Dos poemas de Paula Jiménez España
Poesía argentina contemporánea
Miércoles 13 de octubre de 2021
Del primero al último poema del nuevo libro de la poeta argentina publicado por Caleta Olivia: La suerte.
"La suerte de Paula Jiménez España -poeta, astróloga y tarotista- es un libro de revelaciones. Una tirada de catorce cartas en las que cada poema abraza el misterio y deviene oracular. La suerte es un libro que trabaja con la palabra poética y la memoria poética. La palabra, allí donde es epifanía, misterio e intuición. Y desde la memoria poética nos devuelve a nuestra filiación inicial, enlazada, mítica y arquetipal", escribe Mercedes Araujo en la contratapa.
Compartimos el primer y el último poema de este libro, novedad de Caleta Olivia Ediciones.
Maga
Yo sé leer la arena
el grano que discute con la nada
en tu cabeza, el símbolo
que intentás descifrar por la mañana
al volver de tus sueños.
Y sobre el margen
derecho del papel leo la letra,
el género contando sus jinetes
de fuego por seis noches
sin luna
hasta hacerse la luz.
Yo extraje del silencio una amatista,
el violeta perlado de la música
que guardan las palabras
y el eslabón
perdido del poema salió de mi galera
y desató la imagen, la metáfora.
No hubo nunca más
un sello original, una semilla
fue un sembradío mezclado desde entonces,
un toque de varita para que el rayo sea
y sean también el aire, el hueso humano,
el perro, el oleaje, las hormigas.
No preguntes porqué, yo digo
y se produce.
El Loco
(0 = cero)
Ay, el dibujo
del romántico que lleva en una mano
su rosa de los vientos, cuidadoso
de no clavarse espinas
de no ser contagiado por su fugacidad.
Suyo es tan solo un mastín saltador
y un equipaje.
Más de una vez cambiaría la cordura
su fortuna, el oro incalculable
arrebatado al río, por ese hato
que carga El Andariego
del I Ching, ligero sobre el hombro.
Es Loco porque puede
o porque quiere
da lo mismo, es un cero
a la izquierda de la angustia
de ser
el negativo de la historia.
Parece despreciar toda materia
que no esté hecha para la libertad
por eso es que prefiere andar descalzo
con sus plantas pisar el pedregullo
a una cárcel
de cuero en el camino.
No tropieza, no cae, no se abisma.
Tan insensato él, como el poema
acontecido en la ofrenda de una mente
que del vacío saca su resplandor.