Poesía

Irene Gruss: hacer estallar las palabras

Despedimos a la poeta argentina, nacida en 1950

Hace días perdimos a Irene Gruss, gran poeta argentina y maestra de muchos que había nacido en 1950, en Buenos Aires, y publicado libros como La luz en la ventana, El mundo incompleto La mitad de la verdad (Obra reunida, Bajo la luna). Compartimos el texto con el que Alicia Genovese la despidió, y una selección breve de sus poemas.

Foto de Valentina Rebasa (Bajo la Luna).

 

Los pasados días falleció, en la misma ciudad en que había nacido el 31 de agosto de 1950, Buenos Aires, la poeta Irene Gruss a la temprana edad de 68 años. Hacía apenas meses había fallecido su gran amiga Hebe Uhart. Las dos descansan ahora en el Cementerio de la Chacarita.

Entre sus libros se cuentan La luz en la ventana, El mundo incompleto, La calma, Solo de contralto, En el brillo de uno en el vidrio de uno. Editorial Bajo la luna reunió buena parte de sus poemas en el tomo La mitad de la verdad. Coordinaba talleres literarios y formaba poetas con enorme entrega.

Gruss había integrado los talleres de escritura de Mario Jorge De Lellis, junto a escritores como Lucina Alvarez, Rubén Reches, Marcelo Cohen, Daniel Freidemberg, Jorge Aulicino y Alicia Genovese. Esta última poeta, el día de la noticia, publicó un texto en su cuenta de Facebook para despedirla. 

 

 

"Adios hermana"

Por Alicia Genovese

 

Ya era una poeta con voz propia y con un enorme acopio de lecturas cuando nos conocimos en el Taller De Lellis. Me prestaba libros, me compraba libros, todavía tengo algunos en mi biblioteca con sus dedicatorias 1974, 1975 y en la cabeza nuestras lecturas fundamentales de entonces: Marguerite Duras, Pizarnik. Nos encontrábamos en los cafés de Corrientes: el Foro, la Giralda, los Pinos. Con su avidez habitual hacia los detalles de la escritura abría sus cuadernos o su carpeta oficio con hojas pasadas a máquina, pero con tachaduras y agregados a mano y hablaba de lo que estaba haciendo. No era fácil con nadie, tampoco con ella. Pienso que su ironía lapidaria era producto de su autoexigencia que llegaba a ser autodestructiva entonces. Tardó mucho en publicar su primer libro. Ganó primero el Premio Municipal para obra inédita en 1975 y mucho después en 1982 publicó ese libro incuestionable La luz en la ventana que rehízo tantas veces. Tengo la sensación de que los adjetivos los paría, los buscaba, los esperaba varias lunas hasta dar con el exacto. Su sintaxis podía ser confusa cuando hablaba, pero un adjetivo jamás. Cuando ella vivía en Versalles y había nacido su hijo Jorge, nuestros encuentros se hicieron más difíciles. Entonces empezamos a escribirnos cartas, yo vivía en una pensión en Constitución y ahí llegaban los sobres con sus eternos papeles cuadriculados escritos en tinta azul.
La admiraba, escuchaba mucho lo que decía sobre mis poemas y sospecho que, a pesar de sus orgullosas disidencias, también me escuchaba. Siempre tuvimos discusiones, con Irene el malentendido era parte de la gracia de la conversación. Era como si buscase con lupa la orilla deshilachada para tirar de ella y mostrar la falla o el peligro a la falla, que en su vocabulario era la falta de verdad, lo gomoso por repetido, lo inauténtico, lo superficial. Nos ayudamos mucho en esa época, incluidos los años de dictadura. A pesar del poco diálogo que había entre pares, nosotras seguimos conversando. Verla tomar aire y encender un cigarrillo para darte su opinión sobre un poema era el ritual que la ponía en fase de escritura y era también ver llegar una topadora. Exigente y despiadada, esa fue nuestra escuela.
Su merecido reconocimiento llegó en los años 80, la dejé de ver algunos años cuando viví afuera y cuando regresé me sorprendió. Era una poeta plena, a fines de esa década se había desprendido de esa nube dolorosamente melancólica con la que la conocí. Su sonrisa se había hecho más abierta y franca, su buen humor se había ubicado a manera de saludo, su poesía crecía en oleadas increíbles. Cada libro, una pieza coleccionable. El mundo incompleto, Solo de contralto, Sobre el asma, La dicha, todo lo que publicó y la transformó en una de las voces imprescindibles de la poesía argentina hoy. Su dicción de raíz coloquial y sus pinceladas constantes de ironía la acercan a la poesía de Juana Bignozzi, así como ese modo de ir al hueso, que puede verse en la poesía de Idea Vilariño o de Blanca Varela, la acercan a estas poetas. Su mirada aguda y descarnada al enfocarse siempre parece estar sacudiéndose alguna molestia que le provoca el mundo, o estar queriendo acercarse con palabras a algo que en cuanto lo nombre va a estallar, a dejar de estar en su pasividad y en su olvido. “Decidida,/ tomó cada burbuja de jabón/ y le puso un nombre; era/ lo mejor que sabía hacer hasta ahora,/ nombrar, y que las cosas/ le estallaran en la mano”. Ella, que fue mi hermana en aquellos primeros años, sabía nombrar y hacer estallar las palabras.

