Flor y los cactus y la tridimensión
Jiniva Irazábal / Filba
Jueves 16 de octubre de 2025
La bitácora de Romina Paula en el último Filba Internacional nos trae una visita a un herbario, un viaje en taxi, una visita internacional y el poder de la vida aferrada a la vida.
Por Romina Paula.
¿De qué se compone un presente? ¿Cuántas cosas se intersectan en él? ¿Interseccionan? ¿Intervienen? ¿Superponen?
Cristóbal María Hicken fue un botánico argentino de fines del siglo XIX. Discípulo de Eduardo Ladislao Holmberg, otro naturalista y escritor argentino, del mismo siglo.
En 1911 Hicken instaló en Acassuso, partido de San Isidro, un herbario y una biblioteca particular que llamó Darwinion; que con el paso del tiempo se convirtió en un reconocido centro botánico de Conicet. Su biblioteca llegó a reunir 10000 volúmenes, y su herbario más de 150 mil ejemplares de plantas.
Jon, Flor y yo llegamos al Darwinion una tarde de sol de primavera. En el auto Flor y yo hemos forcejeado en una serie de semáforos con la ventanilla del lado del acompañante que ocupo. El auto es de su madre, el suyo entró al mecánico la noche anterior, el de su madre la salva pero tiene sus mañas. Flor, al volante, me explica cómo manipular el vidrio. Debo empujar hacia arriba y hacia atrás y ella sube la ventanilla desde su botón. Lo intentamos un par de veces, no ejecuto bien el movimiento de hacia arriba y hacia atrás, la ventanilla cada una de esas veces vuelve a enfundarse, nos reímos. En un semáforo finalmente Flor se estrecha por encima de mí, ejecuta el efecto ese que me venía pidiendo pero con pericia, ahora que lo veo lo entiendo, la ventanilla sube, podemos avanzar. Flor, también, ofrece caramelos. Trae junto a la palanca de cambios una bolsita de caramelos duros, de forma de gajo de fruta, acepto uno, Jon no, son intensos en su tamaño, antes de disolverse sobre la lengua ocupan gran parte del paladar. Elijo el único blanco, que suele ser de ananá en la convención entre frutas y los colores que las representan. Flor dice que prefiere comer caramelos a tomar café para estar despierta al volante. Flor se presenta como chofera. No chofer, chofer no, chofera dice que es. Y que escribe también, que escribe poesía. Cuenta que volvió de estar viviendo en Méjico algunos años y que ahora está acá, trabajando de chofera, hasta que decida qué hacer, si quedarse, si volver. Que por ahora vive en un departamento con luz pero sin sol directo y que por eso tuvo que readaptar su jardín amigo a plantas de sombra. Las de sol se las deja a su ex. Pero eso ya es parte de la conversación del regreso. A la ida también averiguo que Jon Bilbao vive en Bilbao ahora mismo pero que ni nació ni se crió ahí. Que de niño hablaba y entendía el vasco pero que ya casi que no aunque la escolaridad de sus hijos transcurra en vasco absoluto. Coincidimos con Flor en que Jon Bilbao parece un nombre de ficción. Podría tratarse del alter ego de este Jon en alguna de sus novelas. También descubrimos que es la primera vez de Jon en nuestro país y nuestra ciudad y eso nos hace gritar al unísono. Jon aterrizó hace un par de horas nomás, de ese vuelo eterno, y estas son sus primeras impresiones en nuestra ciudad. Por nuestro grito, creo que eso nos entusiasma. Nos da una sensación de trascendencia, de inauguración. En un momento, cerca de nuestro destino, circulando por la Avenida del Libertador, le señalo a Jon que mire hacia la derecha por una de las calles perpendiculares, si mirás ahí al fondo vas a ver el Río de la Plata, Flor baja la velocidad, Jon mira, pero lo cierto es que lo único que se ve al fondo, barranca abajo es un trapecio invertido marrón, un cajoncito de marrón en el horizonte, Jon se ríe, fue lo contrario de heroica esa imagen, que así recortada, para quienes conocemos la orilla del río abierto, representa lo que conocemos, pero que, como única muestra de aquello que pretende representar, no es nada válida.
Y no lo sé aún entonces pero ese será en gran parte el tema de la tarde en el Darwinion, un poco algo que podria llamar una Synechdoque, o la parte por el todo: si esos dibujos que hace Marcelo Moreno, nuestro anfitrión, ilustrador del Darwinion, representan fidedignamente al ejemplar o no.
Marcelo es quien nos recibe en Acassuso, la casa de Hickens que se convirtió en centro de estudios y herbario nacional. Marcelo nos explica que son pocos hoy en el edificio porque se realizan unas jornadas de botánica en Mar del Plata y la mayoría está allá. Marcelo, junto a Francisco, de quién solo conoceremos algunas ilustraciones, son los responsables de dibujar los ejemplares del herbario para acompañar ese registro con su ilustración más fiel. Para eso usan tinta china, y/o un programa de computadora. Observan los ejemplares bajo lupas e intentan devolverle a la planta el volumen que ha perdido al ser deshidratada y aplastada. Dice Marcelo que su dibujo del ejemplar completo, entonces, de algún modo, no existe para el ojo humano, o para el de la cámara, que solo puede regsitrar al mismo tiempo un único punto de vista. El intenta, si entendí bien, darle una tridimensionalidad al dibujo, que la foto no puede tener, ni mucho menos el ejemplar sin vida entre dos hojas. El trabajo del Marcelo es meticuloso, preciso, fascinante y profundo. En relación a esta idea del punto de vista, de la reconstrucción, de la representación, de la clasificación.