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Agustina Bazterrica: “A la hora de escribir soy un témpano”

Foto: Jiniva Irazábal

La autora de Cadáver exquisito (Premio Clarín) y Las indignas fue entrevistada en el ciclo Eterna Social Club. Hoy a las 19 será el turno de Claudia Masin



Por Anne-Sophie Vignolles.  


  

Decidir leer a Agustina Bazterrica va más allá de leer “a secas”. El lector agarra el libro y se zambulle en un mundo de incomodidad, sorpresas, malestar y ganas irrefrenables de seguir leyendo. No hay truco, no hay decepción, no hay mentiras ni artilugios. Sí, quizás, haya algunas recomendaciones de lectura que hacer:  

 

1. Leer sentado o acostado.

2. Estar en ayunas. 

3. Asegurarse de haber dormido la noche anterior. 

4. Tener algún tipo de relajante a mano. 

 

Mi primera pregunta es: ¿dormís bien a la noche?   

Sí. Duermo perfecto, salvo cuando vienen los michis y quieren dormir conmigo… Yo no me regodeo en el gore, en el horror, sino que trato de trabajar de manera fría. Idealmente, tenés que convertir, crear un universo sensorial para el lector que justamente le cause todas estas cosas. Si me involucro emocionalmente con lo que escribo, dejo de escribir y me pongo a llorar o me horrorizo. Me pasó, por ejemplo, con Cadáver exquisito, que estuve investigando seis meses, y ahí sí la pasé mal por las cosas que vi. Ya no tengo tolerancia para ver ciertos videos. Pero a la hora de escribir, soy un témpano. 

En uno de sus consejos para escritores jóvenes, la poeta africano-norteamericana Nayyirah Waheed dice que “sobre las cosas que más te dan miedo, sobre eso tenés que escribir", y la escritora peruana Katya Adaui dice “yo estaba desnuda y la literatura me viste, como un arma y una herramienta frente a la vida. La vida es lo que nos expone. Estamos exhibidos. Cuando escribo siento que me voy a vestir del lenguaje”. ¿Coincidís? ¿Qué es, para vos, escribir?  

A mí la escritura me va desnudando, va desnudando partes desconocidas en mí y me interesa ir más allá, por más que en el “más allá” no haya nada, o sea imposible llegar, que justamente eso es lo mágico que tiene la literatura, que no vas a poder llegar nunca. Y que no hay una sola respuesta para las preguntas que te hacés, sino que hay millones, y esas millones de respuestas te generan otras preguntas. Me parece que la literatura te va vistiendo y desnudando al mismo tiempo. Es mi motor vital. Si yo no estoy leyendo o escribiendo o pensando en literatura, bueno, es como que me voy apagando, entonces necesito hacerlo. Es una vocación, pero es una supervivencia también.    

En las entrevistas Bazterrica recalca siempre su interés (y pasión) por el lenguaje, por la forma. En Las indignas, esta búsqueda resulta patente en el uso de los adjetivos y los sinónimos. Forman una suerte de letanía, un mantra: “Indignas, elegidas, iluminadas, insurrectas, desobedientes, emisarias, mediadoras, siervas, errantes, corruptas, astutas, pertinaces, indómitas, herejes, ladinas, desdichadas, adoradas, soñadoras, imprudentes, audaces, indisciplinadas, moradoras del polvo, insidiosas, débiles, extraviadas, desahuciadas”. 

Más allá del género -si terror o ciencia ficción-, más allá si distopía o realidad, sos una escritora política. Las indignas ¿es un diccionario del ser mujer, una suerte de decálogo feminista? ¿Fuiste consciente de eso mientras escribías? 

No sé si en esos términos tan racionales, pero sí, para mí el lenguaje es fundamental porque forma parte de lo que quiero que también esté connotando. No me da lo mismo escribir una historia con el mismo registro siempre, con el mismo narrador, con el mismo tipo de escritura. Cada historia tiene un registro diferente. Lavajillas, por ejemplo, está escrito como si fuese un español neutro… Lo que quiero lograr con Las indignas específicamente es que el lector se sienta sofocado y ojalá se sienta envuelto también por la belleza del lenguaje. Porque tenés todas esas palabras, pero también intenté trabajar con imágenes que a mí me resultan bellas. Pero sin dudas estoy hablando de la opresión desde distintos lugares, no sólo la que genera el capitalismo para todo ser humano o animal, sino también sobre todo el patriarcado para las mujeres. 

