Parodia y homenaje
Entrevista a Joselo Rangel
Viernes 29 de abril de 2016
Por Patricio Zunini.
Desde hace varios años Joselo Rangel escribe una columna semanal en el periódico mexicano Excelsior. Hace poco, muchas fueron reunidas por El gourmet musical con el título Crócknicas de un tacvbo. Es que Joselo es, además el guitarrista de Café Tacvba, un grupo que integra la banda de sonido de cualquiera que haya crecido en América latina en los últimos 25 años. En el blog Textos mutantes se presenta así: «He compuesto varios de los hits de Tacvba: María, Rarotonga, Esa noche, El baile y el salón, Cero y uno, Aprovéchate. También algunas otras que no son tan conocidas, pero de la cuales me enorgullezco: El padre, Lento, Agua y Zopilotes, por ejemplo.» Las columnas cuentan su vida, que está llena de mucha música y humor. Como sus cuentos. Acaba de publicar su primer libro de ficción: es buenísimo, es uno de esos libros que uno termina regalando a amigos, sobrinos, ex novias y siempre acierta. Se llama One hit wonder (Ed. Almadía) y tiene 20 cuentos que van desde la educación sentimental del melómano hasta la incomunicación de la pareja. Joselo se suma a la larga tradición de músicos escritores, con un libro que es un hit. El tiempo dirá si es el único; apostamos por que no.
Por estos días, Joselo Rangel llegó a Buenos Aires a presentar su libro en la Feria: está hoy, viernes 29, a las 20 en el espacio Zona Futuro, y mañana a las 16 en la sala Leopoldo Lugones. Mientras tanto, habló con Eterna Cadencia de su One hit wonder.
—Frank Zappa se preguntaba “Does humor belong to music?”. Quería empezar preguntándote por esa frase, pero llevándola a tus cuentos.
—El humor pertenece al ser humano. Es una forma de expresarse, de conectar. Frank Zappa es sobre todo un humorista, el gran problema es que toda la gente se lo toma muy en serio. Uno de mis autores favoritos es Kurt Vonnegut, de quien todo el mundo dice que es un humorista: sí, pero habla de cuestiones muy serias. El humor en la música, está en la literatura. Son los autores y músicos con los que conecto. Mi banda es así. De repente todo parece una gran broma. Una de las primeras reseñas cuando nos presentamos en público fue de una persona que pensó que todo era un chiste, una parodia. Al final soy una parte de Tacvba, somos el 25% cada uno.
—¿Cómo manejan el humor y los caprichos de los otros?
—Conectamos. Cuando llego con una canción al grupo es como si llegara a un taller con un cuento, pero acá la gente no se dedica a atacarte sino al contrario, buscan sacar lo mejor de mi canción. Cada uno la toma, la comienza a desarrollar y crece muchísimo. Me gusta, los respeto mucho como músicos. Mis canciones crecen en Tacvba. Si Nos damos cuenta de lo que generamos.
—La figura del músico es muy convocante en el libro. Pero hay un personaje, El Topo, del cuento “Zorra” que parece como una figura modelo del músico, una especie de trepador que se apropia de la canción de una groupie. ¿Te da desconfianza “el músico”?
—El Topo es un músico, pero es de esos personajes que ahora están en la música pero van a pasar y van a hacer otra cosa en la vida. El personaje se da cuenta de que está tocando aquí, pero el padre es abogado y él lo va a seguir. La música es uno de los divertimentos que tiene, entonces toca el bajo despreocupado y no tiene idea si hace bien o mal. Va por la vida así. Es cierto tipo de persona, no es el músico. Yo creo que Yenia, la chica de ese cuento, sí es una artista. A ella le encanta la música y es muy talentosa, pero nadie lo sabe. Todo el mundo la ve como una groupie. Pero ella es más música que el otro. Ya que El topo se apropie de una canción que no es suya muestra que no entiende bien qué es lo que toca en todo esto.
—Pero también está el cuento “Escuela del rock”, que da varios trompos sobre las grandes leyendas del rock y... No sé cómo preguntar para que no quede como Peter Capusotto. ¿Conocés a Peter Capusotto?
—Sí, sí —festeja con risas—. ¡Hazla! ¡Me gusta!
—No, no. Hay como una cierta desconfianza por la lógica de la música.
