Anacoluto americano
Ph Gloria Graham
Curaduría de Enrique Winter
Miércoles 25 de enero de 2017
"La prosa de Hejinian opera bajo combinatorias y repeticiones de anécdotas, opiniones, observaciones inconexas, conclusiones verdaderas y falsas, máximas, citas, imágenes e inquietudes lingüísticas. Como una persona".
Por Enrique Winter.
Lyn Hejinian (Bahía de San Francisco, 1941) publicó Mi vida en 1978. Tenía treinta y siete años y el libro treinta y siete poemas de treinta y siete frases cada uno. A los cuarenta y cinco lo amplió bajo la misma premisa. Mi vida cuestiona lo que entendemos por biografía al retratar la memoria misma como una identidad en proceso. Somos porque lo recordamos y lo contamos, no al revés. La prosa de Hejinian opera bajo combinatorias y repeticiones de anécdotas, opiniones, observaciones inconexas, conclusiones verdaderas y falsas, máximas, citas, imágenes e inquietudes lingüísticas. Como una persona.
Conmueve la manera en que se aferra a la calidez de la experiencia para sus indagaciones formales y políticas. No se distrae en altisonancias ni desata sus emociones, las expone siempre como si fueran datos estables. “En este sentido”, señala Hejinian, Mi vida “representa (o anhela representar) una faceta de práctica vanguardista como la entiendo: analítica, resistente, deliberadamente tensa, llena de conciencia histórica dedicada a ofrecer nuevas formas de pensamiento (y, espero, nuevas cosas en las que pensar)”. Sigue así el sueño de Whitman de que la propia vida sea un único libro en formación. El resultado es hipnótico, porque el libro no avanza ni merodea una trama, sino que dispara chispazos en cualquier dirección, mientras nos recuerda cuan consciente está la autora de cada efecto cuando nos repite “la analogía obvia es con la música” o, más irónica, “a nosotros ‘que nos gusta ser sorprendidos’”. En la espléndida traducción de Tatiana Lipkes nos da, sin querer queriendo, una nueva definición del anacoluto que celebra esta serie y nos libera: “Las cosas que yo estaba diciendo siguieron lógicamente a las cosas que había dicho antes, aunque no tenían relación con lo que estaba pensando y sintiendo”. Por eso engorda el noveno poema con las frases en negrita aquí incluidas, destruyendo, por qué no, la lógica infranqueable de su proyecto.
Qué memoria no
es un pensamiento
“que te atrapa”
Debido a su longitud y al alcance que se le ha dado a la digresión, Hillcrest Road hace una figura 2. El domingo en la tarde mi padre pintó el porche de la entrada de nuestra casa de un gris suave, empezando desde abajo de los cinco escalones que llevan hacia él y pintando de nuevo, desde la izquierda y luego desde la derecha, hasta que finalmente, abriendo la puerta, pintó desde el umbral, retrocedió, y nos encerró. Desde aquí cada día parece como un pequeño barco y todos los días son arrastrados y se inclinan hacia atrás y hacia adelante a través de una bahía inmensa y distante de azul, gris, verde. Éramos como pájaros gordos a lo largo de la costa, atrapados en el mortal romper de las olas. Dimensión, longevidad, color y placer. Así que si te digo mis intenciones, me obligo a conservarlas. La ambivalencia tiene la fuerza de la comparación. Quería ver un puma pero me tuve que conformar con un mapache. El perro estaba celoso y fingió cojear. La niebla era tan fina que era más como un olor que como una textura en el aire, un olor de alga y de rosas que crecían sorprendentemente rojas y rosas y amarillas en esa tierra arenosa. Había algo casi religioso en eso, algo idolátrico, algo insuficiente. Sola, practicaba la parálisis. Esa era la ruptura en mis sentimientos, parecida a las olas, que quizá deseaba recobrar. Miembros fortalecidos son arrojados de casas dejando atrás los espíritus gentiles de hombres mutilados. Creo que eran cigarras, aunque fueran de los árboles. El libro de Arthur Rackham Fairy Tales, impreso en un papel grueso y pulposo, amarrado a una lúgubre portada amarilla, estaba ilustrado con siluetas negras y escuetas de ogros crispados y niñas fantasmagóricas en situaciones difíciles y retorcidas, del cual mi madre solía leernos de vez en cuando historias paralizantes que, en retrospectiva, parecían no tener trama. Detrás de la carretera pasamos una tienda que vendía “antigüedades” y “coleccionables”. El niño se atonta, el niño es tonto. Ella odiaba que preguntáramos qué hay de cenar, ya que le aburría planear y recitar el menú, aunque no la idea de cocinarlo, y lo único que contestaba era, “Decisiones, decisiones.” Ella pidió “algo con mi café dulce”. Mi abuelo tenía dos caballos, el viejo Duke, “un buen animal”, y High Spot, con su jinete, a medio galope en su lugar, así que sentarse en su espalda era tener ventaja. Me senté en el sillón beige y dibujé a lápiz una abstracción serpentina en una página en blanco detrás de la lista de compras de mi abuela. Continuidad, no tanto de las ideas como de los supuestos, o actitudes, un estilo del que uno no puede simplemente separarse. Por lo que esto debe ser es social. Una vez que tengo una opinión es muy difícil que me la guarde. Regresamos lentamente de la colina, caminando de espaldas, en la parte más inclinada, como para engañar a nuestras piernas, y sin embargo durante un verano posterior, cuando trabajé como instructora de excursiones en un campamento para niñas en Nueva Inglaterra, descubrí que la caminata cuesta abajo, al menos