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Tres poemas de Inge Müller

Poesía alemana

Con traducción de Geraldine Gutiérrez-Wienken, Editorial Llantén acaba de publicar la antología ¡Que no me asfixie de hacer tanto silencio! de la poeta alemana nacida en 1925. Fue poeta, autora de libros infantiles, obras radiofónicas y piezas de teatro. Dejó también una novela incompleta.

 

Presentación y traducción de Geraldine Gutiérrez-Wienken.

 

 

Inge Ursula Elsa Meyer nació en Berlín, el 13 de marzo de 1925 y se suicidó el 1 de junio de 1966. Poeta, autora de libros infantiles, obras radiofónicas y piezas de teatro. Dejó una novela incompleta: Yo, Jonás. En 1945 es juramentada como soldado de las Fuerzas Armadas Alemanas, recibe el uniforme color gris campaña (feldgrau) con la insignia de la esvástica. Es instruida para conducir los camiones de la Fuerza Aérea. En el frente, tan agresivo como indignante, toca a ratos el acordeón. Intenta escapar en repetidas oportunidades, pero es detenida. Un fragmento de Inge escrito a máquina reza: «Las excepciones y la regla. Las asistentes de las Fuerzas Armadas obligadas a dormir con los oficiales fingíamos un sangrado dos veces al mes». El 29 o 30 de abril de 1945, cerca de las 4 am, hora en que se solían suspender los bombardeos y las ayudantes eran enviadas a por agua, Inge quedó enterrada viva, junto a un perro, bajo los escombros de un edificio que se derrumbó cuando ella regresaba de buscar agua. A los tres días es rescatada. Camino a casa en medio de las ruinas haya el edificio de sus padres destruido. En el sótano yacen los cadáveres de sus progenitores y de algunos vecinos. Ella misma los levanta y los lleva al cementerio en una carretilla.

 

«Que no me asfixie/de hacer tanto silencio» es un diario de guerra de una mujer que siempre se movió en contra del viento. Cada verso marca la hora cero y los segundos de respiración de Inge. El tono de sus versos que juega con el lenguaje coloquial e inmediato, su alegría de vivir, su voluntad de intensificar la existencia, de discutir y denunciar, a través de la lectura y la escritura, logra suspender, por segundos, el verdadero escándalo humano: tener que morir, «Si he de morir», dice la poeta, y en la anticipación del instante de felicidad, el tiempo, que corre hacia la muerte, se detiene inesperadamente. El lugar para esta experiencia es el poema, un pedazo de papel. Para escapar. Sin máscaras.

 

 

Mi madre no me quería tener

Prefería un hijo

Pero llegué yo

Y a mi hermano aún no lo habían enterrado.

Alemania, madre vieja

Quería un hijo

Pero llegaron uno y –

Mil cañones en lugar de manteca.

Fritz y Krupp y Karl, el fuerte

Sagrada nación

Sí, ya lo sabemos

Es nuestra tierra y nuestra marca distintiva.

Y el mundo se rompió en pedazos

Alemania, un pedazo de él

Pedazo de nación

Favorita cuando se habla de mortandad.

Nuestros pensadores y poetas

Tuvieron que irse

La madre permaneció de pie frente a la lápida

En el embudo de Nuremberg.

Mi madre no me quería tener

Yo tampoco la quise

Por eso no tuve rostro

Hasta que me enterraron.

 

 

 

A los 33 yo era una niña creyente

Mis padres eran buenos y trabajadores

Me hice adulta a los 39

Cuando estalló la guerra.

Oí esto y aquello

Contra Hitler y después a favor de Stalin

Vi: que este hizo eso y este lo dejó

Cuando eso se hizo cargo de él.

Tuve mi primer amor cuando estalló la guerra

Y cuando se marchó al frente

Lloré. Yo era una cosa tonta

Un ser inferior en relación a la nación.

Antes de caer regresó a mí

Totalmente destrozado por el crimen

No supe nada mejor que decirle: ven quédate aquí

Felices nunca hemos sido.

En el 45 todo el mundo era anciano

Yo no quería vivir y tampoco morir

Vi la herencia sin herencias

Y la movilización fue el precio.

Porque tuve que marcharme me fui

Busqué una razón

Y pensé en los árboles del parque

Y en sus labios suaves.

Bombas y cañones

Me enseñaron a tener paciencia

A considerar a los que sangran

A pensar: qué significa la culpa.

 

 

 

Pregunta

Yo también estuve en prisión

Tres días en el sótano

Por desmoralizar a las tropas

No quise aceptar la Cruz de Hierro

(Otorgada por la suprema solapa)

Por algo sobrentendido

No quise

Dejar agonizar heridos y moribundos

No quise la cruz

Y todavía cargo el peso

En el sótano.

Quise escribir

Encontrar colores

Entender palabras

Amar

Ver

Seguir andando.

¿Pero quién

Está detrás de mí?

 

 

 

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