Gilles Deleuze: fuga y control
Martes 15 de setiembre de 2009
Por Luis Diego Fernández.
Freedom is a scary thing
Not many people really want it.
Laurie Anderson, Statue of Liberty
Mil Mesetas de Gilles Deleuze y Felix Guattari resulta un libro-medusa: un cuerpo de múltiples cabezas, una indistinta de otra, una independiente de la otra. Un libro con un "sujeto" de la enunciación - o una instancia preindividual- en continuo desplazamiento, en aceleración, en desaparición o agenciamiento (agencement) con la exterioridad que apunta a la construcción de una filosofía desterritorializada, viajera, abierta, con discontinuidades que no se disimulan, ni estructuras que coercen la permanente fuga de líneas y velocidades relativas. Un libro al que se puede ingresar desde cualquier capítulo o sección en forma indistinta sin variar su sentido.
La idea de la filosofía como creación de conceptos es reivindicada por Deleuze -contra la filosofía de la representación propia de la modernidad metafísica- como el resultante legitimo de la tarea reflexiva, de allí que la filosofía deleuziana se ubique como un pensamiento que no se plantea la “clausura” de la filosofía toda, sino su apertura, su conexión múltiple con otras disciplinas (economía, biología, literatura, cine, pintura, deportes, lingüística, publicidad, etc) para poder verificarse en su acto creador.
Por Luis Diego Fernández.
Freedom is a scary thing
Not many people really want it.
Laurie Anderson, Statue of Liberty
Mil Mesetas de Gilles Deleuze y Felix Guattari resulta un libro-medusa: un cuerpo de múltiples cabezas, una indistinta de otra, una independiente de la otra. Un libro con un "sujeto" de la enunciación - o una instancia preindividual- en continuo desplazamiento, en aceleración, en desaparición o agenciamiento (agencement) con la exterioridad que apunta a la construcción de una filosofía desterritorializada, viajera, abierta, con discontinuidades que no se disimulan, ni estructuras que coercen la permanente fuga de líneas y velocidades relativas. Un libro al que se puede ingresar desde cualquier capítulo o sección en forma indistinta sin variar su sentido.
La idea de la filosofía como creación de conceptos es reivindicada por Deleuze -contra la filosofía de la representación propia de la modernidad metafísica- como el resultante legitimo de la tarea reflexiva, de allí que la filosofía deleuziana se ubique como un pensamiento que no se plantea la “clausura” de la filosofía toda, sino su apertura, su conexión múltiple con otras disciplinas (economía, biología, literatura, cine, pintura, deportes, lingüística, publicidad, etc) para poder verificarse en su acto creador.
Lo que procuran Gilles Deleuze y Félix Guattari a través de la noción de rizoma es una emanación, una fuga que no se detiene en su sucesión de líneas. En este sentido, lo que hay, para Deleuze, es lo múltiple, lo diverso -una espistemología anárquica, sin fundamento-, lo que un cuerpo puede; y el lenguaje tiene esta capacidad de poder; pero debe haber, necesariamente, un otro, para que la intensidad se actualice. El sentido, entonces, es un efecto que muta, una repetición que se diferencia del anterior, y así, una y otra; de este modo, no hay condición de posibilidad, ni causa/efecto; hay pulsiones; el sentido se conecta con el otro en la pugna de fuerzas activas y reactivas (en esto es nietzscheano). El rizoma es como un desplazamiento, un viaje que no cesa en interconectarse.
La literatura angloamericana -en detrimento del "sucio secretito francés"- que señalan y reivindican Deleuze & Guattari (Melville, Whitman, D. H. Lawrence, Fitzgerald, Faulkner, Lowry, Kerouac, Burroughs, Ginsberg, Dylan, Patti Smith), resulta de un devenir, de un proceso inacabado, en perpetuo movimiento y repliegue; un eterno viaje por el paisaje americano. Es una literatura que responde también al viaje por la superficie americana; en definitiva, por su carácter rizomático y no arbóreo o jerárquico. El viaje americano (tal vez cualquier viaje) es rizomático. Un pensamiento a partir del espacio, del plano, no de la temporalidad ni del historicismo europeizante y totalizante, es decir: Hegel.
