Malcolm X
De la serie "Epifanías"
Lunes 02 de mayo de 2016
Por Luis Sagasti.
Malcolm X. Cárcel de Massachusetts, 1946
El único momento de libertad que encontraban los esclavos del Sur era en sus reuniones religiosas. Allí no solo nace el góspel sino también la tradición del compromiso político de los predicadores: como ningún blanco asiste a sus misas, la palabra es lo primero que se libera. Ese matrimonio entre política y religión no es exclusivo de bautistas y pentecostales como Martin Luther King o Jesse Jackson. En 1930 Wallace Fard Muhammad funda la Nación del Islam con la idea de despertar la conciencia social y espiritual de los negros estadounidenses. En cierta medida su teología abusa de la fe del creyente. Alá es negro, crea el universo hace sesenta y seis trillones de años y al morir deja su legado a un consejo de veintitrés sabios negros presididos por otro Alá. Un científico diabólico llamado Yakub es el responsable de alumbrar a la raza blanca con el fin de dominar el mundo durante seis mil años.
En su autobiografía, Malcolm X declara que en la cárcel de Massachusetts, adonde acaba luego de ser acusado de robar un reloj y portar un arma de fuego pese a un pasado como proxeneta, traficante de drogas, seguidos de un largo etcétera, era llamado Satán por su animosidad frente a la religión. A la Nación del Islam se convertiría en 1948 a instancias de su hermano Reginald; una vez en libertad se volvería su ministro más famoso y carismático hasta 1964 en que abandona el culto desilusionado por la escandalosa vida sexual de su líder. No obstante, su fe religiosa se mantiene intacta. Peregrina a La Meca y abraza al Islam convencido que solo allí pueden unirse las distintas razas (es que ha visto gente de muchos colores en La Meca sin que medie entre ellos ninguna clase de violencia). Un año más tarde, de acuerdo a lo que la tradición norteamericana prevé con sus líderes más o menos progresistas, es asesinado en Nueva York con dieciséis balazos.
Pero mucho antes de que eso ocurra, hacia 1946, la fecha es incierta, conoce en la cárcel a un negro llamado John Elton Bembry, unos veinte años mayor que él y detenido por los mismos motivos. Bembry tiene una gran sabiduría y el don de la palabra. Tan es así que hasta los guardias de la cárcel lo escuchan con mucha atención cuando habla. Este hombre sabe ver que Malcolm es ignorante y arrogante en consecuencia pero también un hombre en llama perenne. Y hay que orientar ese fuego antes de que el Penal arroje el agua de su disciplina. Lo anima a instruirse, a ser crítico, a educarse por sí mismo.
Un día Bembry lleva a su amigo a la biblioteca de la prisión y le enseña un diccionario. Busca el término negro. Lee en voz alta algunos de sus sinónimos: triste, hostil, sucio, hosco, impuro, desgraciado. Blanco, en cambio, es definido como inocente, puro, verdadero, honesto. Entonces Malcolm X ya deja de ser negro para siempre, de ahí en más será afroamericano.
En el diccionario de sinónimos del Word al término blanco corresponde alegre, gozoso, optimista, feliz, fausto, inmaculado.
La cuarta imagen que aparece en Google cuando se busca negro es la de un chico afroamericano al que le faltan algunos dientes. Recién en el sitio número cuarenta y siete de blanco encontramos una imagen nítida: un sillón.
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Luis Sagasti presenta su nuevo libro, El arte de la fuga (Ed. 36), este sábado a las 16 en la Sala Adolfo Bioy Casares de la Feria del libro de Buenos Aires.