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Cuento de las mujeres perversas: una historia medieval

De Alfonso Martínez de Toledo, nacido en 1398, esta historia llega hasta nosotros desde el medioevo en una antología de Interzona que compila relatos anteriores o contemporáneos a la difusión de la imprenta.



Por Alfonso Martínez de Toledo.


He de contarte un ejemplo que aconteció en Barcelona.

Una reina era muy honesta y, con infingimiento de vanagloria, pensaba tener más firmeza que otra, diciendo que cuál era la vil mujer que a otro hombre su cuerpo entregara por cosa alguna. Tanto lo dijo públicamente cada día, que un caballero afirmó que se le entregaría por dones o sabría morir en demanda, y un día el caballero dijo:

—Señora, ¡oh qué hermosa sortija tiene vuestra merced con tan hermoso diamante! Pero, señora, quien uno os presentase que valiese más de diez, ¿vuestra merced podría amar a tal hombre?

La reina respondió:

—No le amaría, aunque me diese uno que valiese más de doscientos. Replicó el caballero, y dijo:

—Señora, si os diese un gentilhombre un rubí que hiciese luz como una antorcha, ¿le amaríais, señora?

Respondió:

—Ni aunque reluciese como cuatro antorchas.

Volvió el caballero y dijo:

—Señora, quien os hiciese emperadora del mundo y que todos los hombres y mujeres os besasen la mano por señora, ¿le amaríais?

Entonces la reina suspiró muy fuerte y dijo:

—¡Ay amigo mío; tanto podría el hombre dar que...!

Y no dijo más.

Entonces el caballero comenzóse a sonreír, y dijo para sí: “Si yo tuviese ahora que dar, tendría a la mala mujer en las manos”.

Y la reina vio y pensó para sí que había dicho mal y conoció entonces que a dádivas no hay acero que se resista, cuanto más persona, que es de carne y, naturalmente, trae consigo la desordenada codicia.

Otro ejemplo quiero contar.

Cómo un caballero viejo tomó por mujer a una moza, a la cual amó mucho; tanto que, cada noche, cerraba él mismo las puertas de su casa y ponía las llaves debajo de su almohada de dormir.

Acaeció que este caballero, por ser viejo, no contentaba a su mujer, así en el acto carnal como en las cosas que le menguaban y, por tanto, la mujer amaba a otro, y cada noche tomaba las llaves mientras dormía su marido y se iba con su enamorado. Y haciéndolo muchas veces, acaeció una noche que se despertó el marido y echóla de menos. Fuese a la puerta y hallóla abierta. Cerróla por dentro y subió a los corredores altos de la casa y miró por una ventana hasta la plaza. Vino luego su mujer, y hallando la puerta cerrada, se puso triste; empero, llamó a la puerta y respondió el caballero:

—Mala mujer, muchas noches te he probado. Certifícote que quedarás fuera.

Y ella dijo.

—Señor, yo he sido llamada por una esclava de mi madre, la cual yace tan doliente que creo no se levantará de esta enfermedad; por tanto, ruego que me abráis, por amor de Dios.

Y él respondió:

—Por cierto, no entrarás.

Ella, oyendo esto, díjole:

—Señor, tú sabes que aquí, cerca de la puerta, hay un pozo, y si no me abres yo me echaré en él.

Y él dijo:

—Quisiera Dios que te echases.

Y dijo ella:

—Señor, pues que así lo quieres, me lanzaré en él; pero primero quiero encomendar mi alma a Dios y a la Virgen María.

Dicho esto, llegóse al pozo, lanzó dentro una gran piedra y escondióse cerca de la puerta. El caballero, cuando oyó el golpe de la piedra, dijo:

—¡Ay de mí, que mi mujer se ha ahogado!

Y descendió y corrió al pozo. Y ella, estando escondida, cuando vio la puerta abierta, entró en casa, cerróla y subió por la ventana. Entre tanto, estaba el caballero junto al pozo llorando y diciendo:

—¡Oh desventurado, que he perdido a mi tan querida y amada mujer; maldita sea la hora en que cerré la puerta!

Y oyendo ella esto y burlándose, le dijo:

—¡Oh viejo maldito! ¿Cómo estás ahí a tal hora? ¿No te basta mi cuerpo? ¿Por qué vas cada noche de puta en puta y dejas mi cama?

Entonces, vinieron los guardias y prendieron y castigáronle toda la noche en la prisión, y por la mañana le pusieron en la picota.

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