Columnas

Nada es lo que parece

En esta nueva entrega de Hernán Ronsino, una lectura de Ta loco aquel que quiera tu corazón de Carlos Bernatek (Fondo de Cultura Económica). 


Por Hernán Ronsino.



“¿Qué harías si tuvieras guita, si de pronto te cayera una montaña de guita inesperada?”

Carlos Bernatek es un narrador notable. A fines del año pasado publicó su décima novela. Un libro que sigue ampliando la saga que comenzó con La noche litoral. Se repiten, así, algunos personajes, por ejemplo, Ovidio Balán que fue protagonista de las anteriores y ahora funciona como personaje lateral pero, a la vez, es fundamental para contener y apoyar no solo al protagonista sino al movimiento de la trama.  

Ta loco aquel que quiera tu corazón es el título de esta novela que viene de “Imposible”, una hermosa canción de Fernando Cabrera. La novela abre con una escena que condensa la clave de todo el sistema narrativo: Bicho Urdaneta, el protagonista, cinco minutos después del amanecer, luego de haber pasado una noche lujuriosa, atropella a un ciclista que tiene un bolso con mucha guita, muchos dólares, y decide quedarse con el bolso y rajar dejando al ciclista tirado en el pasto del parque.

La escena inaugural de inmediato remite al famoso cuento de Elvio Gandolfo, “Estrategia”, publicado en Ferrocarriles argentinos. En ese cuento el protagonista, Don Lope, es un barrendero que después de pasar por delante de un banco donde, por descuido, han dejado unas bolsas con dinero, sin saber bien por qué, la sube a su carrito de la basura y se la queda por unos meses. No hace nada con la guita, no la consume y eso que la necesita: Don Lope vive solo en un rancho muy precario. Apenas se entretiene imaginando cosas. Hasta que, cuando el comisario le empieza a rodear la manzana, una noche Don Lope decide desprenderse de esa guita y la tira al medio de la laguna. 

En la novela de Bernatek, en cambio, ocurren otras cosas, cosas más complejas que en el cuento de Gandolfo: Bicho Urdaneta al descubrir ese fangote de plata, después de atropellar al pibe, está entrando, sin tenerlo muy en claro, en un sistema. La decisión de quedarse con el bolso es el ritual de iniciación que lo llevará al otro lado: un sistema que funciona aceitado, una maquinaria que involucra distintas esferas de poder y que se mueve de manera paralela al orden institucional. 


 

Por lo tanto, desde la escena inicial, nada es lo que parece en la trama de Bernatek. Incluso los personajes más sencillos también tienen un trasfondo, un buche donde guardar algo. Funciona, se podría decir, como una forma de horadar lo visible: como esa herrumbre que crece silenciosa en los bordes de las cosas. Una vida paralela a la vida formal de cada día que se vuelve una posibilidad de dar el gran golpe.

Bicho Urdaneta lleva la vida de un tipo común y corriente. Vive con Carla. Tiene un viejo Renault. Está acostumbrado a hacer equilibrio en las crisis. “Yo no había tenido una vida muy previsible ni auspiciosa, siempre sujeto a la inestabilidad de los trabajos, a los baches económicos (…) Cuando uno aprende a hacer equilibrio en las incertezas, se adquiere una templanza especial para desensillar hasta que aclare (..) Vivir en el tembladeral era para mí una gimnasia cotidiana”. Y de pronto comprende que tanto la noche lujuriosa como el bolso con guita están relacionados y esconden una propuesta. La propuesta es trasladar plata sucia de un lugar a otro de la provincia. Le dan una buena camioneta y una buena tajada de morlacos. Todo es muy sencillo. Nadie va a sospechar nada. El Bicho recorrerá distintos pueblos del interior de Santa Fe; pueblos agrícolas, las tierras más productivas del país. Lleva y trae guita, todo el tiempo. Guita fácil. Algo turbio se expande a la vez que explora el litoral.  

Es en el contraste con el cuento de Gandolfo donde se puede ver el modo de vinculación con el dinero. Y a partir de ese modo histórico, comprender un cambio estructural en la forma en que se tejen los lazos sociales. El personaje del cuento de Gandolfo se mueve a partir de una especie de inocencia en el vínculo con el bolso que roba. Casi una picardía. Pero la inocencia no sólo la encarna don Lope, también el resto de los personajes. Por ejemplo, la manera en que el comisario lo aborda para allanar su casa, para comprobar que no tiene el bolso; el respeto que el comisario le tiene a don Lope, un hombre humilde, un barrendero. Hay cierta horizontalidad en los vínculos y un respeto que remiten, sin duda, a otra época. 

En este sentido, la novela de Bernatek muestra, como muy pocas, el entramado del tejido social contemporáneo: se trata de una novela política y una novela que desnuda las claves del presente. ¿De dónde viene esa guita que se embucha en la camioneta y que se distribuye? Eso es lo genial del relato. Se muestra al nexo entre un mundo oscuro y el mundo visible. El Bicho es la superficie de un sistema profundo; el Bicho desconoce las claves secretas que mueven el negocio; el Bicho es un fusible. Se trata de un mundo de aparente normalidad. O, mejor, donde convive la normalidad con la transgresión. O, mejor aún, donde la transgresión se vuelve cotidiana: una forma de zafar estratificada. Los que reciben o ponen la guita no son mafiosos como los que se ven en las películas de Hollywood, son tipos normales, chacareros. La amenaza está latente pero a la vez se confunde con la gente común. Es en esos estados de informalidad constante, de desvíos, de alternativa creativa como se va desfondando poco a poco el piso de la apariencia. Lo que se ve no es lo que se ve. Es otra cosa. Bernatek trabaja con maestría ese efecto. El mismo que padece una sociedad que se desconoce a sí misma, cada vez más. Y nadie parece hacerse cargo de esa extrañeza, de ese bajo fondo organizado por la hipocresía y la crueldad.



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