 

 

 

Y SI NO ES UNAPIEDRA PRECIOSA


Y si no es unapiedra preciosa
sino simple arenilla
guardada a un costado
del tintero. Y si no es arenilla ni zafiro
eso que sale de mí, con pinzas,
como quien quita una piedra, airecito,
puro airecito guardado
para no respirar,
sangre y arena
en mi centro exacto,
late, molesta,
astilla de qué,
más tangible que lo que no se olvida
o se tiene.
Y si es dicha lo que he guardado,
el aire que no pudo salir
duele
en el sitio
del esternón, si es dicha pura
encerrada,
oh pedazo de mí, oh mitad apartada de mí,
si eso es lo que se quita, por fin
para que ría, qué alivio tendrá la dicha afuera,
qué fácil oler los tilos,
descostillarse, dejar secar la tinta.

 

 

 

MIENTRAS TANTO

Yo estuve lavando ropa 
mientras mucha gente 
desapareció 
no porque sí 
se escondió 
sufrió 
hubo golpes 

ahora no están 
no porque sí 
y mientras pasaban 
sirenas y disparos, ruido seco 
yo estuve lavando ropa, 
acunando, 
cantaba, 
y la persiana a oscuras.

 

 

 

XIII

 

Mi madre me acuna. Canta y 
el aire le sale 
por la boca. Inhalo 
por la herida, 
mi madre sabe 
de estas cosas: cierra su boca, 
esta forma cruel 
de respirar, guardar 
el alma.

 

 

 

EL JARDIN

 

¿Estás cansada del viaje, Diana? 
¿Dejaste las valijas y te asomaste a ver el sol 
en tu jardín, fuiste allí 
rápidamente, pausadamente? 
¿Echaste una ojeada a las plantas 
o mirás cada una, sabiéndola, 
descubriéndola, cuidás 
tu jardín, hablás, cantás con 
la regadera en la mano? 
¿Estás cansada de vuelta del viaje, 
Diana? ¿Estás contenta? 
¿Alguien te acarició, jugó otra vez 
con tu melena de fénix, 
te besó los párpados 
como quien desea tocar 
una mirada así de azul, de gris 
según el tiempo? ¿Fuiste feliz, 
Diana? ¿Intenso y duro, el viaje? 
¿Acomodaste la cabeza en el asiento del avión?, 
¿descansaste? 
¿Estás repleta de memoria, de sentidos 
por el viaje, Diana? 
¿Comerías conmigo para contarme? 
¿Pasaste hambre en la estadía, 
Diana, pasaste hambre? 
¿Te embriagaste? ¿En algún momento 
llegaste a marearte por el viaje? 
¿En algún momento, sentiste 
esa nada en la boca 
del estómago, ahí donde dicen que 
está el alma? ¿Llenaste 
con qué esa nada, con la gente, 
con las cosas, tuviste 
necesidad? ¿Observaste 
la vida tranquila? ¿Así, como te veo 
ahora, calma 
y sabihonda? ¿Conociste 
la muerte en el viaje, 
Diana? ¿Te asustó, la asustaste? 
¿Trajiste fotos, postales, 
documentos?, ¿abrazaste a 
muchos, te abrazaron? 
¿Gozaste, tradujiste el amor 
loca de deseo? ¿Hablaste demasiado, callaste 
demasiado? ¿Por qué 
estás diciéndome 
que escribir es lo único 
que tenemos? ¿Estás 
cansada, es por eso, porque 
estás cansada del viaje? ¿Querés 
dormir, recostarte en un hombro, 
querés reír, llorar un 
poco? ¿Acaso el viaje mismo 
no te consuela, 
Diana? ¿No es como el tacto 
de otra mano, no lo es, verdad? 
¿Comerías conmigo para 
contarme? 
¿Ya floreció la rosa 
en tu jardín? ¿Es tan bella? 
¿Los pétalos reventaron 
plenos de vida, la vida es 
púrpura después de un viaje, 
Diana, 
es así? 

 

 

 

 

MOVIMIENTO

 

Una mujer sola frente al mar

es más majestuosa que él.

Puede pasar una gaviota

augurando la muerte

o puede caer el sol humedeciendo

las lonas de las carpas

hasta apagarlas,

pero una mujer

frente al mar

mece su soledad como una dueña

y no se estremece.

La luz

del mar tiene la importancia

y el movimiento de su ánimo, de su alma.

El viento suena alrededor

de la mujer

y la despierta:

ahora se trata de la playa sin luz, una mujer,

el sol caído, el sonido del mar,

carpas levantadas,

el viento que lo da vuelta todo.

 

 

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