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Marina Yuszczuk: “Siempre tengo ideas para dos o tres novelas para adelante”

Después de La sed y Para que sepan que vinimos, la poeta y narradora regresa a librerías con Historia natural (Blatt & Ríos). 



Por Valeria Tentoni


 

Con La sed y Para que sepan que vinimos quedó demostrado que la poeta y narradora Marina Yuszczuk ha inaugurado un nuevo ciclo en su escritura, aunque quizás más correcto sería decir ha agregado: nada impide que, en el futuro, vuelva a publicar libros de poemas como Madre soltera o cuentos de corte más bien realista, como Los arreglos, publicado en Rosa Iceberg, la editorial que dirige. 

En Historia natural, en cambio, la imaginación es su aliada predilecta, “el yo es un invento y lo familiar es la política del terror”. Yuszczuk toma la Historia entre sus manos y la moldea como arcilla fresca: “Lo que sigue es una obra de ficción basada libremente en hechos ocurridos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata en los años que siguieron a su fundación”, leemos antes de encontrarnos con Virginia Moreno, la hija que le imagina al explorador y coleccionista Perito Francisco Moreno, su director.   


  

Volvés a publicar en Blatt & Ríos, el sello que tiene muchas de tus obras, ¿por qué la elegís como editorial?  

Sentirse como en casa en una editorial, para mí, a esta altura de mi vida, es muy importante. Tener algún lugar donde, de alguna manera, pertenecés. Con ellos yo tengo una libertad total, algo que también aprecio montón. No hay exigencias como las que escucho les hacen a otros escritores en otros sellos: ahora tienes que escribir una novela, ahora tenés que escribir unos cuentos, ahora tenés que ir para este lado, especulando con una idea de carrera literaria. Me parece que Damián Ríos y Mariano Blatt tienen otra idea sobre la creación. Están más ellos al servicio de los autores y de sus exploraciones, que al revés. Eso es algo que yo valoro muchísimo, también el entusiasmo y el hecho de apostar por mí y por mi escritura desde mucho antes de que, como se dice ahora, la pegara, porque evidentemente cuando salió La sed hubo un impacto que mis libros anteriores no habían tenido. Pero ellos ya me habían elegido de antes como autora para la editorial, y eso para mí vale un montón. Vieron algo ahí, que les interesaba y que les pareció valioso. Reeditaron mis poemas, de hecho, que ya no estaban circulando.  

Madre soltera y otros poemas, sí. Empezaste publicando poesía, ¿seguís escribiendo versos?  

Me da una especie de, no sé si la palabra es nostalgia, pero... Hay una relación con el lenguaje que solamente la tenés cuando escribís poesía. Y después nunca más me surgió escribir poesía. No digo que lo lamento, pero sí que me da una emoción. Justo ahora estoy releyendo En busca del tiempo perdido, de Proust. Lo leí cuando tenía veinte años y estaba estudiando Letras. En esa época yo también estaba empezando a escribir poesía. Recuerdo eso de tener atesorado el papelito donde escribí unos versos, yo tenía una libretita en la que había escrito un poema sobre pelar un durazno, una pavada, pero me gustaba mucho y recuerdo el placer que me dio. Ahora no es lo mismo. Amo mis libros y todo, pero tener la libreta pequeña guardada en la mesa de luz o metida en el bolsillo, sacarla y releer ese fragmentito que escribiste y sentir que lo escribiste vos y no poder creerlo, eso es increíble. Te diría que me da cierto orgullo haber empezado escribiendo poesías. Y haber estado también medio desconectado durante muchos años del mundo de la narrativa, me parece algo muy sano. 

¿Comenzaste a escribir mientras estudiabas Letras? 

Había unos cuadernos, pero no los considero algo importante. Cuando era adolescente, a mis 14 ó15 años, escribía poesía en verso tipo sonetos, supongo que porque nos daban eso en el colegio. Después fui a un taller con Delfina Muschietti en Espacio VOX, y ahí me encontré con una lectora increíble. Me abrió la cabeza a un nivel increíble. 

En tu primera novela, La inocencia, hay una protagonista cuya madre ingresa en la religión de los Testigos de Jehová. Entre otras cosas es un libro sobre la transgresión, un tema que regresa en otras obras.  

