Tres fragmentos de Paterson
Por William Carlos Williams
Miércoles 10 de febrero de 2021
Premio Pulitzer de poesía, William Carlos Williams nació en 1883, en Rutherford, Nueva Jersey, Estados Unidos de Norteamérica. Fue poeta, novelista y médico. Tomamos tres extractos de la edición de En Danza de su obra cumbre, en versiones de Silvia Camerotto.
Por William Carlos Williams. Versiones de Silvia Camerotto.
William Carlos Williams nació en 1883, en Rutherford, Nueva Jersey, Estados Unidos de Norteamérica. Fue poeta, novelista y médico.
Entre 1897 y 1899 estudió en París, Suiza y Alemania. En 1902 terminó el bachillerato en Nueva York y posteriormente ingresó a la carrera de medicina en la Universidad de Pennsylvania. Desde 1910 ejerció como médico en su ciudad natal y en Paterson. En simultáneo, desarrolló intensamente su actividad literaria. En 1909 publicó su primer libro, Poems, y en 1913 Elkin Mathews, el editor de Ezra Pound, poeta con quien mantuvo una fecunda amistad, lanzó en Londres The Tempers, su segunda obra. Entre sus principales libros de poemas figuran: Sour Grapes (1921), Spring and All (1923), An Early Martyr and Other Poems (1935), Adam & Eve & the City (1936), The Clouds (1948), The Desert Music and Other Poems (1954) y Journey to Love (1955). Póstumamente recibió el Premio Pulitzer.
Hacia finales de la década del treinta comenzó la escritura de un extenso poema considerado su obra cumbre, Paterson, que se extendería a lo largo de cinco libros (1946-1958). La obra contempla aspectos de los procesos sociales de su país, además de abordar el paisaje y los rasgos costumbristas de la vida del pueblo norteamericano a partir de los años de la gran depresión. De ese libro, en la versión de Ediciones en Danza, su editor Javier Cófreces seleccionó los extractos que siguen.
Paterson descansa en el valle bajo las cataratas Passaic
sus aguas servidas dibujan su espalda. Situado
a su derecha, ¡la cabeza cerca del tronar
de las aguas que llenan sus sueños! Eternamente dormido,
sus sueños caminan por la ciudad donde permanece
anónimo. Las mariposas se posan en su oreja de piedra.
Inmortal, ni se mueve ni despierta y rara vez
es visto, aunque respira y las sutilezas de sus
maquinaciones
obtienen su sustancia del ruido del río que
fluye
animando a mil autómatas. Quienes, como
ignoran sus orígenes y las bases de sus
decepciones, salen de sus cuerpos en su mayoría
sin rumbo,
encerrados y olvidados en sus deseos— sin emoción.
—Dilo, no hay ideas sino en las cosas—
nada más que las fachadas blancas de las casas
y los árboles cilíndricos
doblados, divididos por prejuicio y accidente—
partidos, combados, arrugados, moteados, manchados—
secretos—¡hacia el cuerpo de la luz!
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El pasado arriba, el futuro abajo
y el presente derramándose: el rugido,
el rugido del presente, un discurso —
es, de necesidad, mi única preocupación •
Se sumergieron, cayeron en un éxtasis .
o con intención, para dar por terminado— el
rugido, constante, dando testimonio •
Ni del pasado ni del futuro
Ni para clavar la vista, amnésicos — olvidando.
El lenguaje en cascada hacia lo
invisible, más allá de: las cataratas
de las que es la parte visible—
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Sacados de las calles arrancamos
el encierro de nuestras mentes y somos absorbidos por
los vientos de los libros, buscando, buscando
en el viento
hasta que no sabemos cuál es el poder del viento sobre nosotros
y en la mente crece
un olor, quizás, de flores de acacia
cuyo perfume es en sí un viento que se mueve
a través del que, debajo de la catarata
que pronto estará seca
el río se arremolina y se amontona
Agotados de vagar por las calles
inútiles en estos meses, con los rostros inclinados contra
él, como trébol al anochecer, algo
lo ha regresado a su propia
tropieza y se levanta
y vuelve a tropezar —y no cesa, cayendo
y vuelve a tropezar con un estruendo, una reverberación
no de las cataratas sino de su rumor