La desesperación del traductor
Denise Levertov
Denise Levertov
Martes 29 de marzo de 2016
Apuntes críticos sobre la práctica de la traducción poética a cargo de Matías Moscardi, autor de libros como Las cosas y Bruma. En esta entrega de su curaduría, Denise Levertov le hace exclamar: "Traducir es desesperante".
Notas, selección y traducción de Matías Moscardi.
Segundo desplazamiento: del gesto contenido, casi tímido, de emoción estética objetiva, a la desesperación. ¿Cómo actuar, como traducir, la desesperación? ¿Cómo suena, cuál es su sintaxis? Denise Levertov elige una situación particular: en el cementerio, ante la tumba de un amigo. Pero el dolor no ingresa en el poema como expresión sino bajo la perspectiva de una escena: es el dolor del otro el que la poesía es capaz de captar. La poesía no dice el dolor: lo traduce.
En este sentido, traducir es desesperante: porque el traductor está ahí como testigo de algo que no puede enunciar más que a partir de una epidermis de lo real. El dolor del duelo sólo es transferible en la proyección íntima que pueda hacer cada lector. Traducir a Levertov, actuar como ella, implica el intento por reproducir, en castellano, el sonido de una observación delicada, donde el lenguaje no puede ser nunca demasiado profundo ni grandilocuente –esto expropiaría el dolor ajeno–, aunque tampoco llano o superficial –porque banalizaría la herida–. Ese silencio final que nos devuelve toda tumba puede ser, también, el signo invisible, mudo, que separa una lengua de otra.
Desesperación
Mientras visitábamos la tumba de David
vi a corta distancia
una mujer precipitándose hacia otra tumba
las manos extendidas, tropezando
del apuro; luego
cayó ante la piedra que concibió para eso
y se lanzó en sollozos sobre ella, desparramada,
llorando y suspirando ante la tumba.
Estaba cuidadosamente vestida con un tapado claro
y no parecía ni vieja ni joven.
No pude ver su cara, y mis amigos
parecían no advertir su presencia.
No dije nada, para no angustiarlos.
Pero ella no era un fantasma.
Y cuando caminamos callados
de regreso al auto
miré discretamente hacia atrás y la vi levantarse
y pedirse silencio y comenzar con lentitud
a alejarse de la tumba.
A diferencia de David, que vive
en nuestras vidas, parecía que
sea quien fuere el difunto moraba
ahí, en el prado, bajo la piedra.
Como si la mujer
creyera que el ser amado la escuchaba,
escuchaba su lamento, observaba
la desnudez de su angustia,
y no tuviera nada que decir.
Despair
While we were visiting David's grave
I saw at a little distance
a woman hurrying towards another grave
hands outstretched, stumbling
in her haste; who then
fell at the stone she made for
and lay sprawled upon it, sobbing,
sobbing and crying out to it.
She was neatly dressed in a pale coat
and seemed neither old nor young.
I couldn't see her face, and my friends
seemed not to know she was there.
Not to distress them, I said nothing.
But she was not an apparition.
And when we walked
back to the car in silence
I looked stealthily back and saw she rose
and quieted herself and began slowly
to back away from the grave.
Unlike David, who lives
in our lives, it seemed
whoever she mourned dwelt
there, in the field, under stone.
It seemed the woman
believed whom she loved heard her,
heard her wailing, observed
the nakedness of her anguish,
and would not speak.