El escritor y el tirano
Con la pluma y la palabra
Viernes 25 de agosto de 2017
"Hay una fantasía entre algunos escritores: la de hacer que un dictador les tema. Se figuran a menudo así, amedrentando al hombre fuerte, amilanando al tirano": el autor de Dos veces junio alrededor de Sarmiento, Rosas y el encuentro entre Martín Caparrós, su grabador periodista y Videla.
Por Martín Kohan.
Hay una fantasía entre algunos escritores: la de hacer que un dictador les tema. Se figuran a menudo así, amedrentando al hombre fuerte, amilanando al tirano, asignando al escritor (o asignándose, como escritores) una potencia perturbadora incluso para el que detenta o ha detentado el poder valiéndose de los recursos más drásticos. No fue otro que Sarmiento, claro está, quien llevó esta tesitura a su expresión más vehemente en la literatura argentina. Lo hizo mediante la confiada conjetura de que Juan Manuel de Rosas se sentía temeroso al enterarse de que él, Sarmiento, exiliado en Chile, estaba escribiendo Facundo; y lo hizo, luego, imaginándolo en Palermo, entregado con toda preocupación a la lectura de su urticante libro.
En esa tradición tan acendrada parece inscribirse Martín Caparrós con la crónica del encuentro que tuvo con Jorge Rafael Videla. Cuenta Caparrós que lo increpó (le espetó que, de haber hecho lo que él hizo, tendría miedo de andar así por la calle) y agrega que, un poco más tarde, ya pasado el sofocón, se preguntó por qué razón no le había partido a Videla el grabador en la cabeza. El grabador: un instrumento decisivo para el poder del periodista escritor (María Moreno lo señala con lucidez, a propósito de Rodolfo Walsh), es lo que tiene Caparrós en la mano.
Partirle el grabador en la cabeza, dice Caparrós: hacer del mismo un objeto contundente, en el sentido literal de la expresión; hacer del arma metafórica del periodista escritor, un arma sin metáfora, un instrumento para la agresión física. Porque Sarmiento luchaba “con la pluma y la palabra”, sí, como decimos sabidamente cada vez que entonamos su Himno; pero en ese mismo Himno, en esa misma parte, antes de la designación de esas armas de escritor, pluma y palabra, se hace constar esta otra: “la espada”, que es arma en sentido estricto, un arma sin sentido figurado.
Y es que el nefasto Jorge Videla, increpado por Caparrós por haber hecho “lo que hizo”, le respondió sencillamente así: “Si usted hubiese hecho algo, no estaría ahora acá”. “Si usted hubiese hecho algo”, replicó, lo cual equivale a haber dicho: usted no ha hecho nada. Esa nada, esa reducción a nada, no es sino la neutralización de la pluma, de la palabra, del grabador, como herramientas del poder de los escritores. Que escribir no es hacer algo, que escribir es no hacer nada, es lo que decidió contestar Videla.
Lo dijo, y se fue. Un custodio lo esperaba en el auto. Estaba armado, qué duda cabe.