Prólogos

¿Quién lee historietas hoy?

Por Gonzalo Ruiz

"La historieta en Argentina es de nicho por una cuestión económica: comprar un cómic es caro, sin importar si es una edición nacional o importada", se lee en Oficio al medio, ensayos sobre historietas publicados por Rabdomante Ediciones. 

Por Gonzalo Ruiz.

 

 

 

Desde que estoy metido en el barro de la divulgación de la historieta, conocí a distintas personas con algún grado de separación con la “realización” de historietas: dibujantes, guionistas, correctores, otros colegas y editores. Con cualquiera de las partes suelo hablar de cuestiones relacionadas al medio, y generalmente las discusiones se van “complejizando” de tópico.

¿Quién es lector de historietas hoy? Uno creería que la respuesta es sencilla, pero tampoco es tan así.

Primero que nada, doy por sentado que todo aquel que lea este libro asume que la historieta EN Argentina (clave la diferencia entre las preposiciones “en” y “de”), hoy por hoy, le pertenece a un nicho reducido que, a medida que vayamos refinando en un hipotético microscopio cada cambio de lente (que simboliza un cambio de género o formato), se hace cada vez más chico. Si bien oferta hay y para varios gustos, esta es bastante reducida en cantidad a licencias que se imprimen a un costo y que se van volviendo más de élite. Por supuesto, a mayor costo de inversión, menos es el riesgo que se toma, y editar “a lo seguro” tal vez sirva para un lector “anestesiado”, sin ganas de salir de lo que te puede ofrecer una editorial de licencias. Aquel que busca salir de lo convencional se encuentra preso de la dependencia del material importado o la digitalidad legal.

Y, a título personal, la historieta en Argentina es de nicho por una cuestión económica: comprar un cómic es caro, sin importar si es una edición nacional o importada. Los insumos dolarizados hacen que la impresión sea un “deporte de riesgo”, con valores que pueden cambiar de buenas a primeras, y el sueldo no sube acorde a dicha escalada, lo cual hace que, a medida que salgan las novedades, uno termine eligiendo qué comprar porque el bolsillo pide un respiro. Y algo que observo es que un alto porcentaje solo consume en papel y no tiene incorporada la lectura digital. O a lo sumo la tiene incorporada para lecturas más descartables, como la revista que es novedad en Estados Unidos y no mucho más, no está para clavarse un ómnibus de Batman. Lo cual hace que la única opción de esa gente sea vaciar los bolsillos. Después podemos ver si cada una de esas personas tiene un mayor o menor caudal de ingresos que sirva para sostener mejor o peor ese vicio, pero ya con esto tenemos una reducción bastante importante de gente.

Ahora sí podemos pasar a hablar de la historieta DE Argentina. Pensemos en aquellos tiempos más o menos felices que había antes de la pandemia, donde los libros se podían presentar en comiquerías/lugares afines con presencia del autor. Suponé que un viernes vas a una presentación y el sábado vas a otra, seguro lo hiciste, y si sos algo atento, habrás reparado en que algunas caras se repiten. Y seguramente, esas caras a medida que las vas conociendo y reconociendo, las unís con una profesión que seguramente tiene algo que ver con la historieta por fuera de ser sólo consumidor. Son otros artistas, son divulgadores, son editores… ¿Pero cuántas de esas personas se dedican solamente a leer y nada más? ¿A comentar en un foro y nada más? Hago esta distinción porque es necesaria. Nosotros los divulgadores servimos de cierta manera como un nexo entre autor y lector, hay un compromiso ahí. No tenemos esa cosa más “ligera” que tiene aquel que solo lee y comenta en su círculo de amistades o afinidades más cercano.

Y acá sí, también, podemos tener una distinción de “tribu urbana” tal vez más salvaje. Están los exégetas de Robin Wood y las totémicas editoriales Columba y Récord. Están aquellos que abrazan el viejo “nuevo canon” que Juan Sasturain quiso instaurar con Carlos Trillo a la cabeza. Y lo que ocurre a nivel producción en los últimos 30 años, una cantidad grande no necesariamente de  caudillos pero sí de figuras con el mismo reconocimiento dentro del ámbito que los autores más reconocidos de otras dos categorías.

Habrá quienes agarren una de estas tres divisiones algo azarosas y la hagan propias. Habrá algunos pocos que elijan dos o más, o incluso propongan un canon propio, o directamente decidan no aceptar esta idea. Pase lo que pase, el lector como figura se va dividiendo. Pero esta división, a diferencia de lo que pasa con algunos organismos multicelulares, no sirve para generar nuevos lectores, sino que cierra filas con los que ya hay.

Pero ¿y el lector DE historietas (alguien que se dedique exclusivamente a esta actividad y no a otras relacionadas) existe? Esta variante del lector está en peligro de extinción, y así como la desaparición de las abejas puede traer consecuencias trágicas para el ecosistema del planeta Tierra, la desaparición de este tipo de lector puede traer consecuencias trágicas para el ecosistema del planeta “comiqueros en Argentina”. Por supuesto, necesitamos de los artistas que hagan las historias, y necesitamos de los divulgadores que hablen y expliquen por qué una obra está buena.

Pero estas dos figuras necesitan de una todavía más importante, que es el lector como consumidor final. 

Hay que salir del agujero interior.  

 

 

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