Caja Negra cumple veinte años: “Lo que hacemos no es sólo un trabajo, sino también un modo de vida”
Coni Rosman
Martes 11 de noviembre de 2025
“Teníamos en mente que Caja Negra fuera un espacio de encuentro entre distintas disciplinas artísticas y de pensamiento”: Ezequiel Fanego y Malena Rey repasan los orígenes del sello y adelantan lo que vendrá.
Por Valeria Tentoni.
El sábado 15 de noviembre, Caja Negra celebrará sus veinte años de vida con un evento imperdible, libre y gratuito, en Deseo Buenos Aires: para empezar, participará Lucrecia Martel, que acaba de sumarse como autora y presentará su primer libro, Un destino común. También Simon Reynolds, el crítico cultural británico, y su hijo Kieran Press-Reynolds, quienes dialogarán con Pablo Schanton y Antonia Kon. “Tendremos un espacio enorme a disposición para encontrarnos, charlar y discutir”, dicen. De postre, fiesta Klav con la presencia del colectivo de Brasil Gop Tun.
Hay mucho para celebrar. Fundada en 2005 por Diego Esteras y Ezequiel Fanego, Caja Negra rápidamente se convirtió en una caja de resonancia de las inquietudes y deseos de una generación de lectores y lectoras que buscaban imaginar y reflexionar activamente alrededor de los inciertos futuros próximos. Poco a poco, el equipo fue expandiéndose: Malena Rey, Sofía Stel, Candelaria Pera, Javiera Pérez Salerno, Nicolás María Espert, los diseños de Consuelo Parga y Sabrina Simia, Patricio Orellana en programación cultural conforman el combinado nacional.
Con sedes en Buenos Aires y Madrid, este sello independiente tiene alcance en Latinoamérica y España. Su catálogo incluye recorridos transversales por el ensayo, la literatura, el cine, las artes visuales y la música. Mantienen cuatro colecciones en paralelo: Futuros próximos (ensayo contemporáneo), Efectos colaterales (imaginación literaria), Numancia (rescates contraculturales) y Synesthesia (crítica y pensamiento).
¿Con qué espíritu lanzaron el sello en 2005? ¿Qué espacio veían vacante, y cómo fueron plantando el catálogo inicial?
Como no teníamos ninguna experiencia editorial, lo que nos guio desde los inicios fue nuestra experiencia como lectores. Queríamos publicar aquello que necesitábamos leer, y no veíamos en el mercado editorial. En un principio fueron libros extraños, “menores”, anacrónicos, pero que para nosotros sintonizaban con un espíritu de la época, como por ejemplo Acephale, la revista dirigida por George Bataille o la antología que armamos del decadentismo francés. Ya teníamos en mente que Caja Negra fuera un espacio de encuentro entre distintas disciplinas artísticas y de pensamiento, que el cine y la música dialoguen con la literatura y la filosofía, sin trazar distinción entre ellas. Como consumidores diletantes de cultura para nosotros no existían diferencias entre estas cosas, e imaginábamos un lector con la misma voracidad omnívora. Por último, te diría que parte de nuestra inspiración no vino del mundo editorial sino de sellos musicales que amábamos: sobre todo respecto a la coherencia de sus catálogos y su preocupación por el diseño. Nos interesaba replicar en los lectores algo del fanatismo y la fidelidad que muchas veces producen los sellos musicales independientes, esa cuestión de elegir un disco porque lo lanza un sello determinado o incluso por lo atractivo de su portada.
¿Cómo cambió esa visión a lo largo de estos años?