—Es como el asunto de Frank Zappa. Nosotros estamos haciendo algo que a veces es muy tonto, básico y sólo queremos salir a tocar. Por eso el cuento está plagado de los grandes músicos. A los músicos los han hecho tontos todo el tiempo las disqueras pagándoles 5 pesos por una canción a los bluseros negros y, mientras el agente se hace rico, ellos mueren en la pobreza extrema. Veo a estos rockeros dentro de la escuela y todos se comportan como niños. Nos comportamos así: nos movemos como en un salón de clases en donde todo es así de básico, como si fuera una escuela primaria. No es una crítica porque estoy en esto y me encanta, pero tengo posibilidad de distanciarme y ver lo que somos. No sé por qué me pasa esto, porque me encanta la música y nunca voy a dejar de tocar.
—Cuando en los cuentos no hay música, lo primero que aparece es la mirada sobre las relaciones personales. Pienso en el cuento “Truco”, donde un mago argentino hace que una pareja se mire con los ojos del otro.
—Siempre quiero saber cómo alguien me percibe a mí, pero también cómo percibe al resto del mundo. Ese es nuestro gran problema: no tenemos la capacidad. Algunos lo intentamos; otros jamás se van a dar cuenta de qué es lo que siente el extraño. Me interesa. Qué es lo que siente una mujer o un hombre, cuál es la diferencia. En mi primer disco solita —tengo dos— hay una canción que canto como si fuera mujer. Cuando estaba componiendo me pregunté cómo vería si fuera mujer y me surgió algo muy distinto de lo que yo hago como hombre.
—En los cuentos está muy marcada la presencia del tiempo: desde la banda que es buenísima pero no se larga a tocar, hasta la que está en el centro del cuento que da título al libro, que viaja en el tiempo a través de la música.
—Me fascina el tiempo, es una de mis obsesiones. Hay gente que dice “No quiero reloj porque siento que el tiempo me ata”. Yo no. Siento que me ayuda a moverme y a ponerme de acuerdo y a ponerme a trabajar. Una de mis formas de trabajo es decir “Voy a escribir 30 minutos”: esos 30 minutos van a pasar sí o sí, pueden pasar o viendo el techo o haciendo algo. Me pongo a trabajar en los aviones. Hago un cuento por vuelo. Despega y empiezo en papel o en un mini ipad y durante todo el vuelo escribo.
—¿Los cuentos más breves son viajes de avión?
—Sí, exacto. Como a veces me da miedo la turbulencia, me meto ahí. A veces los termino cuando estoy aterrizando, a veces en el hotel. Para mí, el tiempo es algo que utilizo para mi conveniencia. Siempre me imaginaba historias, pero no me ponía a trabajar. Me faltaba eso. Entonces me hice un blog en donde ponía un cuento a la semana. Me resultó muy bien para el oficio.
—¿Tener un deadline?
—Sí, el deadline. Además, cuando hicieron la recopilación [Crócknicas de un tacvbo] sentí como si se hubiera escrito solo, por el simple hecho de trabajar cada semana. Pensé que seguramente podría pasar lo mismo con los cuentos.
—Otra cosa que aparece en los cuentos es la idea del destino. Pero no sé es algo en lo que creés o que lo tomás desde la parodia.
—Creo en el destino pero al mismo tiempo me puedo burlar de ello. Es algo que he descubierto en muchas cosas que hago y que también hace mi grupo: no podemos definir si nos estamos burlando de algo o le estamos haciendo un homenaje. Ahora estamos cumpliendo 20 años del disco "Avalancha de éxitos"…
—Ahí está la canción de Leo Dan.
—Sí: revisando, no sé si lo que hicimos con esa canción es una broma o un homenaje. Puede ser tomado como las dos cosas, depende de quién lo vea. Esa canción sonaba muchísimo en México, entonces nos preguntamos por qué no hacerla en ska. Y funcionó, funciona. Yo creo que eso me pasa con lo del destino.
—En el cuento “Rockstar” hay un adolescente que va a escuchar una banda con unos amigos y se da cuenta que para gustarle a su amiga tiene que convertirse en una estrella de rock. ¿Cuánto hay de vos en ese cuento?
—Por supuesto eso no sucedió, pero hay mucho. Le había puesto otro nombre al personaje y de repente dije: “No, este soy yo”. Me gustó cuando descubrí que era yo y que era tonto ponerle otro nombre. Tú sí entiendes la ficción, pero hay gente que piensa que todo esto lo viví y que lo estoy encubriendo con nombres. Entonces el grupo que menciono, Axis, es real. Y un amigo le mandó el cuento al cantante y ¡él dijo que no se acordaba de nada! De repente me di cuenta que, bueno, escribí la historia y es más real que lo que realmente sucedió.
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