Subsiguientemente, la filosofía deleuziana se opone a toda lógica binaria, arbórea; toda relación biunívoca oprime la potencial diferencia, el espaciamiento y la diferición esencial del origen. Es una filosofía anti-totalitaria, es decir, anti-hegeliana y anti-marxiana -y obviamente, anti-platónica-. Aquí la idea de rizoma (tubérculo rastrero) actúa como dislocadora de esas relaciones sin por ello dejar de tener en su interior algunas conexiones arbóreas. La descentralización de la “realidad”, es la ruptura con el libro/filosofía-raíz, para emprender una filosofía rizomática y cartográfica, asimilable al método cut-up que William S. Burroughs emplea en sus novelas, en el sentido del plegado de un texto sobre otro, constituyéndose una dimensión textual de raíces múltiples. Puede verse como los principios del rizoma también podrían resultar principios de cualquier viaje: en todo viaje el recorrido puede conectarse abruptamente con un acontecimiento y cambiar su sentido original; todo viaje necesariamente debe ser no binario o excluyente, sino incluir otros sectores; todo viaje puede detenerse (cortarse) y recomenzar siempre otra vez, sin importar su lugar; todo viaje puede iniciarse por cualquier punto del mapa, sin seguir una jerarquía necesaria. El pensaiemto de Deleuze: una filosofía del mapa
De modo que el pensamiento rizomático es un pensamiento en continúa mutación, sin sutura, no-binario, ni mimético, ni estructural, sino en perpetua movilidad, desterritorializado, reterritorializando y vuelto a desterritorializarse. Por estas características muchos investigadores han visto en la filosofía deleuziana la base teórica de las redes virutales: el bulbo sin centro que interconecta las multiplicidades discursivas, sin necesidad de jerarquías. Deleuze marca la figura preponderante del árbol en todas las disciplinas humanas de la tradición occidental, desde la botánica hasta el psicoanálisis, pasando por la ontología y la teología; desde el tronco darwiniano hasta los arbolitos de Chomsky pasando por el Holzwege (Caminos de bosque) de Martin Heidegger. El caso contrario será Oriente (el pensamiento zen y taoísta) que establece vínculos con la estepa y el nomadismo más que con los bosques y el campo; que se vincula con las instancias del entre, de la vera, con las matas que crecen en torno al camino; algo que se radicalizará en el “paisaje” intelectual americano, ya que quien verdaderamente ocupa el sitio preferencial y disruptor con la tradición occidental, para Deleuze, es América. Del viaje beat al viaje bit sólo hay diferencias gramaticales: de las carreteras y el trip de LSD a las autopistas informáticas, del hipster de En el camino de Keroauc al netsurfer o ciberpunk de Neuromante de Wiliiam Gibson hay una continuidad de pensamiento que Deleuze detecta con nitidez. El rizoma, entonces, es un medio, un entre permanente, una Y permanente. El rizoma, en su movimiento de diferenciación, no es un mero múltiple que se opone a lo uno; el rizoma es la fuga entrelíneas, una vez que el original y la naturaleza se han perdido irremediablemente y todo se torna simulacro; el rizoma es el mapa que tiene que ser alterado sobre la marcha, contrario a todo calco o estructura reproducida miméticamente.
De manera que en esta vuelta al caos, Deleuze busca el medio, lo desbordado, las mesetas, las formas que no admiten fundamento alguno. La escritura y el viaje funcionan como máquinas que arrojan líneas de fuga, que abandonan los estratos. El filósofo y el viajero deben desaparecer, impersonalmente, devenir “desconocidos”. Escribir y viajar son actividades paralelas. Las dos se apoyan en mapas: una cartografía sináptica. Como una garantía de otra cosa que no se puede definir porque se va por la tangente, por que huye. Tal es el caso de la tradición literaria -y cultural- norteamericana que forjó una mitología que le debe mucho a personajes singulares y liminares, que (se) constituyen desde el borde: Melville, Thoreau, Emerson, Whitman, Poe, Scott Fitzgerald, Salinger, Pynchon, Kerouac, Charlie Parker, Coltrane, Orson Welles, Lou Reed, Bob Dylan, Pollock, Miles Davis, James Dean, John Cassavetes, Laurie Anderson, Burroughs, Andy Warhol, Cormac McCarthy, y otros. La tradición literaria norteamericana es, entonces, una tradición de la huida, de la fuga, del movimiento físico o psíquico; la huida como plexo del devenir: las carreteras (Highways), las road movies de Monte Hellman y Dennis Hopper, las autopistas, los metros, los motociclistas californianos -Hell Angels-, los netsufers, los millas de Indianapolis, etc. Esa vocación para salirse de un control -al cual inevitablemente pertenecen- forma parte de una idea que Deleuze quiere sostener como punta de lanza de un pensamiento abierto que resiste a la filosofía de la representación y la conciencia -de Platón a Husserl- y que el mismo contrapone a un canon propio donde entran los estoicos, Duns Scoto, Spinoza, Hume, Bergson, Nietzsche, Foucault. Esa lógica del control -otrora disciplina- y consumo versus fuga y resistencia es, quizá, el mapa que tiene en America el mejor desarrollo. Es la obsesión por la no interferencia -el gobierno mínimo- es la mejor manera de entender el link, o la tensión, entre capitalismo y esquizofrenia. Liberalismo y anarquismo. Foucault dijo que "algún día el siglo XX será deleuziano". Quizá fue foucaultiano. El siglo XXI será (es) deleuziano.