Diría que esa visión no cambió mucho, pero sí fuimos perfeccionando nuestros recursos y sumando nuevos objetivos. El lugar vacante, que en un momento lo veíamos en esa intersección entre distintas disciplinas, después empezamos a verlo en el campo de la teoría contemporánea. Futuros Próximos, nuestra tercera colección, dedicada al ensayo contemporáneo, nació en 2014 de esta intuición. Fuimos a la búsqueda de un tipo de escritura intelectual pero no académica, incluso con ciertos elementos pop, que proponga nuevos conceptos para pensar lo que ya se percibía como un mundo que se alejaba del siglo XX y sus coordenadas. Creo que en ese momento tomamos conciencia de que queríamos producir novedad, acercar conceptos nuevos y abordajes originales para diagnosticar un tiempo de cambios acelerados. Así llegaron autores como Hito Steyerl, Mark Fisher, Éric Sadin, Sara Ahmed, y muchos otros a la editorial. Algo similar buscamos producir hoy con Efectos Colaterales, nuestra colección de narrativa contemporánea.
"Caja Negra es una entidad pensante, un organismo tentacular cuya misión es mapear la historia de episodios radicales de experimentación estética, política y vital": dos puntos que me interesaría tocar son el de la experimentación y el de la radicalidad, ¿por qué y cómo trabajan esas líneas?
Creo que algo de esa búsqueda puede también remontarse a una necesidad que marcó nuestros orígenes. Quienes hoy dirigimos la editorial nos conocimos en el contexto del 2001. Siempre que se piensa en ese año se hace hincapié en el estallido, y en lo que vino después, las asambleas, las cooperativas, los clubes de trueque. Pero pocas veces se recuerda la sensación de asfixia, de ausencia de alternativas que precedió esos sucesos. Creo que eso nos marcó, porque si hay algo que mueve a la editorial desde sus comienzos y que hoy, veinte años después, seguimos revalidando y resignificando, es la necesidad de inventar alternativas. Lo que nos moviliza desde siempre a rastrear en la contracultura o en la vida de ciertos artistas, músicos o escritores “episodios radicales de experimentación estética, política y vital” es la necesidad de cartografiar formas de vida alternativas que nos permitan creer que otros futuros son posibles. La radicalidad implica ir a fondo, comprender cuál es la raíz de lo instituido, y la experimentación es un paso necesario para la invención de lo nuevo.
¿Y qué actitud les pide esto, como editores?
Como editores eso nos exige, por un lado, asumir que lo que hacemos no es sólo un trabajo, sino también un modo de vida. A una editorial la conforman un montón de personas, cada una con sus implicaciones en el proyecto, sus deseos, sus frustraciones. Tratamos dentro de lo posible de que Caja Negra signifique para lxs involucradxs una inspiración, un lugar de crecimiento, un espacio para volcar inquietudes. Y por otro, también, nos propone un desafío por reinventarnos, mutar en sintonía con la época, con las crisis, con los lectores y con nosotrxs.
Caja Negra también es una red de alianzas, ¿qué lugar les dan en su proyecto?
Siempre fue clave para nosotrxs generar sinergia con instituciones y proyectos culturales afines y generar acciones a partir de libros puntuales. Y cuando hablamos de “red” y de “alianzas”, van desde la complicidad de lxs librerxs o periodistas, hasta otro tipo de instituciones como ferias, embajadas, museos, universidades o institutos culturales de distintos países. En algún punto parte de nuestro trabajo es generar la conversación en la que el libro que publicamos va a insertarse, y por eso es tan importante el vínculo con otros actores. En un país como Argentina es muy difícil hacer cosas solxs. Y a su vez todos esos lazos le dan una recepción bien local a nuestros libros, que muchas veces son traducciones de conceptos producidos en otros países que tienen que hacerse un lugar acá. Sin esa red de alianzas no habríamos podido generar un montón de acciones o haber traído al país a autores como McKenzie Wark, Boris Groys, Luis Carlos Barragán Castro, Paulo Tavares o Éric Sadin, por mencionar solo algunxs autorxs que vinieron estos últimos años.
Otro de los rubros que trabajan son las activaciones culturales, con un programa intenso de actividades. ¿Cómo las piensan en relación al objeto libro y a las personas que los escriben?
