Un poema de Maya Angelou
"Los hombres"
Lunes 11 de setiembre de 2017
"No hay mayor dolor que llevar una historia no contada dentro de vos", creía la poeta, narradora y activista. Nacida bajo el nombre de Marguerite Annie Johnson en Saint Louis el 4 de abril de 1928, fue también bailarina, actriz, cantante, cocinera, periodista, productora de televisión, dramaturga, y empleada en un taller mecánico.
Activista junto a Martin Luther King Jr. y Malcolm X, poeta, cuentista; las autobiografías que publicó Maya Angelou fueron siete, incluyendo Sé por qué canta el pájaro enjaulado, en 1969. Y es que su vida fue mucha.
Nacida bajo el nombre de Marguerite Annie Johnson en Saint Louis el 4 de abril de 1928, fue también bailarina, actriz, cantante, cocinera, periodista, productora de televisión, dramaturga, y empleada en un taller mecánico, además de convertirse luego en la primera directora negra de Hollywood.
En el libro mencionado, Angelou describe cómo fue abusada por el novio de su madre cuando tenía tan sólo siete años de edad. Cuando el hombre fue asesinado por su tío por su crimen, Angelou dejó de hablar durante cinco años, desarrollando en silencio su amor por el lenguaje. De la memoria de esos años de horror hizo poemas como el que sigue.
Los hombres
Cuando era joven, solía mirar
Detrás de las cortinas
A los hombres que iban y venían por la calle. Hombres viejos, borrachos.
Hombres jóvenes, más ácidos que la mostaza.
Los veía. Los hombres siempre
Están yendo a alguna parte.
Ellos sabían que estaba ahí. Con quince
Años, y famélica.
Se paraban bajo mi ventana
Con los hombros en alto como los
Pechos de una adolescente,
Y la cola del traje palmeándoles
Las nalgas,
Los hombres.
Un día te toman con delicadeza entre sus manos, como si
Fueras el último huevo crudo de la tierra.
Después
Aprietan. Un poquito no más. El
Primer estrujón es agradable. Un abrazo rápido.
Suaves hasta tu indefensión. Un poquito
Más. Y empieza a doler. Te arrancan una
Sonrisa que patina en el miedo. Cuando
Se acaba el aire,
El cerebro te explota, estalla breve y ferozmente
Como la cabeza de un fósforo. Hecho trizas.
Es tu jugo
El que baja por sus piernas.
Manchándoles los zapatos.
Mientras la tierra vuelve a enderezarse,
Y el gusto trata de retornar a la lengua,
Tu cuerpo ya se cerró. Para siempre.
No existen llaves.
Después la ventana se cierra toda sobre
Tu mente. Ahí, detrás
Del oscilar de las cortinas, caminan los hombres.
Sabiendo algo.
Yendo a alguna parte.
Pero esta vez, nada más voy a
Pararme y mirar.
A lo mejor.