Un año sin Tamara Kamenzsain en el recuerdo de tres escritoras
Homenajes
Jueves 28 de julio de 2022
Cynthia Edul, Marina Marisch y Florencia Garramuño recuerdan a la poeta y ensayista, autora de libros como Chicas en tiempos suspendidos, El libro de Tamar o Una intimidad inofensiva.
"Tamara es quien nos leyó el futuro: leyó a las nuevas generaciones de poetas y surfeó el desconcierto que provoca lo nuevo, sin tenerle miedo a asuntos tan devaluados para la academia como lo banal, lo íntimo, la vida cotidiana, lo que hay. Tamara leía a les jóvenes y nos contaba cómo es el futuro: una poetisa que se vuelve pitonisa. No tenía miedo, porque se divertía. El deseo, la vida y el juego fueron los antídotos que logró inocularse en algún momento contra el textualismo de su generación", decía Leonora Djament, editora de la escritora nacida en Buenos Aires en 1947, a un mes de su fallecimiento en un homenaje en el que también estuvo presente Sergio Chejfec.
Hoy, a un año de esa despedida, convocamos a tres escritoras a dejar algunas palabras en su memoria. Cynthia Edul, Marina Marisch y Florencia Garramuño recuerdan a la poeta y ensayista, autora de libros como Chicas en tiempos suspendidos, El libro de Tamar o Una intimidad inofensiva.
Cynthia Edul
Muchas veces leíste algo y me preguntaste inquieta: ¿qué querés decir con esto? Yo te respondí, siempre, lo que quería decir, que en definitiva era distinto a lo que estaba escrito. Y vos me respondías: si querés decir algo, decílo, decílo derecho viejo. Derecho viejo que se volvió una muletilla para no andar con rodeos, no decir nada de más. Derecho viejo que para vos era la forma de decir también que la literatura tiene que buscar un acceso directo a la verdad.
Una de las últimas veces que nos vimos te dije, qué pesadas son las palabras Tamara, no las aguanto más. Me respondiste: son insoportables. Pero hoy pienso que tus palabras me habitan, todos los días, en la escritura, en las clases, en la vida misma. Por eso las honro, pesadas y todo, son nuestro puente eterno, eterna Tamara.
Florencia Garramuño
Tamara y el Museo del Puerto Ingeniero White.
Habíamos viajado a Bahía Blanca.
Luis Sagasti nos llevó a pasear en un velero de un amigo. Navegamos por las rías un día límpido de primavera, envueltos en olor a pescado y algas.
Al regresar, quisimos visitar el Museo del Puerto, pero estaba cerrado y no había indicaciones en la puerta de cuándo abriría. Tamara estaba decepcionada; casi irritada. No había visitado antes el Museo y esa visita era uno de los objetivos del viaje; tal vez, el más importante.
Logramos ir a visitarlo al día siguiente, casi camino al aeropuerto.
Recorrimos juntas ese museo lleno de recuerdos de los pobladores. Estábamos entusiasmadas, había vida ahí, esa vida que permanece a pesar de la muerte, de la desaparición. La latencia. Una máquina de coser congelada y el sonido de la costura en el parlante; una mesa de zapatero con sus elementos de trabajo; el salón de un peluquero del pueblo. Pura pulsación de la vida en las cosas cotidianas. El Museo estaba organizado como uno de esos libros chiquitos que Tamara siempre defendió frente a la opulencia de los vates. De eso también está hecha la escritura de Tamara.
Marina Mariasch
Si es posible
si fuera posible
escribir el poema
que uno escribiría a los ochenta
o es necesario que una vida entera
le dé sentido al raro impreciso
pronombre personal
para recién entonces
con una línea imaginaria
de hechos que se parecen
sentarse a escribir en la creencia
de que yo no es otro que aquel
que teniendo veintiséis ya unía
una cantidad de hechos que sin embargo
nunca tuvieron unidad
(de La novela de la poesía, Adriana Hidalgo Editora, 2012)
Cuál es la edad y cuál el destino. Conocí a Tamara a través de La edad de la poesía, libro que publicó en 1996. La entrevisté entonces, de las cosas que me dijo me acuerdo de todas y de que empezó escribiendo ensayos. La poesía le parecía poco sería y cuando le pregunté cuándo se volvió un asunto serio me dijo nunca. Por suerte, nunca. La última vez que hablamos, en una reunión de cátedra, las tres, con Anahí Mallol, volvía al ensayo. Estábamos trabajando el poema-ensayo. Mañana seguimos, chicas, dijo también porque así nos decimos las poetisas y las amigas sin edad o con “infancias de mil años”. La cité ayer, antes de ayer y mañana, está en mis clases, en la poesía, en la edad, en los chismes y en los novios, la parte a la que más nos gustaba llegar. De la familia de la poesía al poema del chisme. Esa pulsión sin destino que nunca se acaba.