El sueño de una lengua común
Tres poemas de Adrienne Rich
Miércoles 01 de julio de 2020
Tomados de la antología que Sexto Piso publica de los poemas escritos entre 1974 y 1977 por la autora estadounidense, con traducción de Patricia Gonzalo de Jesús.
Poemas de Adrienne Rich. Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús.
Adrienne Rich fue una de las poetas estadounidenses más populares y celebradas del siglo xx y El sueño de una lengua común (Sexto Piso) es uno de sus libros más emblemáticos, en el que su combate y sus ideas encontraron su punto más alto. Nacida en 1929 en Baltimore, falleció a los 82 años en San Francisco.
PODER
Viviendo en los depósitos de tierra de nuestra historia
Hoy una retroexcavadora sacó a la luz del interior de una falda de tierra desmoronada
una botella ámbar perfecta un remedio
centenario para la fiebre o la melancolía un tónico
para vivir en esta tierra en los inviernos de este clima
Hoy he estado leyendo acerca de Marie Curie:
tenía que saber que sufría la enfermedad de los rayos
su cuerpo bombardeado durante años por el elemento
que había depurado
Parece que negó hasta el final
la fuente de las cataratas en sus ojos
la piel agrietada y supurante de las yemas de sus dedos
hasta que no pudo sostener más ni un tubo de ensayo ni un lápiz
Murió famosa negando
sus heridas
negando
que sus heridas provenían de la misma fuente que su poder
1974
A UNA POETA
El hielo se parte bajo el metal
de la pala un día más
luz difusa a través de cristales empañados
la crueldad del invierno dejó sin salida al mar tu vida
te envolvió en la veintena
en un viejo albornoz menoscabado
por manchas de leche de lágrimas polvo
Raspando costra de huevo del plato reseco
del niño retirando la nata
de la leche ya fría escurriendo pañales
El lenguaje flota en el punto de fuga
encarnado susurra la bombilla fluorescente
primario enuncia la veta rasguñada del suelo
y en el techo en el yeso rasgado ríe imago
y siento el temor de que dejes de existir
antes de que tu pluma haya cosechado tu fecundo cerebro
pues no eres una suicida
pero nadie llama asesinato a esto
Pequeñas bocas, necesitadas, te absorben: Esto es amor
Escribo esto no para ti
que luchas por escribir tus propias
palabras remontando las caídas
sino para otra mujer muda
de soledad polvo bolsas de plástico con fugas
de niños en una casa
donde el lenguaje sugiere y urde
aborto flotando en círculos en
la taza
1974
LA LEONA
El aroma de su belleza me arrastra a su paraje.
El desierto se extiende, de un extremo a otro.
Roca. Pasto plateado. Aguadero.
El cielo estrellado.
La leona se detiene en su recorrer de acá para allá tres metros al cuadrado
y me mira. Sus ojos
son veraces. Reflejan ríos,
costas, volcanes, la calidez
de promontorios a la luz de la luna.
Bajo la piel dorada de sus ancas
fluye un poder innato, medio abdicado.
Su andar
está acotado. Tres metros cuadrados
abarcan su paradero.
En territorio como éste, digo, el problema es siempre
el de alejarse en exceso, no el de permanecer
dentro de los límites. Hay cuevas,
riscos, que no exploras. Sin embargo sabes
que existen. Su orgullosa, vulnerable cabeza
los olfatea. Es su territorio,
sabe que existen.
Me aproximo a ella a la luz de las estrellas.
La miro a los ojos
como puede mirar alguien que ama,
entrando en el espacio tras sus globos oculares,
dejándome a mí afuera.
Así, por fin, a través de sus pupilas,
veo lo que ella está viendo:
entre ella y el torrente del río,
el volcán velado por el arcoíris,
un recinto que mide tres metros cuadrados.
Rejas golpeadas.
La jaula.
La penitencia.
1975