Sí, un poco sí, porque además en La inocencia hay escritas ciertas frases que chocan. Cuando tenía que escribir las escenas sexuales o las partes que son explícitas, me hacía algunas preguntas... 

¿Hasta dónde contar? 

No sé si la pregunta era hasta dónde, sino con qué lenguaje. A veces hay un impulso de poetizar o metaforizar ciertos pasajes que tienen que ver con el cuerpo, y mi intuición en cambio fue que era mucho más interesante y potente, más fiel a la experiencia que yo quería transmitir, hacer algo más crudo, en un registro más directo. Me parece que es la misma diferencia que se puede pensar entre el erotismo y la pornografía. Yo quería ser un poco porno, trabajar con lo obsceno y lo explícito. Era la voz de una chica expresando su curiosidad sexual, tenía una potencia distinta. La masturbación para mí es el centro de La inocencia, por más que haya sexo. El descubrimiento real es el del propio cuerpo.  

En tu última novela, Historia natural, también hay escenas así, ni que hablar en La sed

Pero es muy distinto pasar de la primera persona a otro registro, o pasar a la ficción. Ahí ya de por sí hay un enmascaramiento de la voz. No tiene tanto que ver con el relato de una experiencia propia, sino más bien con la fantasía.  

Me interesa esta división entre primera persona autobiográfica y ficción, porque se puede hacer una novela de ficción en primera persona. Y lo autobiográfico se puede pensar como un efecto ficcional. ¿Cómo pensás estas categorías?   

Es un espectro, me parece claro. Quizás es medio engañoso etiquetarlo de una manera. Para mí las etiquetas sirven para pensar, obviamente son inevitables. Y sí, al mismo tiempo son engañosas porque, por ejemplo, en la segunda parte de La sed la protagonista escribe en primera persona, es una especie de diario. Sí hay un pasaje también donde ella se masturba, tiene una fantasía sexual. Para mí La sed es una novela híbrida: yo entiendo que se piense siempre como ficción y se lea como ficción, me parece bien, pero para mí es una especie de confluencia de ficción y autoficción. Y sí me parece que lo que se genera es un efecto de lectura que se puede aprovechar, que es muy fuerte, eso es innegable. A mí también me pasa como lectora esto de encontrarme con un libro y tener la sensación de que la persona que lo escribió tiene que haber vivido lo que yo estoy leyendo ahora. ¿Cuáles son las consecuencias de eso? Bueno, a veces ninguna. Y a veces un terrible morbo por saber si efectivamente fue así, que incluso una va a la biografía del autor o a Google a ver si hay fotos. Esta sensación de estar asomándote a la verdad de otra, a la intimidad de otro, es muy fuerte. Yo creo que se puede usar, cuando percibís que tiene una potencia, como en este caso, en La inocencia. Para mí es un libro que tenía que estar en primera persona. Después también me pasó con otras experiencias que quise escribir y me dije ni loca, ni loca lo escribo en primera persona o ni loca lo escribo de otra manera que no sea ficción. 

¿La ficción te permite ir más lejos?  

Sí, para mí sí te permite ir más lejos, pero también te permite incorporar toda una dimensión que cada vez a mí me interesa más, que tiene que ver con la imaginación. En el sentido más desbordado posible. Aparecen imágenes que vos decís esto de dónde salió. La fantasía de la imaginación está cada vez más presente. En todos los libros percibo que está como atravesándolos, no en la poesía, pero en la narrativa, por lo menos, sí que me parece que es un poco mi tema. 

¿Cuándo descubriste que tenías esa llave con la que podías pasar de un registro más realista a jugar con vampiros, con fantasmas? 

Después de escribir. Todos esos descubrimientos son póstumos, por decirlo así. Yo siempre reniego un poco de la prensa cuando sale un libro nuevo, y hay que hablar mucho del libro, pero al mismo tiempo hay un montón de cosas de mi escritura que recién las pude pensar cuando me las preguntaron, hablando con otras personas. Creo que fue con La sed, que la escribí en un estado también bastante particular. No estaba pensando para nada en escribir un libro, ni en que fuera exitoso, ni que se vendiera ni nada por el estilo. Estaba con la misma sensación de Madre soltera: no sé lo que estoy haciendo. Era la primera vez que escribía un libro de género, de terror. Tenía una sensación de incertidumbre total, de que todas las posibilidades están abiertas. Es maravilloso y al mismo tiempo terrorífico, porque no sabés de dónde agarrarte.  

