Siete guerreros nortumbrios
Viernes 09 de setiembre de 2011
Las misteriosas marcas de la tumba de Borges. El primer capítulo de Siete guerreros nortumbrios (Emecé), de Martin Hadis.
Por Martín Hadis.
Entre los muchos objetos que constituyen el legado de quien en vida fue Jorge Luis Borges hay uno que sigue fascinando y cautivando a estudiosos y lectores en general: se trata de su lápida, que se erige ahora en el Cementerio de Plainpalais[1]. Desde que fue alzada, los intentos de descifrar su contenido y propósito han sido a la vez múltiples pero, en la mayoría de los casos, vanos o incompletos. Algunos han alcanzado un éxito parcial al lograr identificar y traducir las inscripciones sobre ella grabadas. Pero el significado último de éstas, y su relación con la vida y obra del escritor, permanecían hasta ahora en total penumbra. Acaso es apropiado que la lápida del más célebre constructor de laberintos y paradojas del siglo XX refleje en su superficie de piedra el carácter enigmático de su obra literaria.
La lápida fue diseñada por María Kodama; la talla estuvo a cargo del escultor argentino Eduardo Longato[2]; las entrevistas que figuran a partir de la página 124 permiten conocer los detalles del proceso de su creación y diseño. Éstos son sin duda reveladores: todas y cada una de las figuras y las inscripciones esculpidas en la roca están allí –y son pasibles de un desciframiento profundo- porque eran caras a nuestro escritor, refieren a cuestiones centrales de su vida y se ramifican entrelazándose con sus obras, sus lecturas, su identidad, sus preferencias religiosas, sus antepasados y su biografía, yendo mucho más allá de su valor literal. En otras palabras: la importancia de estos símbolos e inscripciones no deriva de que éstos estén tallados en la roca; por el contrario: esos símbolos terminaron plasmados en la roca y fueron lúcidamente escogidos a tal fin porque eran, desde un principio, importantes para nuestro escritor, y porque aluden directamente a temas y argumentos esenciales de su universo, sus expectativas y sus sueños. Como en el caso del sello que encierra al genio de Las Mil y Una Noches, el significado individual de cada signo no es evidente, pero el conjunto resultante tiene una notable fuerza expresiva.
Y a pesar de ello (o quizás, a causa de ello), el monumento de piedra parece a primera vista engañosamente simple. En el anverso hay un grabado de siete guerreros que avanzan en fila con sus armas apuntando al cielo. Debajo de ellos, una inscripción enigmática. “and ne forthedon na”. Más abajo, las dos fechas 1899-1986 y una cruz de estilo celta. En el reverso aparece una nave vikinga con sus velas henchidas por el viento. Debajo de ella, hay otra inscripción “Hann tekr sverthit gram ok leggr í methal theira bert” y más abajo, una dedicatoria: “De Ulrica a Javier Otárola”.
Este conjunto aparentemente heterogéneo puede resultar en un principio incomprensible. De hecho varias personas han tildado a esta lápida de curiosa y complicada y a las inscripciones de oscuras e insondables. Todo eso sea acaso cierto desde un punto de vista literal y aparente, pero exactamente lo mismo podría decirse ante la primera impresión de muchos cuentos de Borges, de los escenarios y argumentos que el autor de Ficciones imaginaba y de la sensación que éstos causan en sus muchas veces perplejos lectores. Subrayo siempre que para entender a Borges es imperioso entender profundamente tanto sus símbolos habituales como los referentes a los que hace alusión. En muchos casos, es asimismo necesario conocer ciertos detalles de su vida y su historia familiar para poder descifrar el contenido de sus textos. La complejidad no está dada entonces por los simbolos e inscripciones tallados en la piedra, sino por la profundidad de pensamiento, la capacidad de imaginación y la vasta erudición del genial escritor al que éstas hacen referencia.
Uno de los argumentos centrales de este libro es, por lo tanto, que la lápida de Borges en Ginebra es un objeto literario; “Un libro”, escribió Borges una vez, “no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones”. Lo mismo vale para esta lápida. Este libro no consiste, por lo tanto, en el mero examen de una estela de piedra, sino en el recorrido de los numerosos senderos literarios y biográficos que parten de ella y nos permiten iluminar y entender mejor la vida y la obra de Borges, su estudio de diversas lenguas y las literaturas y la manera en que esos emprendimientos y lecturas se vinculaban con su historia familiar y con sus propios intereses y búsquedas.
No se trata, como es de esperar, de un trayecto lineal. Para descifrar la lápida de Borges deberemos regresar a la Inglaterra medieval y a época de las invasiones vikingas, analizar textos de sagas y antiguos poemas, recabar datos sobre sus antepasados, recorrer varios de sus cuentos y poemas y comprender sus inquietudes religiosas para luego volver nuestra vista a la Argentina del siglo XIX y analizar la peculiar visión de nuestro escritor sobre el destino, la religión, los idiomas, las literaturas germánicas y el coraje. Se trata de una labor compleja y enriquecedora, que nos permitirá acceder no solo al significado de la estela de piedra que señala el lugar de su reposo eterno sino acceder a aspectos íntimos de su obra.
Comenzaremos analizando las frases talladas en la roca. La inscripción del anverso de la lápida está en inglés antiguo; las del reverso, en antiguo nórdico. El mero hecho de que estas lenguas estén presentes en la roca tiene una relevancia profunda; antes de proceder propiamente al desciframiento de las mismas, debemos por lo tanto comprender el significado que estos idiomas tenían para Borges.
Partimos, entonces, hacia la Inglaterra del siglo V.
[1] Cimetière de Plainpalais, también llamado Cimetière des Rois, ubicado en Rue des Rois 10, Ginebra, Suiza.
[2] Borges falleció en Ginebra el 14 de Junio de 1986. La lápida fue diseñada y tallada en Buenos Aires; luego fue enviada a Suiza y, tras aguardar el tiempo necesario para el asentamiento del suelo, emplazada en su ubicación actual.