Plegarias para que me den el Nobel
Miércoles 13 de setiembre de 2023
Se publica la poesía reunida e inédita de Luis Chiarroni en Editorial Mansalva bajo el título Una inmodesta desproporción.
“Escrito durante años con ideas no siempre distintas de largo poema narrativo, Una inmodesta desproporción acaso alcance para escapar de la custodia geométrica sin mencionar siquiera el reino de la simetría”, escribe Olvierio Lester. "Luis Chitarroni no juega con las palabras, no sabría cómo hacerlo, pero la mayoría de ellas toman revancha porque alguna vez lo intentó. Esto es el resultado de un arte, por decirlo así”.
Fallecido hace apenas un par de meses, Luis Chitarroni había nacido en Buenos Aires en 1958: escritor, editor, crítico literario, creador del sello La bestia equilátera, en 2012, además, había ingresado a la Academia Argentina de Letras. Se desempeñó también como asesor en el Fondo Nacional de las Artes en el área de literatura.
En esta novedad de Mansalva se reúne su poesía, en su gran mayoría inédita, de la que tomamos la pieza que sigue.
Plegarias para que me den el Nobel
Puedo cantar melodiosamente
sin atreverme a mencionar
Bizancio, sin saber a ciencia cierta
cómo se leía ahí.
Con la voz prestada de Robartes,
con la voz, insisto, de Malte Laurids Brigge.
Puedo sentarme a ver caerse a pedazos
mi decreciente torre de Babel.
Y contar, contar anécdotas de Trellawney.
Puedo sentarme
asimismo
y atribuírmelas a mí.
En rigor nada hice para mecerme
y menos merecerlo.
Nada no como Winston Churchill,
por ejemplo, pero sí como alguno
que anduvo por ahí,
meciéndose sin merecerlo,
como yo. Me preguntaba,
¿es una cuestión de estilo?
¿Tiene tanto Tranströmer
y yo no puedo discernir?
Tendría que decir: para que yo
no pueda discernirlo.
Sí puedo sentarme a mis anchas
en la Costa Amalfitana.
Lo único que pido es que no pidan
que siga siendo yo.
En tanto, refiriéndonos a continuismo
y continuidad, repetiremos las imágenes
Esa torre de Babel de Brueghel,
y Dante entre las tumbas
visto solo con palabras por Blake.
¿Le daríamos el Nobel a Dante hoy?
Welf & Waiblingen?
¿Lo amerita su resentimiento, su Weltanschauung?
Ohìme, güelfi.
Es cierto que la retórica es indecente,
sobre todo en poema
que no pretende ser leído ni lírico.
“Cien para mí, cien para el aire”.
Este, como todo ejercicio de énfasis,
para encontrar a medio camino del horizonte
al Arcángel, fallará en su calidad de ensayo,
y todo ensayo que fracasa como vuelo
se convierte
en Arcángel. Y todo yo en amnesia
súbita de fantasma, en amnesia
de elefante, alma y carne de Thule
glacial, vendiéndole su piel de asno
a las gélidas también constelaciones.
Ah, el servilismo imprescindible
de las cosas inútiles.
Durante un tiempo intenté
Descifrar el misterio.
Y los leí a todos, a casi todos.
A los veinticinco había llegado a la conclusión
de que, si se trataba de calidad, el punto más alto
era Kipling. Quedaba pendiente la ideología,
aunque el verso de Auden en la elegía a Yeats,
lo salvara. Y comencé a escribir baladas.
Hubo ya un argentino que se suicidó por menos
delante de una amanuense de Borges.
¡Vivan Charlotte Mew y Maria Dayrish!
Hablo de cierta escasez que parece promisoria.
Alguien debe sostener
por qué debería erigirme
en juez yo
si solo me acredita la espera.
Negadas me fueron la espada y la palabra,
bendito Cervantes.
Por eso mismo, señor: porque me acredita la espera.
Y he dedicado la vida misma
(sen pluscuamperfecto de imperfección) a amar
la literatura. La literatura, no la gramática,
aunque me asocie en esto con los docentes,
con (y) los maestros rurales.
Perdí de inmediato el primer test
de identidades. Sometido
a un clarísimo cuestionario,
frente a una pantalla dehiscente,
confundí a
Thomas Merton con Jean Genet,
a Bertolt Brecht con Gertrude Stein.
Dylan está muy bien, explico,
a quienes escucharon solo Blowin’ in the wind.
Yo escucho a todo el volumen que puedo
Idiot Wind
con voluntario arrobo.
Después de leer
con más devoción y alevosía
de la que merece cualquiera, pregunto:
¿se lo merecía?
Arde el siglo de oro español
que prescindió del Premio Nobel
sin dinamita para que Nerón lo incendiara.
No nos libremos de librar batallas
ni siquiera de verlas por su cuenta
librarse de nosotros
Deberían dármelo a mí,
que lo perdí al nacer
tan tarde.