No Ficción

Un retrato de Ricardo Zelarayán

En los diarios de Laura Estrin

Tomados de Memoria irreversible (Años Luz Editora) de Laura Estrin, estos extractos de sus diarios ofrecen, en sistema, un retrato del autor de La piel de caballo y La gran salina, nacido en 1922 y fallecido en 2010.

Por Laura Estrin.

 

Los verdaderos retratos de Zelarayán que he escrito desde que lo conocí están en el Prólogo a Lata Peinada (Ed. Argonauta, 2008), en Zelarayán (Biblioteca Nacional, 2015) y en El viaje del provinciano (Ed. Leviatán, 2018). Lo que aquí comparto son las entradas de mi Diario referidas a él", se lee en una nota al pie en el arranque.

A su vez, tomamos sólo algunas pocas entradas de este diario para reproducirlas aquí:

 

 

 

1999

10 de junio

Las cartas se escriben para remendarse, me atreví, le mandé una carta a Zelarayán.

 

 

23 de junio

El día: Gris, marrón, dolor entre la garganta y el estómago.

H. S., Zelarayán en La ópera y El estaño y G. S.

H. S. dijo: “... y la señora de al lado tiene más... más vasos, más copas, una toalla nueva, velas, bajorrelieves de velas, patos, porcelana”: una quedada con el gato, un regalo. Hay hombres que hablan en los bares, ellas, a veces, se ríen cuando están con esos hombres. Los hombres que hablan hablan en los bares de ellos, naturalmente.

Anochece en el centro de Buenos Aires, vuelvo, voy a escuchar (por primera vez) a Satie —que ahora está como trabado, cuando transcribo esto. Hablo de quien lo ha nombrado (por primera vez para mí, Zelarayan); que ha contado amores, un beso no dicho, un beso-tapa la boca (éste es el que Zelarayán dice que le dio a Alejandra Pizarnik, en un comedor, sentados de espaldas, para hacerla callar), anécdotas en lo que cada vez me parece más una sola familia. Golpes, moscas, tocan a alguno de la misma familia y a otros conocidos míticos. (Dar los nombres es subir alto, verguenza).

H.S. me dice que saque la palabra y describa; situaciones, aforismos y brevísimos relatos —dice Zelarayán. ¿Por qué estoy allí? Una vez dije o respondí: “se me pegan siempre los locos”, se lo dije a Hebe Uhart yendo a Quilmes a una presentación de Liliana Guaragno. Ana era chiquita. Me salva hoy mínimamente la vida G. S., la literatura —palabra que ya puse muchas veces.

Encantadora —me dijo—; luminoso —dice H. S. Para una mujer, para un libro.

 

El día no alcanza, se oscurece entre robos y más libros. Intento recuperar partes enteras que me dice, también traqueteando, Zelarayán entre La ópera y El estaño:

“Ser”

“Saludo —no es quien creo.

Cuando me saludan, no soy quien creen”.

Y, también, “el perro en el tráfico y la mujer como una araña atropellada”, todos pedazos de un relato que me gusta, que querría leer pero que se me da por la voz.

“Si llamás a licitación, me anoto” —dice entre divertido y portavoz de yoes acentuados largos.

 

 

25 de agosto

Uno abre una zona y en ella escribe, uno lee y escribe. Contra viento —hoy hace viento y frío. Debo decir que tengo poca marea, se entiende.

Hoy veo todo mejor, repaso algunas puntas del Diario para “Una estampa de Ricardo Zelarayán”: ¿se enoja o no? (después me dice que lo que quiere es que yo no pase un papelón). Está por llover, voy a La Ópera, donde gritamos —Zelarayán está muy sordo— igual nos miran.

Voy a buscar una lanería a Once. Lanera Azcuénaga compruebo que no existe más.

 

 

30 de septiembre

Cada vez más difícil hablar con Zelarayán, el usteo persiste y...

 

 

27 de octubre

De nochecita, presentación del libro de Zelarayán. Comemos con Luis Thonis y una amiga postdoctorada en Yale con libro, otro alguien con su tontería mediana (“Zelarayán es nuestro Charlie García”) y J. Q., Zelarayán, C. S. y yo en El navegante. Peleamos sobre la obra de Zelarayán que sordo con audífono no puede entender nada bien. 

 

 

27 de noviembre

A la mañana, llama H. S., llama Zelarayán. Parece que H. S. ya me condena en su Diario, yo lo hice simultáneamente con él. Zelarayán, sordo, aventura sobre su depresión, sobre la nota que le sacan en el suplemento por la reedición de La piel de caballo: “lleno de pavadas que quedan bien” —dice.

 

 

17 de diciembre

Viernes, llama Zelarayán, dice que quién es A. S. que dice pavadas en la revista de rock sobre La piel de caballo: “ven un caballo y leen gauchesca, no leyó el libro, se guía por lo que le dijeron... “la piel de caballo”, una imagen infantil que conservo” —me dice.

 

 

2000

5 de junio

Hoy anoto que llama Zelarayán: dos avisos. Presentación de Juana Bignozzi y él lee en Babilonia el miércoles.

 

 

Viernes 4 de agosto

Llama Zelarayán. Tiene que grabar unas poesías para un disco. Dice que “su departamento de sirvienta” le es imposible para hacerlo, le ofrezco, un día a la mañana, que lo haga en casa. Agradece pero es lejos, se queja. Insiste en que si escuché lo de él en Internet. Tengo rota la computadora.

 

 

Lunes 13 noviembre

Presentación del libro de Bela: Zelarayán, si no se durmió, escucha, al lado mío. Dice que me pasará algunos libros, no tiene lugar en su biblioteca, ni tiempo de vida —dice juguetón. Entra una negra, hermosa, joven, Zelarayán al oído me dice: “Sábanas blancas para una mujer negra, sábanas negras para una mujer blanca” —dice que es de un libro de aforismos suyo que tildaron de racista.

 

 

2001

Martes 13 de marzo

A la siesta, con mate, calor y tiempo, mientras sigo tras las huellas de Álbum, llama Zelarayán, nos entendemos hasta que nos entendemos mejor, dice que está muy enfermo, de muerte, para asustarme tal vez. Se ríe. Dice que me vuelve a llamar.

 

 

 

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