después de un día entero de escalar en las montañas, puede ser la parte más dolorosa de la excursión, las piernas doblándose, el temblor constante en sus músculos causando que las niñas detrás de mí (porque siempre iba adelante, y de hecho siempre corría para alejarme de las niñas, urgida por alienarme y ansiosa por estar sola, ya que odiaba el campamento y persistentemente extrañaba mi casa) se rieran. Vemos una tierra de colinas ondulantes, empezando por ese verano. ¿Cómo sería tu registro del clima día por día? Unas noches me dormía mientras imaginaba el proceso exacto de tortura, pero otras noches lograba quedarme despierta y avanzar a la parte de mi narrativa en donde aguantaba el dolor, resistía, sin traicionar nada ni a nadie. Las bolsas de los pantalones están cerca del cuerpo, manteniendo las monedas calientes. Como heno y afelpado. Disparé una flecha en llamas al techo y la casa se incendió. Y para nosotros que “nos gusta ser sorprendidos”, no soy tu sirvienta soy tu madre. Pequeños veleros se volcaban en la bahía. No parecía nada increíble que hicieran un túnel en la autopista a través de la secuoya viviente, ya que para hacerlo tuvieron que cambiar el árbol por un túnel, lo convirtieron en algo que no era antes, y lo separaron para siempre del otro árbol. Si la úlcera es curable, el paciente debe cambiar el modo en el que piensa de su empleado, debe dejar de secretar el veneno del resentimiento. Lo universal está animado por la individualidad. Un nombre adornado con listones de color. Moldeado por el mundo desde las cinco-cuarenta-y-uno. Mi madre y mi padre han sido añadidos a mi lectura. Ellos cantan numeritos graciosos todos elogiando los numerosos placeres. Insistieron en la importancia, la primacía de los “recursos internos” y de las “cualidades internas de la mente”, para que uno pudiera “soportar” bajo cualquier circunstancia. La mañana siguiente descubrimos que rayaron el recién pintado porche de entrada con el mensaje crudamente dibujado, Jódete. Un edificio viejo cruje todavía más cerca del agua. Una fuerza de la escritura. Él afirmó que no soy miembro del Partido Comunista u otra organización que proclame el derrocamiento del gobierno por la fuerza o la violencia, y, aunque parecía contradecirse también dijo que no tenía compromisos en conflicto con mis responsabilidades con respecto a una docencia imparcial y a la libre búsqueda de la verdad. Existen lugares en él que no he vuelto a visitar. Cinco o seis niños del vecindario estaban jugando en la entrada, fingiendo ser piratas y gritándole a los autos en la calle que “estén listos para la acción” y “soltar las velas”. Ella cultivó un jardín especial, el jardín de rosas (o cama de rosas), el jardín de azaleas, el jardín de plantas indígenas (extrañamente menos opulento que los otros). Los niños pequeños deberían montar en el lomo de viejos caballos, no ponis. Queríamos ser quien le diera la cuota al cobrador de uniforme dentro de la caseta, ya que al hacerlo éramos clave en el acontecimiento, así que discutíamos quién debía sentarse junto a la ventana trasera del lado del conductor (apelando a la justicia, “tú lo hiciste la última vez”, o al poder, “tus brazos no son suficientemente largos”) y el ganador sostendría la moneda durante el largo y excitante acercamiento al puente y entonces, mientras el auto se paraba, con miedo repentino de que se perdiera la oportunidad, abríamos frenéticamente la ventana, y nos concentrábamos totalmente en la larga palma que había alcanzado primero la ventana cerrada del conductor y luego se balanceaba hacia la ventana trasera que se abría, para vaciar dentro la moneda tibia. Si no tuviéramos que comer seríamos ricos, dije, imitando algo que decir. La viuda de mi tío Channing, May, las tías Alice (junto con el tío Rapp en su uniforme salpicado de estrellas), Nathalie, Rith, Charlotte y Priscilla (con el tío L.J.) y la viuda, Ethel, del tío Whipple venían de nuevo para la comida del verano, y mi abuela esperaba nerviosa que la bruma se fuera, quejándose de la migraña y del sol débil, mientras mi abuelo arreglaba sus herramientas del asado junto al “pozo,” mi padre divagada con mi madre quejándose de que las tías eran “rígidas, antipáticas, indistinguibles y corpulentas,” y yo sostuve las piernas de mi hermana para que caminara con sus manos y “fuera una carretilla”. Me maravillé de la enorme diferencia entre los animales del zoológico y las gaviotas, las palomas, los gorriones y estorninos que ahí eran sólo visitantes. Existe incluso un pinzón dominante. Colaborar con la ocasión. La analogía obvia es con la música. Sus actividades, siendo más naturales, ya que estaban haciendo lo que ‘hacían” en su propio entorno (mientras estábamos de pie alrededor del recinto esperando y deseando que los tigres dormidos “hicieran” algo pronto) de hecho nos hubieran interesando más. Nuestro perro comerá brócoli. Lógica traviesa. Yo sería reservada, oscura, indirecta y molesta o sería un centro de paciencia y tranquilidad material. Para que regresáramos de la oscuridad en las noches de verano cuando jugábamos a las ‘escondidillas,’ ella decía “un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros,” riendo en la puerta. Para que después, jugando sola, pudiera imaginarme convirtiéndome en un árbol, y luego ansiara hacerlo con tanto deseo que me volviera informe, inquieta, insomne, exigente, desagradable.
