"Los mejores libros no son literatura, son la vida misma"
Ph Ben Geogheghan
Claire-Louise Bennett
Miércoles 21 de diciembre de 2016
Estanque es el primer libro de la escritora inglesa y acaba de llegar al castellano por Eterna Cadencia editora. "Odiaría sentir que la única razón por la que escribo es para hacer un libro. Eso aparece mucho mucho después, pero no puede ser el propósito de escribir", responde, entre otras cosas, en esta entrevista.
Por Valeria Tentoni.
“Sin actitud, obviamente, no hay punto de vista”, estampa la inglesa Claire-Louise Bennett casi al final de Estanque, su muy celebrado primer libro de ficción, que llega al castellano vía Eterna Cadencia Editora ―con una traductora, Laura Wittner, que le calza a la perfección― y se está traduciendo además a lenguas como el noruego y el francés.
Nacida en Wiltshire, su autora estudió literatura y artes dramáticas en Londres. Este conjunto de historias, que tienen por protagonista a una misma mujer solitaria que se resuelve en sentencias como “son precisamente las cosas que no conseguí las que me mantienen viva”, es su debut. Compulsiva, zigzagueante y omnívora, la voz narradora exige (y se gana) un alto grado de complicidad con el lector para admitirlo como compañía durante los dramas domésticos que transita. La distorsión, propia de los sueños, parecería ser también el procedimiento de Bennett. Un asunto tan menor como el desayuno puede requerir cantidades estrambóticas de energía mental. Y es que, como en el Viaje alrededor de mi habitación, al cercar el perímetro las dimensiones se reeditan. “Un entramado psicológico en tiempo real”, definió The New Yorker lo que ocurre en Estanque.
―La soledad es una de las líneas de salida para la narradora, ¿por qué la elegiste como disparador?
―No era mi intención situar al libro en un ámbito social, porque leemos mucho acerca de eso, así que quería que ese aspecto de la vida se retirara y que pasara al frente, en cambio, otra dimensión de la experiencia diaria. Me interesa el modo en el que manejamos nuestros asuntos cada día, el modo en que habitamos nuestro ambiente inmediato. Encuentro esos detalles muy reveladores y elocuentes ―la vida está en esos detalles, la verdad―.
―Escribís sobre los sentimientos como si fueran cosas, cosas enormes: parecerían ser tangibles, ¿cómo trabajaste estos elementos?
―¡Nunca lo había visto de ese modo! Siempre pensé que los sentimientos de la narradora habían sido resueltos de modo elíptico. Odio el sentimentalismo, desconfío mucho de eso, y no me gustan las oraciones que se esfuerzan por ser significativas o profundas, sospecho de esa faceta de la “literatura”, no me parece que la función de la escritura sea la persuasión. Los sentimientos son un punto de arranque para la narradora, no es que simplemente sucumba a ellos.
―En una entrevista dijiste algo así como que estabas harta del “realismo psicológico” y que tratabas de correrte de eso. ¿Cómo te llevás con esa definición del New Yorker (la del “entramado psicológico en tiempo real”)?
―Probablemente sea otra manera de llamar al fluir de conciencia, así es como yo lo interpreté. Me parece OK , lo cierto es que es difícil hablar sobre libros y definirlos, la mayor parte de los términos críticos disponibles parecerían ser absolutamente erróneos actualmente. Eso es porque tratan a los libros como si fueran “literatura”, y los mejores libros no son literatura, son la vida misma.
―¿Cuándo comenzaste a leer? ¿Recordás los primeros libros que te llegaron en la vida?
―Leí libros muy malos cuando era más joven, novelas berretas, diría que las disfruté. Después, de algún modo, me di cuenta de que había toda otra clase de lecturas que hacer, así que incursioné al azar en ese mundo. Uno de los primeros libros “correctos” que leí fue El tambor de hojalata, que me emocionó y me perturbó, no tanto por el tema que trataba sino porque existía. Más allá de su calibre, los libros son increíblemente absorbentes cuando sos más joven. Pero después la vida se vuelve absolutamente extraña, y una se vuelve una extraña para sí misma, y ahí fue cuando me volví más perspicaz en cuanto a lo que leía. Estaba en una búsqueda, quería ver mi desesperación contada en las palabras de otro.
―¿La cabaña en la que vive la protagonista es un lugar parecido al lugar donde vivís? ¿De dónde provienen todas esas experiencias más bien rurales?
―Solía vivir en una cabaña como la del libro, pero lamentablemente ya no. Extraño mucho vivir en el campo. Escuchar a los animales mientras estaba acostada en la cama era muy bueno para mí. El sonido de las vacas entraba con fuerza por la chimenea, y muchísimos pájaros pasaban de visita cada día; había uno en particular, un petirrojo, que de vez en vez entraba a casa y se paraba sobre mi taza de café. Se calentaba los pies, pensaba yo. Todos esos sonidos eran un poco Blancanieves, pero por supuesto no siempre era así: a veces la atmósfera ahí se sentía muy muy pesada, agobiante, trágica, y entonces me daba la sensación de estar siendo enterrada viva.
―¿Cuándo fue escrito este libro y cómo? ¿Destruiste primeros borradores?
―La verdad es que yo no destruyo nada. No escribo a menos que realmente quiera escribir, y para cuando eso ocurre lo que tengo para decir es algo a lo que quiero aferrarme. He estado escribiendo por mucho tiempo ―escribir no se ha tratado para mí de producir libros sino hasta hace relativamente poco, y es una transición extraña. Odiaría sentir que la única razón por la que escribo es para hacer un libro. Eso aparece mucho mucho después, pero no puede ser el propósito de escribir.