Tres poemas de Claudia Prado
Poesía argentina contemporánea
Miércoles 02 de setiembre de 2020
Tomados de una de las novedades de Caleta Olivia, Primero, compartimos tres piezas de la autora argentina radicada en Estados Unidos, nacida en Puerto Madryn en 1972.
Foto de Marianela Fernández.
"La escucho a Claudia y la imagino: acercándose no sin una leve sospecha al mundo de las otras y los otros. Esta vez para cumplir algo imposible: recrear la materia del recuerdo, o la dificultad de recordar, la cuota de ficción, el desencanto porque “No, no hay nada brillante / en los rincones, nada oscuro / solo un poco de pelusa”. O la punzada que se llama algo así como nostalgia al entregarse a ese ejercicio: “Y siento un golpe, un hueco / el tiempo yéndose. / Estoy lejos. Mi mamá a veces canta”. Ella sabe que recordar es un privilegio, y un regalo precioso compartir lo recordado", escribe Eloísa Oliva en la contratapa de Primero, novedad de Caleta Olivia Ediciones.
Aquí compartimos tres poemas:
la sequía. Isabel
Dice que su hermana se enfurece
si escucha que a alguien
le gusta el campo.
¡Le gusta el campo, que se joda!
Que se joda como ese año las vacas
mugiendo de hambre toda la noche
como la gallina degollada
antes de tiempo, como nosotras
como papá, Ángel y yo
usando palos de palanca
para levantar los animales
que se joda como esos palos
como los brazos
doloridos, como la lengua seca
de las vacas y el pasto muerto
como las mulas llevando el agua
y esos años de trabajo perdidos.
Dice que entiende
el enojo de su hermana
pero que ella era muy chica.
Le queda, sí, el silencio
de la casa sin adultos, el golpe
oscuro del propio corazón
y una queja tan aguda, tan grave
que no podía ser de una garganta.
Era la noche
que se moría de sed.
cumpleaños. Darley
Dos hermanos de pie
frente a una torta, los llamaron
para soplar las nueve velas
puestas a la deriva
sobre una piscina de fondant y granas.
Agradecen los saludos, los regalos
pero no es alegría
la emoción más duradera de la tarde.
Los desconcierta
que se haga un único festejo
para acontecimientos
ocurridos en fechas separadas.
Se llevan once meses, veinte días
veintiuno cuando es bisiesto el año.
No es mucho tiempo, el suficiente
para aferrarse a las diferencias.
¿No se dice además que uno nace
y sigue solo?
Los dos miran perplejos
la superficie de la torta, el agua
celeste hecha de azúcar
no refleja. Soplan.
el pan. Clarisa
A los perros
qué les diría la abuela
qué hablaría con el loro.
Vivía aislada, comía aparte
muy pocas veces
la llamaban por el nombre.
Dejaba escapar las cabras
o ella misma se extraviaba.
Aparecía lejos en días lluviosos.
A mamá, a mí, nos echaron
cuando pudieron de esa casa.
Solo por verla, volvíamos
de visita cada tanto, la recuerdo
sacando un pan duro, una tortilla
que había escondido
debajo de la almohada para mí.
¿Esto buscabas? Era bueno
ese bocado que a otros nenes
les hubiera dado asco.
Su hermana vieja
dueña de todo
nos ofrecía cosas mejores.
Yo no aceptaba.