Columnas

Los cantores del Abasto

Gardel y el anhelo

"Puedo entender al porteño que, estando en París, no para de extrañar Buenos Aires; pero no deja de desconcertarme la circunstancia en la que alguien, ahí en Montmartre, fauborg sentimental, se dedica a evocar la calle Suipacha, la calle Esmeralda".

Por Martín Kohan.

 

Yo puedo entender, lo confieso, al porteño que, estando en París, no para de extrañar Buenos Aires. Esa mirada, sabidamente, se forjó en Carlos Gardel, en esa mixtura singular de Toulouse y Tacuarembó que urdió Gardel para definir a la perfección lo que podría entenderse por un porteño: inscripción en lo uruguayo de una sugestión de lo francés, un horizonte de francesidad recalando en lo uruguayo.

Tenemos pues a Gardel en París, y más concretamente en Montmartre, así como tenemos “Canaro en París” o las “Mañanitas de Montmartre” de Irusta-Demare-Fugazot. Ya lo dije: puedo entender al porteño que, estando en París, no para de extrañar Buenos Aires; pero no deja de desconcertarme la circunstancia en la que alguien, ahí en Montmartre, fauborg sentimental, se dedica a evocar la calle Suipacha, la calle Esmeralda. Concibo la evocación sentida de la calle Corrientes, concibo la del arrabal. La de Suipacha, la de Esmeralda, hoy me resultan más enigmáticas.

Concibo la intriga previa: “¿Cómo habrá cambiado tu calle Corrientes?”, porque en Corrientes se labra el mito y porque es insoportable, para el que está lejos, pensar que su lugar está cambiando y está cambiando sin él; que se lo está perdiendo, que va quedando desacompasado; que si vuelve acaso ya no volverá a lo mismo, que añora cosas que quizás ya no existan. Concibo eso y concibo lo que viene después: “tu mismo arrabal”, donde “mismo” puede entenderse como “incluso” o como “aun”, pero también puede entenderse como idéntico. Y es que el arrabal, a diferencia de la calle Corrientes, tal como advertía Borges en esos mismos años, prometía permanencias, un aferrarse a lo que ya estaba, un mantenerse porfiadamente en lo igual.

La calle Corrientes, entonces, y luego el arrabal; pero Suipacha y Esmeralda hoy resultan más dudosas. Hay que ponerse a evocar semejantes calles, tan luego desde Montmartre; hay que esmerarse, y hasta obstinarse, para lograr una reminiscencia así.

Se trata, claro, de “Anclao en París”. Anclado porque el errante (el de la “vida de errante bohemio”) ha quedado fijo (“Aquí estoy varado”); anclado: el ancla se clava y lo detiene, lejos, a merced de eso otro que también se clava: el recuerdo (“yo siento que el recuerdo me clava su puñal”).

Pero Gardel no canta “anclado”, sino “anclao”; porque Cadícamo no ha escrito “anclado”, sino “anclao”. La idea de que, para el exiliado, la patria es la lengua, como propuso Theodor Adorno tras el exilio, se ajusta aquí de esta forma: para el exiliado, la patria es la pronunciación. Y junto con la pronunciación, el acento. En el envés del canto de Gardel, para desconfigurar identidades en vez de erigirlas y asentarlas, habría que ubicar (o desubicar) a Luca Prodan, el acento y la pronunciación de Luca Prodan, su manera de decir Chivilcoy, por ejemplo.

                                                                                              

Artículos relacionados

Aislamiento

En esta nueva entrega, Jorge Consiglio cruza las vidas de dos hombres retirados: Egidio, un noble bizantino del siglo VII, y Aballay, el personaje de Antonio Di Benedetto.

Una tentación contemporánea

María Sonia Cristoff cruza Desaparecer de sí, de David Le Breton, y Cicuta para los oídos, de Sebastián Hacher , alrededor de las fantasías escapistas de nuestra era.

Sin solución

Martín Kohan lee Ñu, la novela de Pau Luque, en esta nueva entrega de sus columnas.

Formas de la fe

Jorge Consiglio retoma la lectura de Francisco de Asís para llegar a la de Borges y detenerse frente a la gran bifurcación que separa los caminos de la m ística y de la literatura.

Volver a qué

Martín Kohan visita el tango con Roberto Carlos, Gardel, Le Pera y Borges en esta nueva columna.

El instante revelador

Entre poemas de Alicia Genovese y lecturas de César Aira, Jorge Consiglio escribe en esta columna acerca de las epifanías y los hallazgos que nos reservan las librerías. 

Escritorios

Martín Kohan regresa a Enterrados (Edhasa) de Miguel Vitagliano para pensar los espacios de trabajo de quienes piensan y escriben.

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Ver carrito
0 item(s) agregado tu carrito
×
MUTMA
Seguir comprando
Checkout
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar
×
Suscripción Eterna
Suscribite
Y recibí nuestro newsletter semanal con lo mejor del blog, todas las novedades y la agenda de la librería.
SUSCRIBIRSE