La huida permanente
Amalia Rosselli
Amelia Rosselli
Jueves 26 de mayo de 2016
La poeta italiana y "la lengua materna como lugar de articulación de diferencias" en la tercera entrega de la curaduría a cargo del autor de Pólder: "Escribió de una manera balbuceante y firme a la vez".
Selección y notas de Alejandro Méndez.
Amelia Rosselli, la poeta de la huida permanente -desde que su padre y su hermano fueran asesinados por La Cagoule (organización francesa de extrema derecha aliada a Mussolini)-; encarna la lengua materna como lugar de articulación de diferencias (madre inglesa, padre italiano).
Sus poemas son una repetición obsesiva de escrituras heterogéneas, es una gramática de los pobres que reescribe restos textuales de una tradición literaria plurilingüe.
Rosselli escribió de una manera balbuceante y firme a la vez, algo aparentemente contradictorio; pero que en la poeta italiana fue naturalmente posible. Esa dualidad también logró inscribirla en su vida, la que entregó al pavimento romano, cerca de Piazza Navona, al arrojarse de un quinto piso el 11 de febrero de 1996 (el mismo día que Sylvia Plath, 33 años antes, eligiera para su acto final).
Selección de poemas:
Las flores crecen como dones y después
se dilatan
una vigilancia aguda las silencia
no cansarse jamás de los dones
El mundo es un diente arrancado
no me pregunten por qué
hoy tengo tantos años
la lluvia es estéril.
Buscando las semillas destruidas
eras la unión marchita que buscaba
robar el corazón de otro para después
usarlo.
La esperanza es un daño quizá definitivo
las monedas resuenan crudas en el
mármol
de la mano.
Convencía al monstruo de que se
escondiera
en los cuartos limpios de un albergue
imaginario
había en el bosque pequeñas víboras
embalsamadas.
Me disfracé de cura de la poesía
pero para la vida estaba muerta
las vísceras que se pierden
en el barullo
mueres barrido por la ciencia
El mundo es sutil y plano:
Deambulan allí pocos elefantes, obtusos.
*
Después del don de Dios sucedió el renacer. Después de la paciencia
de los sentidos cayeron todas las jornadas. Después de la tinta
china renació un elefante: la alegría. Después de la alegría
descendió el infierno después el paraíso el lobo de la cueva. Después
del infinito sucedió el torneo. Pero cayeron las luces y se alimentaron
las bestias, y la lana fue preparada y el lobo devorado.
Después del hambre nació el niño, después del tedio
escribió sus versos el amante. Después del infinito cayó el torneo
después de la cabecera creció la tinta. Cálidamente protegida
escribió la Virgen sus versos: le contestó Cristo moribundo
¡no me toques! Después de sus versos el Cristo devoró la pena
que lo afligía. Después de la noche cayeron todos los sostenes
del mundo. Después del infierno nació el hijo ávido por
distinguirse. Después del tedio rompía el silencio el agrio
murmullo de la campesina que buscaba el agua en el pozo
demasiado profundo para sus brazos. Después del agua
que descendía delicada por los costados de su cuerpo inmenso, nació
la hijita con el corazón devastado, nació la pena de los pájaros,
nació el deseo y el infinito que no se reencuentra si
se pierde. Esperanzados nos movemos hasta que el fin pesque
algún alma servil.
Traducción: Diego Bentivegna