Prólogos

La realidad, esa ficción: crónicas novísimas

Los ganadores del premio Fundación TEM

El prólogo al libro de Editorial Marea que reúne las crónicas ganadoras del premio de la Fundación TEM para estudiantes de periodismo, trabajadas en una clínica junto a Josefina Licitra. Se presentaron unos 200 trabajos provenientes de Argentina pero también de Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay.

 

 

Por Roberto Herrscher.

 

I

Una historia: Cintia Kemelmajer viajó en micro hasta Capilla del Monte para encontrarse con la vidente ideal para estos tiempos: la mujer que canaliza la luz de la Virgen María, que le da lecciones de marketing y le recomienda ser fashion.

Otra: cuando los veteranos ya pensábamos que los youtubers eran el final del camino, Camila Arostegui nos lleva a conocer a los instagramers y a sus tiernas víctimas.
Una tercera, también muy de esta época, es la historia de “Coco” Niz que cuenta José Pablo Criales: un cartonero que “sale a la calle a pelear por la basura”.
Son crónicas que trazan un mapa de la extraña Argentina de hoy, donde conviven mitos ancestrales, estereotipos televisi¬vos y pasiones digitales.

II

Todos estos textos son producto del trabajo de asesoría y edición de la gran maestra Josefina Licitra con los ganadores del Premio para Estudiantes de Periodismo que por segundo año consecu¬tivo organiza la Fundación Tomás Eloy Martínez con la partici¬pación de la revista Viva de Clarín.
Hay un segundo grupo de crónicas que tienen que ver con cosas que no cambian en nuestro país. En estas historias sigue latiendo la Argentina de siempre, la reconocible para generacio¬nes que venimos de otro siglo y de otros temas.
Por ejemplo, el fulbito como puesta en juego de la identidad nacional. Todo país que se precie tiene selección de fútbol. Pero Argentina tiene, además, selección nacional de metegol, y Julián Abate cuenta la extraña épica de estos deportistas de la muñeca que tienen prohibido el “molinete”.
O, por ejemplo, un lugar escondido en lo más hondo del país: el Impenetrable, donde se abismó María Ferreira Slier con las maestras de niños panzudos y hambrientos.
En el almuerzo, nota María que le dan muchísima comida. “Tenemos la carga sobre nuestros hombros de todas las perso¬nas que en el Impenetrable solo se alimentan de pan y mate cocido, por eso creo que nos obligan a comer por ellos, como una forma de callar la culpa”, escribe con precoz sabiduría.
Pero las fronteras de esta antología no se circunscriben a los límites de la patria chica. También hay lugar para una histo¬ria que resuena en todo el continente, pero que es hondamente peruana: la del escritor Oswaldo Reynoso, un narrador que se asomó a los abismos del dolor, que no fue famoso, que dejó instrucciones para su funeral y que Paucar Temoche rescata con prosa nítida y poética.

III

Y, por supuesto, como en toda antología de nuevas plumas, hay búsquedas en temas universales y eternos: el salir a flote desde la desesperación, las certezas e incomprensiones de la fe, la lucha del bien contra el mal.
Leonardo Scannone toma el personaje ya conocido de la boxeadora sensible y le da una vuelta estupenda: su personaje, la “Burbuja” Carabajal, estudió psicología porque “quería entender por qué sufren las personas”.
Delfina Torres Cabreros se adentró en el pasado con su inmersión en el pueblo de los menonitas, un grupo de fanáti¬cos religiosos que viven sin electricidad y “ejercitan cada día el músculo del desapego”, como reza una de las frases elegantes y felices que abundan en esta crónica.
Y por último, dos crónicas de denuncia: Mario De Fina se interna en la provincia de Misiones, donde la pobreza empuja a los trabajadores a convivir con agrotóxicos que los envene¬nan y que producen malformaciones fetales. Sus fuentes viven con miedo a la connivencia entre los grandes intereses empresa¬riales y el poder político. Y Jocelyn Herrera León viaja con su padre, hijo de un viejo minero de Morococha, Perú, a ese pueblo destruido, donde la mayoría fue obligada a partir y los últimos habitantes son hostigados para que abandonen una tierra hostil pero añorada por trabajadores como el abuelo de Jocelyn, y que ahora es codiciada por los nuevos conquistadores. En su texto se juntan el dolor por el sufrimiento callado del padre, en la mejor tradición de la novela realista latinoamericana, con la descrip-ción atinada de la crónica actual y los datos de la investigación reporteril. Estos son los ingredientes del novísimo periodismo narrativo de nuestro continente.

IV

En su famoso discurso ante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa en Guadalajara, hace ya veinte años, Tomás Eloy Martínez afirmaba que “de todas las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. La llama sagrada del periodismo es
la duda, la verificación de los datos, la interrogación constan¬te. Allí donde los documentos parecen instalar una certeza, el periodismo instala siempre una pregunta”.
Para el recordado maestro, en cuyo honor y bajo cuyo ampa¬ro se organiza este premio para jóvenes estudiantes de periodis¬mo, “preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar […] son los verbos capitales de la profesión más arriesgada y más apasionante del mundo. La gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios audiovisuales es descubrir, donde antes había solo un hecho, al ser humano que está detrás de ese hecho, a la persona de carne y hueso afectada por los vientos de la realidad. La noticia ha deja¬do de ser objetiva para volverse individual. O mejor dicho: las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber”.
Los trabajos de estos jóvenes practicantes de la noble profe¬sión de Tomás Eloy Martínez ya conocen esta lección.
Los lectores encontrarán en las páginas que siguen un panorama de los curiosos menesteres, miedos, asombros y fabu¬laciones de los argentinos de esta época de anhelos e incertidum¬bres. Pero también encontrarán algunos de los temas que, desde Echeverría, Sarmiento, Martínez Estrada y Borges preocupan y zumban en la cabeza de nuestros connacionales. Y también el influjo de la lectura atenta de los cronistas canónicos de hoy, como Leila Guerriero (muy presente en los temas y el tono de alguno de los textos), Martín Caparrós, Cristian Alarcón, Javier Sinay o la misma Josefina Licitra.
Bienvenidos a esta segunda colección de novísima crónica. De la primera escribí, en su momento, que mostraba una varie¬dad de temas y preocupaciones muy de esta época, distintos de los que movían a mi generación, la de la inmediata posdictadura.
En aquella colección primera el Estado casi no estaba, ni como culpable del sufrimiento del pueblo ni como cima a conquistar con la revolución.
En estas crónicas la mirada se ensancha y se complejiza aún más. La política entra, pero desde otro lado: desde lo personal y lo mínimo. Ni está ausente ni tampoco figura como preocupa¬ción central, omnipresente. Y la mayoría de los textos se cons¬truyen por fuera de los mandatos de los grandes medios. Hay aquí muy poco de los personajes y eventos que llenan los debates de la televisión y las tapas de los diarios.
Estos jóvenes han emprendido su camino de narradores de la realidad. Puedo decir con alegría que me divertí, me entriste¬cí, me enriquecí leyendo sus textos. Y que ahora conozco mejor el país de hoy, el que ellos deben construir.

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