No Ficción

"¡Salud, mi dulce!": dos cartas de amor de Antón Chéjov

Literatura rusa

Durante los tres últimos años de su vida, Anton Pavlovich Chejov escribió casi setecientas cartas, de la que aquí elegimos dos, dirigidas a su esposa, la actriz Olga Knipper. Tomada de la edición de Leviatán de las correspondencia que el maestro ruso mantuvo entre 1902 y 1904.

Presentación y traducción de Irina Bogdachevski.

 

 

Durante los tres últimos años de su vida Anton Pavlovich Chejov escribió casi setecientas cartas. Este legado epistolar puede ser considerado como un diario: la verdadera historia personal de la época quizás
más fecunda de toda su vida creadora. Es la etapa de madurez, de las
decisiones más significativas de su vida, tales como casarse y escribir
obras dramáticas o atreverse a discutir con Lev Nikolaievich Tolstoi
sobre la vida y la muerte. Aquel profundo cariño y respeto que siempre
despertó en Tolstoi la personalidad de Chejov se transformó en esos
tres años, desde 1902 hasta 1904, en una admiración sin límites. En
sus encuentros, parecía que Tolstoi buscaba consejo y consuelo que
solamente Chejov le podía dar. Como si percibiera la presencia de una
inusual pureza e integridad del espíritu chejoviano, tan poco común
entre los literatos y, generalmente, entre los intelectuales. Pero también fueron años del avance implacable de la enfermedad, cuyo trágico
desenlace Chejov esperaba en cualquier momento: como médico, no
tenía ilusiones sobre su estado de salud y todos sus actos eran gestos
de despedida de la creación, la vida y el amor.

 

 

 

 

Yalta, 20 de agosto de 1902

a O. L. Knipper-Chejova


¡Salud, mi dulce, mujer mía!:

Ayer recibí tus dos cartas, grasosas, arrugadas; evidentemente, han sido mandadas al mismo tiempo y por la misma persona. ¿Qué tal estás? ¿Cómo está el tiempo?

Hoy hace un poco más de fresco en Yalta, se puede respirar, pero la noche fue sofocante, y bastante mal, en general. En la vecindad murió una mujer tártara y los parientes han llorado por ella en voz alta toda la noche y todo el día de hoy.

No he podido cobrar lo que me debían.

Con Miroliubov hemos convenido viajar juntos a Nervi a fines de
noviembre o a principios de diciembre. Antes del viaje, viviré todo el
tiempo en Moscú.

¡Ay, si supieras, cómo se me cae el cabello! ¡Mira, si me pongo calvo, capaz que dejarás de quererme! Ayer me lavé la cabeza y hoy se me
empezó a caer el cabello más todavía. Sospecho que la culpa la tiene
el jabón que me ha recetado tu admirador, Chlenov.

No hay nada nuevo, todo está bien. Si realmente en septiembre no tienes que tomar parte en los ensayos, pídele a Taube que te permita viajar a Yalta. Aquí no hay nada de lluvia, se secó todo, pero para septiembre, esperemos que los cielos tengan piedad y nos salpiquen un poco. Y para mí sería tan lindo estar contigo.

¿Qué tal la obra de Naidenov? ¿La habrá leído Nemirovich? (1)
Escríbeme, mi dulce, con más detalles.

Avísale a Elisaveta Vasilievna, que la recuerdo todos los días con
agradecimiento por las pastillas de menta. ¿Ha llegado ya María
Petrovna? (2) Escríbeme de todo, mi cachorra.

Olvidé en casa, en Moscú, mi lapicera y me olvidé los anteojos,
que están en tu armario, en una palabra, sea como sea, tendré que
viajar a Moscú.

Te beso, te abrazo, muerdo tu orejita, luego muerdo tu hombro,
te acaricio la espalda y sigo siendo tu esposo, que se está quedando
calvo

Antoine.

 

Escríbeme, mi dulce. ¿Por qué hoy no llegó carta? ¿Por qué esta privación?

No tengas pereza, mi chiquita.

 

 

 

(1) Vladimir Ivanovich Nemirovich-Danchenko (1858-1943). Dramaturgo, docente y director teatral, cofundador con Stanislavski del Teatro de Arte de Moscú. Creó también la Escuela de Teatro de Moscú que aun sigue vigente. A cargo del repetorio y de las decisiones literarias, complementó a Stanislavski con su agudo sentido crítico y su capacidad para manejar un teatro.

(2) María Petrovna Perevostchikova, actriz, esposa de Konstantin Stanislavski. Su nombre artístico era Lilina.

 

 

 

 

Yalta, 22 de agosto de 1902

a O. L. Knipper-Chejova.

Mi querida, mi buena, mi dulce:

Hace rato que no recibo tus cartas: tres días, pero hoy llegó una.

Aquí tengo un calor insoportable, como para gritar “socorro”. Ayer hacia la noche llovió un poco por primera vez, como unos tres minutos.

Te mando el anuncio que me dio Masha. Léelo. Quizás, si allí hay un estanque grande, podríamos comprar unas doscientas hectáreas. M. S. Smirnova me pidió que le comprara unas zapatillas tártaras, pero no me dio sus medidas.

Al llegar aquí, he pagado todas mis pequeñas deudas, pero no recibí lo que me debían, así que a S. T. Morosov (1) no le pagaré ahora los 5 mil rublos. Ya le escribiré.

No sé nada sobre la obra de Naidenov. ¿Qué tal es? Nemirovich lo trata con mucha frialdad, no se por qué, y me parece, —y me parecía— que es injusto con él. A propósito, como dramaturgo, Naidenov es mucho más importante que Gorki.(2)

Aquí tenemos una verdadera sequía, una mala cosecha total. La maestra María Fedorovna de la aldea de Melijovo se va mañana, ahora está en nuestra casa.

No te enojes conmigo, esposa mía, no te enojes, mi querida. Te aseguro, que nada es tan malo, como crees. Ya volveré: estaremos juntos hasta diciembre, después me iré y volveré en marzo, y después de marzo seré todo tuyo, si es que me necesitas.

Que Dios te bendiga, te beso fuerte y te abrazo. Te extraño mucho. Aquí en Yalta no tosí con sangre ni una sola vez, mientras que en Liubimovka lo sufrí casi todos los días en el último tiempo, a pesar de que he subido de peso.

¿Vendrás a Yalta? Conversa con Taube.

Te beso una vez más, que estés saludable y en paz, mi cachorra pelirroja.

 

Tu Antoine.


(1) S. T. Morosov: rico comerciante, patrocinador del teatro de Arte de Moscú y principal inversor de la compañía, una sociedad conformada a instancias de Stanislavski y compuesta por 13 accionistas, entre los que se encontraba Chejov.
(2) La obra de Sergei Naidenov, Los hijos de Vanyushin, alcanzó gran éxito y fue muy apreciada por Chejov, que se apresuró en juzgarlo superior a Gorki.

 

 

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