lengua que hablo, el español, mencionando la lengua originaria de mis padres: el quechua. Cuando era niña, en las reuniones familiares si había un tema “de adultos” que hablaban entre mi madre y mi tía, lo hablaban en quechua, como si fuera una lengua que resguarda secretos. Desafortunadamente no sé hablarlo. En la época en la que ellas iban a la escuela en su comunidad Apacheta, en Bolivia, se castigaba y humillaba a los niños que hablaran en esta lengua, estaban obligados a hablar en español. Me gustaría aprender, no lo siento como una deuda, sino más desde el lado de la curiosidad y el cariño. ¿Cómo fue tu relación de niña con el sánscrito?
Hace unos años estuve en Londres, recuerdo esa sensación de querer ganarle al tiempo para devorar la ciudad en pocos días. También recuerdo irme con la sensación de que todavía me faltaba mucho por recorrer. No hay enojo o resentimiento con ningún grupo en particular, el enojo en todo caso tal vez podría ser con las estructuras, con el sistema, con las injusticias. Antes sentía vergüenza por ese enojo, hoy lo celebro y trato de hacerle honor, porque esa rabia me hizo querer construir activamente otra realidad. Sería raro no sentirla o negarla, así que la abrazo y la dejo ser como una parte de mi motor para crear.
Si bien existe la reciente airnnbización de algunas zonas y tiene impactos sobre los precios de los alquileres, no es el único factor que modifica las dinámicas sociales y económicas de algunos barrios de Buenos Aires. Los desarrolladores inmobiliarios y el Estado también son partícipes de este fenómeno, donde el suelo urbano que es apropiado por el sector privado produce que el costo de vida aumente, generando el desplazamiento de sectores desfavorecidos. Mencionaste que algunos de los lugares en los que te invitaron a armar cosas con 4 Brown Girls ahora se habían convertido en departamentos. ¿Percibís que es por un proceso similar? ¿Cuáles son esas cosas que te generan contradicciones y te hacen amar y odiar tu ciudad a la vez?
Me gusto mucho la frase “poder encontrar la forma de crear la oportunidad”, siento que me atraviesa. No sé si me considero escritora, soy artista visual y activista en el Colectivo antirracista Identidad Marrón, un colectivo que reúne personas marrones, descendientes de indígenas, hijos de campesinos y migrantes que buscan crear herramientas para debatir sobre el racismo estructural en Argentina. El colectivo tiene distintas áreas de trabajo: jurídica, educativa y artística. Me encuentro trabajando en el área de artes visuales, donde junto a colegas gestiono talleres, y en algunas ocasiones he curado muestras, o participado en el desarrollo de obras colectivas, entre otras cosas. Gracias a ese espacio pude ver que nacer hija de migrantes y en un barrio popular, no fue un impedimento para entenderme en lugares que no estaban pensados para gente como yo. Me hizo saber la importancia de los accesos y las oportunidades, y que frente a las barreras socio-económicas, la organización colectiva es la respuesta para generar esas oportunidades con las que no nacimos. Me gustaría preguntarte, ¿cómo fue que se encontraron 4 Brown Girls? ¿Cómo fue su primera experiencia autopublicándose?
Abrazos!