El arado ya
es el surco
Anoche, en mis sueños, nadé hasta el fondo de un lago, salté desde el lodo, y saliendo rápidamente a la superficie disparada del agua ocho o diez metros al aire. No pude ir a la manifestación porque estaba embarazada, así que tuve una experiencia revolucionaria sin tomar acción revolucionaria. La historia abraza al mundo. Las musas son pequeñas compañeras femeninas. Hasta cierto punto, cada frase tiene que ser una historia completa. Es difícil alejarse del agua en movimiento, donde quedan los pequeños guijarros a lo largo de la costa. Siendo daltónico, él no podía distinguir si eran verdes o cafés. El romance dice, “Ven conmigo” pero olvida decir desde dónde, o será hacia dónde. Solsticio de escritor. Tratemos de escuchar las últimas ranas del otoño. Un párrafo medido en minutos haciendo el tipo de cosas que yo no puedo hacer. Lo que no puedes descubrir es el límite de la posibilidad, que siempre debe quedar para ser descubierta. La religión es un vago mugido. En ese entonces el latín perpetuo del amor mantuvo las cosas ocultas. Cuando dices, Los dos están leyendo el mismo texto, ¿te refieres a la misma obra pero en diferentes libros o a leer del mismo libro por turnos? Esta noche esa misma luna brilla sobre mi amor. ¿Cómo puede haber un incendio con este frío? En esas primeras mañanas de primavera sobre los escalones de la entrada en la luz del sol brillando sobre el condominio de ladrillos rojos, vemos dónde nos sentábamos meciendo a los bebés en sus carriolas mientras evitábamos que los niños pequeños salieran a la calle. En el portón mugriento de la lavandería, realmente como un palomar, un lindo pichón puso un huevo, luego cuando eventualmente el huevo incubó el pájaro repugnante se comió al pajarito. Sólo súbete a un avión para ver otras cosas en algún lado. El mirlo acuático vuela ya sea sobre o bajo el agua. Nunca, ningún cachorro o perro será capaz de esto, y seguro ningún perico. Un vecino paseaba a los terriers en una carriola y limpiaba sus pequeños traseros con un pañuelo cuando cagaban. Una vez un romance enervante desdeñado fue. Pero a veces —pienso que por, no a pesar de, toda la actividad— me sentí tan tranquila como cuando de niña había analizado los patrones irregulares y ligeramente inconstantes de los azulejos de la cocina, a lo que me había resignado felizmente al tratar de encontrar el lugar en donde el diseño se repite. Prueba el calor con un dedo veloz. Recuerda el cuándo del cual hablo. Uno pudo elaborar. Follaje, insectos —también la lluvia. Después de la C, Yo antes, Excepto E. Obbligato. Las cosas que “no parecen reales” no sucederán. La jinete a pelo en sus botas brincando de un caballo lodoso a otro caballo lodoso. Tales desplazamientos alteran las ilusiones, lo que es todo-para-bien. La gente lejana entre las rocas. Abrieron las coladeras en la calle, en las colinas donde habíamos caminado a pesar de la lluvia para ver los barcos, encerrados en el mar. Manos, bolsillos, hojas de maple suficientemente mojadas para espesarse bajo el pie. Vete como debe ser, regresa como yo lo haría, pero con el bebé mendigo. La juventud inocente y arrogante. No lograron encontrar un líder. La palabra “versión” es un sustantivo de comparación que debe implicar su forma plural —la cual incluye a varios. ¿Debe una buena madre tener más hijos? Los celos inconsolables que le indican a ella su amor, lo expresan. Para ti, forsythia. El pasto en mi vaso.