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"Escribir es fácil, vivir es el desafío"

© Alejandra López

Pablo Ramos

Ni una autobiografía ni un libro terapéutico, dice el autor de La ley de la ferocidad, escribió en Hasta que puedas quererte solo (Alfaguara): "El problema de encajar el arte en géneros es un problema periodístico o de la crítica, no del escritor y mucho menos del lector".  

Por Luciano Lamberti.

Nacido en 1966, Pablo Ramos es uno de los escritores más destacados de su generación. Sus novelas El origen de la tristeza, La ley de la ferocidad  y En cinco minutos levántate María lo mostraron como un sólido narrador de historias barriales, que desde su alter ego, Gabriel, contaba sus experiencias iniciáticas con alta destreza narrativa. También es escritor de cuentos (Cuando lo peor haya pasado y El camino de la luna) y músico. Hace poco publicó un libro raro, de “crónicas” como lo llama él mismo: Hasta que puedas quererte solo. Una historia de su vida como adicto y la lucha que emprende contra eso en pos de la escritura. Un libro estructurado en Doce Pasos, como el programa de recuperación de los Alcohólicos Anónimos, donde cifra sus inicios como escritor en base a las personas que lo modificaron. El autor tuvo la cortesía de respondernos estas preguntas por email.

 

¿Hasta que puedas quererte solo es un libro terapéutico?

NOOO, para nada, es un libro de crónicas. La mayoría de los personajes de los que hablo terminaron bastante mal.

¿Qué significó el paso de escribir ficción a una suerte de autobiografía?

No escribí ninguna autobiografía. Hay una sola crónica sobre mí en el libro, el optimismo de la cruz, y es una escena de mi vida. No entiendo cómo puede leerse como una autobiografía. Una autobiografía sería: Nací el 1 de junio de 1966, a los 10 años tuve mi primer trabajo de bobinador de rotores de barcos de carga en Dock Sud… No hay nada de eso en el libro. El problema de encajar el arte en géneros es un problema periodístico o de la crítica, no del escritor y mucho menos del lector.

¿Por qué creés que tantos escritores son alcohólicos o se drogan? Hablás de Hemingway como un “modelo moral”.

No existen lo modelos morales, eso sería moralizar. Los escritores, los grandes escritores, buscan algo trascendental, algo más allá de las palabras, o el mismo más allá de las palabras, por eso la pluralidad de sentido que opera en la gramática de la creación literaria. No entiendo cuando algunos dicen que para escribir buenos diálogos hay que escuchar cómo habla la gente ¿se volvieron pelotudos? Hay que escuchar cómo habla la gente por respeto a la gente que te habla. Escribir un diálogo es otra cosa, lo que hay que escuchar es cómo opera la incomunicación cuando uno intenta hablar con alguien. Por eso son tan malos, tan vulgares, la mayoría de los escritores a la hora de escribir diálogos. No entienden de qué se trata, no se pusieron a pensar, y vienen del indirecto libre y pasan al diálogo por inercia. Y ahí tenés las librerías llenas de mierda

¿Ocupó alguna vez la literatura el lugar del Poder Supremo?

Supremo no, superior, digo yo. No, para nada.

A la par de tu lucha contra las adicciones se narran tus comienzos como escritor. ¿Cómo fue la separación entre esas cosas? ¿Cómo escribiste sin drogas ni alcohol?

Es la única manera de escribir. Cuando deje de consumir empecé a escribir, para reemplazar, para meter la neurosis en algo, y me resultó tan fácil que seguí haciéndolo. 

¿Es un libro sobre la posibilidad de renacer, de cambiar radicalmente de vida? ¿Cómo fue ese proceso para vos?

El libro es sobre la impotencia, sobre el dolor que causa determinada condición, la condición de adicto. El que quiera renacer que compre otra cosa, o que luche para que se vaya Macri, este perverso presidente que tenemos, del poder político

¿Escribir es igual a vivir? ¿O se vive para escribir?

Escribir es fácil, vivir es el desafío. El que piense lo contrario que sostenga una bandeja en la mano sirviendo pelotudos en un bar durante once horas por día.

A diferencia de tus cuentos y novelas, este es un libro lleno de “enseñanzas”, impúdico en ese sentido. ¿Es un libro donde decidiste ponerlo todo, no “cuidarte”?

¿Cuidarme de qué? No entiendo esta parte. Es un libro con un profundo pudor, de apreciaciones finas sobre determinado momento en la vida de alguien. Por suerte la mayoría de los lectores lo está leyendo bien. La verdad que lo de impúdico es lo contrario a lo que yo hice.

¿Hay algo que hayas censurado durante la escritura?

Claro, una escena de un cura se la puse a otro, para protegerlo. Podrían excomulgarlo por lo que hizo. Cuidé a los demás y como los demás quisieron figurara con su nombre yo hice lo propio y figuré con el mío.

La última: ¿Se puede ganar la batalla contra la adicción?

¿Se puede ganar la batalla contra el cáncer? ¿contra el sida? Al final, querido, está la muerte y el olvido. Lo que se puede hacer es que la vida valga la pena. Y si sos escritor no escribir pelotudeces, poner lo que hay que poner: talento, fuerza, dirección. Entender que la palabra tiene que ser significativa, sencilla y bella. Solo eso y en ese orden.

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