En Cadáver exquisito el narrador intenta explicar qué es una palabra: “Hay palabras que son convenientes, higiénicas, legales… Las palabras están ahí encapsuladas, se pudren detrás de la locura… Necesita reafirmar con palabras la realidad, como si esas palabras crearan y tuvieran el mundo en el que vive…”, mientras que en Las indignas la voz narradora hace otra cosa con las palabras: las tacha o las termina de escribir, quedan truncas, cortadas. De repente, se ve una suerte de hilo entre Cadáver exquisito y Las indignas: ambas se preguntan cómo relatar el horror a través de lenguaje, pero en la primera intenta definir qué es una palabra y, unos años más tarde, a medida que la autora se fue amigando con la imposibilidad del lenguaje, juega con las palabras de otra manera. 

​​​El tema de la imposibilidad del lenguaje lo tengo claro desde siempre. La imposibilidad y la magia del lenguaje también por toda la textura y la posibilidad que te dan las palabras. En el caso de Las indignas, es un diario escrito de manera clandestina donde, por una cuestión de verosimilitud, quise emular la escritura en la que una, cuando escribe con un lápiz a mano, tacha cosas, se manchan las hojas, tenés que dejar de escribir porque te llaman para hacer algo, y más si es un diario clandestino… También es verdad que, con Cadáver exquisito, por ejemplo, yo no había dado talleres todavía, y al dar talleres de escritura y lectura, lo que haces es bajar toda esa información que tenés de manera intuitiva quizás, que no la podés transmitir, para poder transmitirla y enseñarla.   

¿Pensás en el lector cuando escribís? 

Para nada. Para mí los lectores, y me incluyo porque soy lectora, somos como un gran monstruo, o dios depende en qué momento, con miles de cabezas. Entonces si yo quiero conformar a cada cabeza, es imposible. Escribís un híbrido imposible de leer. Porque además hay una mirada, una búsqueda que a mí me interesa respetar, interna. Y si yo no la respeto y me pongo a pensar “ay bueno, quizás el lector vaya a sufrir o vaya a tener náuseas o pesadillas o se vaya a desmayar…”, cosa que no quiero que les pase, pero bueno… les pasa. Voy hasta donde la historia me pide que vaya. Y a veces la historia te pide que vayas a lugares muy difíciles. Yo voy a respetar eso. Me interesa toda la vida que la historia funcione, que sea verosímil.  

Y ahora, un ping pong de preguntas que vas a responder sin pensar. ¿Cuál es para vos el olor y el sabor de Buenos Aires?  

Sabor dulce de leche.  

¿Y el olor?  

Olor jazmín en primavera.  

El olor y el sabor de la infancia.  

Olor a campo, como a caballo. Y el sabor: tostadas con manteca con dulce.  

¿Escribir es un lujo, un espacio de libertad o un sacerdocio?  

Todo, todo a la vez. O sea que lo disfrutas y lo sufrís por igual y es un privilegio también.  

¿Qué tal te llevas con vos misma a la hora de escribir?  

Bien, por momentos; y por momentos, me odio porque soy hiper obsesiva.  

¿La literatura puede salvar el mundo?  

Sí, sin duda.  

Leopoldo Brizuela decía que los mejores escritores son los que te dan ganas de escribir, ¿estás de acuerdo con eso?  

Totalmente. No hay nada mejor que leer un libro y sentir que te abre caminos, que te da ideas. 

Entonces, danos un par de estos escritores en tu recorrido. 

Mónica Ojeda, Diego Muzzio con Las esferas invisibles. Giovanna Rivero con Tierra fresca de su tumba. Jimena Santaolalla de México, que escribió A veces despierto temblando. Ezequiel Pérez, Hay que llegar a las casas. Después, bueno, Ángeles Salvador, que está en los agradecimientos de Las indignas (que lamentablemente murió de Covid), dejó dos librazos: La última fiesta y El papel preponderante del oxígeno. Estoy pensando en autores y autoras contemporáneas, porque, bueno, Borges ya sabemos, Cortázar, ya sabemos…  Ahora estoy leyendo a la autora argentina Angélica Gorodischer. 

¿Leés todos los días?  

Sí, todos los días. Siempre un libro en la cartera y un lapicito, obviamente.  

¿Un consejo para quienes quieren escribir?  

Leer, básicamente. Es lo más importante. Leer activamente. Leer para tratar de entender cómo hizo ese autor o esa autora para crear esa magia. Cuáles son los mecanismos, los detalles… entender que una palabra no suena igual que la otra, y que una sola palabra te puede desestabilizar todo el párrafo.

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