Vuelvo a Historia natural y a su protagonista, una nena de 12 años. ¿Cómo creaste a esta hija inventada de Moreno? 

Esa novela no es una reescritura, por supuesto, ni nada que se le parezca, pero es cierto que hay un libro me hubiera gustado escribir a mí: Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson. Es un libro también sobre una chica, una chica súper distinta, loquísima. Y, de hecho, para mí Historia natural podría ser una especie de Siempre hemos vivido en el museo. Cuando estaba escribiendo el primer capítulo tenía muy presente esta idea. Esa novela para mí fue muy importante, porque además es súper poética, o sea, todo lo que lleva adelante la novela es la voz de ella, que está completamente chalada. Ella está todo el tiempo fantaseando y su fantasía es muy poética. Todo eso yo lo tenía muy presente cuando empecé a escribir Historia natural. Quería que la protagonista fuera también un personaje que estuviera en la realidad, pero con una visión un poco infantil, un poco distorsionada. Un poco psicópata también, o algo por el estilo, si lo queremos poner en términos más contemporáneos. También en esta situación de estar viviendo en un lugar que tiene mucho que ver con la historia argentina, y que yo iba a encarar con muchos datos, con descripciones, con información, con historia. En la novela iba a aparecer este juego un poco entre “el lugar real”, porque es una novela histórica, y al mismo tiempo todo lo que ella fantasea alrededor de ese lugar, principalmente a partir del padre y del deseo que tiene de que el padre la mire. Todo lo que el padre representa para ella es como la literatura, habla del padre y de los libros del padre. Entonces el deseo del padre es también el deseo de la literatura, de la aventura, del viaje, del conocimiento, del saber.  

Es una historia que transcurre en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y registra hechos como el que encierra poblaciones indígenas a vivir en el museo, pero sobre esa historia ya increíble inventaste a una persona que nunca existió.    

Es que para mí ese personaje absorbe la distorsión y la devuelve amplificada, como diría Leónidas Lamborghini. Asimilar la distorsión y devolverla multiplicada, ¿no? En este caso ella asimila el discurso de su época, en relación a la conquista del desierto, los indígenas y el progreso, al pie de la letra. Pero finalmente lo termina distorsionando, porque para ella es todo parte de su fantasía. Todo lo que se decía en ese momento sobre el progreso, toda esa euforia de estar por fin despegando como nación, en esa competitividad por estar a la altura de las naciones civilizadas del planeta. Esta novela transcurre en el momento en el que por fin se tiene esa sensación de levantar vuelo, un momento triunfal. Ella va a tener esta sensación también, de ser parte de esta gran empresa gloriosa que comandada nada menos que su padre. Pero también la del costado más brutal, de eso también se hace eco. De la imaginería que aparece en la literatura del siglo XIX sobre los indios como el otro, como una presencia oscura, amenazante y demás, que en realidad, en el momento en que los llevan al Museo, ya son un pueblo completamente derrotado, diezmado. Yo quería que ese contraste fuera brutal. Es una de las maneras posibles de pensar los enfrentamientos políticos, esto de ver al otro y al mismo tiempo no ver nada. Porque siempre se impone la fantasía sobre el enemigo. 

Yendo al presente, ¿ya estás escribiendo otra novela? 

Me pasa que siempre tengo ideas para dos o tres novelas para adelante. Ya tengo pensado lo que voy a escribir de acá a cinco años, te diría. Ahora estoy escribiendo una novela nueva, después tengo pensado otra novela que me da muchas ganas de escribir, porque también me dan ganas de meterme en ciertos mundos de lecturas. De repente hay un tema que me interesa, y quiero ir por ahí. Sé que me voy a meter y que voy a poder hacer algo con eso. Por ahí va a ser un delirio, pero espero que no. Cuando terminé de escribir Historia natural pensé: quizás me puedo relajar un poco y puedo escribir, no sé, unos cuentos... Pero no. Eso no lo elegís.  

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