Tres poemas de Siri Hustvedt
El único libro de poemas de la autora de Todo cuanto amé
Miércoles 03 de abril de 2019
"La de Siri Hustvedt es una poesía hecha de lugares cotidianos, de instantáneas, de rostros y recuerdos que cobran sentido a través de una sintaxis que entablan por su cuenta los objetos", escribe Eduardo Lago en la edición bilingüe de Bartleby de la que tomamos estos versos de la autora nacida en Minnesota, Estados Unidos, en 1955.
"La de Siri Hustvedt es una poesía hecha de lugares cotidianos, de instantáneas, de rostros y recuerdos que cobran sentido a través de una sintaxis que entablan por su cuenta los objetos. Los poemas de Leer para ti son inventarios de pequeños universos, versos que nacen de una retina acostumbrada a ensoñarse en la contemplación de la pintura", escribe Eduardo Lago en la edición bilingüe de Bartleby Editores de la que tomamos estos versos de la autora nacida en Minnesota, Estados Unidos, en 1955.
Doctora en literatura inglesa por la Universidad de Columbia, novelista y ensayista, entre sus libros se encuentran as novelas Los ojos vendados, El hechizo de Lily Dahl, En lontananza y Todo cuanto amé.
Reading to you fue publicado originalmente en 1983 y es su único libro de poesía publicado hasta el momento. La traducción del ejemplar de Bartleby fue hecha por Julia Piera y Chiara Merino.
Paralelos hermafrodíticos
1.
Las filas de nubes, trenzadas sobre el cobertizo y las líneas telefónicas,
Se desenredan
Y caen talladas, lentamente, mientras avanza la noche.
Dispone de su propio tiempo para trenzarse
Y romperse, precisa y transformada,
Mientras el clima perdido en una tormenta eléctrica
Prendió en fuego el granero.
Tardó horas en derrumbarse y el techo colgaba de los pilares.
Fue un final confuso.
Se quemó y soltó humo durante toda la tarde
Y la estructura de piedra se quedó absolutamente erguida-
Como los padres de aquél imbécil, asombrados
Por la ingenuidad que mostraba ante su propia destrucción.
2.
La pena es tan muda
Como aquél niño que vagaba por el pastizal
Y se adentró en el bosque, se acostó y encontró sumideros
Donde sentarse con los pantalones mojados dos veces,
Pálido como Jesús en la cruz
Con pestañas blancas
Y ojos rojos y un sexo monstruoso
Que arrastraba en pañales.
No podían dejarlo en ningún sitio,
Entraba y salía del granero
Con un palo para pegar a las gallinas, y los dientes
Tan bellos, como en la tele,
Enamorado de velas y fogatas. Dios mío,
Ese niño repugnante corría hacia la luz.
3.
Los padres no dijeron nada pero se quedaron,
Separadas historias de un pecado vulgar, cerca del edificio ardiente,
Con su responsabilidad mermada,
Mientras dieron las diez
Y alquien agarró al niño chamuscado, a ambos niños
En una manta, envuelto y bautizado generosamente una vez,
De bata larga y blanca con el encaje de la hermana.
Más tarde, el espacio se volvió solemne, una hoguera
En el jardín de atrás, familiar y extraño como el viejo granero,
Rústico y desangelado,
Como el deseo vivo en ese cuerpo inactivo e hinchado.
A veces la niña de los Lunestad juega allí.
Ella mecía una piedra pequeña, tiznada, como si fuera una muñeca,
Hasta aburrirse y dejarla caer.