Nos interesa mucho involucrarnos en la programación cultural y hay una persona en Argentina y otra en España dentro del equipo de Caja Negra pensando y ocupándose de eso. También nos importa que las actividades sean desafiantes, que estén pensadas en función de cada libro y de sus particularidades. No nos gustan las presentaciones de libros tradicionales. En general las pensamos en equipo, viendo qué personas podrían interactuar con tal o cual tema o autor en cuestión. Siempre que podemos, involucramos a lxs autores o autoras en esas movidas, o intentamos invitarlos a distintos países para que discutan sus libros, den talleres. Pero cuando eso no es posible, pensamos otras alternativas, como cuando hicimos una vigilia por Mark Fisher en La Plata, un ritual colectivo y musical para Genesis P-Orridge, o cuando le festejamos los 100 años a Jonas Mekas con una jornada de proyecciones y lecturas con muchos invitados y amigxs.
Han incorporado en los últimos años un catálogo de ficción. ¿Cómo tomaron esa decisión y con qué espíritu exploran ese género?
El primer impulso vino durante la pandemia. Reparamos en que varios lectores de la editorial se referían a que el colapso venía siendo anunciado por nuestra colección de ensayo contemporáneo, que ya desde su nombre (Futuros Próximos) reflejaba ese intento no solo por diagnosticar el presente, sino también por anticipar los efectos inmediatos de los cambios tecnológicos y políticos que no hacían más que acelerarse. Nos pareció que además de diagnosticar y señalar las consecuencias de esas transformaciones era necesario involucrarnos con la creación de alternativas. Esa inquietud la fuimos volcando en la colección de ensayo, (pienso en libros como Aceleracionismo, Gobernar la utopía, Fragmentar el futuro o Seamos como hongos) pero la ficción nos empezó a tentar como un campo especialmente fértil para ese ejercicio de la imaginación. Así que dedicamos varios años a buscar esa literatura, una literatura que dialogue con el resto del catálogo, pero que nos aporte un terreno más abierto para la experimentación. Particularmente hasta el momento fueron tanto el género del new weird, la ciencia ficción o cierta escritura que cruzara la teoría con la autoficción (McKenzie Wark la denomina auto-teoría crítica) la que nos aportaron esos espacios, pero no estamos para nada cerrados a explorar otros.
¿Cómo pensar la potencia de un sello editorial en un mundo como este, veinte años después de diseñado su lanzamiento?
Seguimos confiando en el libro impreso como objeto que interviene en la cultura, como un artefacto que produce discusión, pensamiento y transformación. La potencia pasa por seguir construyendo un catálogo sólido, lleno de conexiones internas, que nos permita entender esta realidad e imaginar futuros posibles. Y también la potencia pasa por trabajar en equipo, por haber encontrado en Caja Negra un espacio afectivo y de acción.
Preparan un evento de celebración, ¿qué nos pueden contar de eso?
Sí, nos tomamos este aniversario redondo como una instancia colectiva de festejo, en un momento en el que es muy difícil detenerse a celebrar nada. Nos centramos en la idea de “lujo público”, un concepto que aparece en el libro Después del trabajo, y que propone el acceso colectivo al disfrute, el pensamiento y la soberanía sobre nuestro tiempo libre, frente a la austeridad y el individualismo que imperan hoy. La idea es juntarnos el sábado 15 de noviembre en Deseo Buenos Aires (un espacio increíble que comparte nuestro espíritu) a conversar con Lucrecia Martel, que acaba de sumarse como autora a nuestro catálogo y que presentará en público su libro. También habrá una conversación intergeneracional con Simon Reynolds, el crítico cultural británico al que venimos publicando, y su hijo Kieran Press-Reynolds, quienes dialogarán sobre el presente de la crítica cultural con Pablo Schanton y Antonia Kon. Y habrá varias otras sorpresas de distinto tipo. Queremos empezar de día y terminar bien entrada la noche. La entrada es libre y gratuita. Ojalá vengan muchxs lectorxs a acompañarnos.