Entrevistas Autores latinoamericanos

Tres historietistas en el radar

Ph | Andy Milstein

Maco, Andrés Alberto & Kioskerman

Poéticas, humorísticas, surrealistas: las viñetas de estos tres historietistas son campos de libertad absoluta. ¿Qué está pasando en el mundo del cómic? Una entrevista triple con Maco, Andrés Alberto y Kioskerman para actualizar la biblioteca.

Por Valeria Tentoni.

Andrés Farías firma como Andrés Alberto las tiras que empezó publicando en su blog en 2006 y después se recopilaron en La dura vida (Galería Editorial, 2011), y más tarde se repartieron en la Revista Lento, de Uruguay, junto a las más nuevas, que ahora se pueden leer en su segundo libro, Adiós mundo cruel, misma editorial. “Creo que el primer libro era más caótico y heterogéneo, porque abarcaba tanto la primera tira (que hice con una bic cristal atrás de una fotocopia) como otras tiras que había hecho después de cinco años de meterle. Este segundo libro, creo que es más homogéneo, más lindo de mirar, capaz más seguro, con las ventajas y desventajas que eso debe implicar. Además abarca un periodo mucho más productivo por lo que, aunque es más grande y con más páginas, es una selección más estricta y dejó bastantes cosas afuera”, explica este autodidacta.

Un tema recurrente en sus tiras es la literatura, la aparición de escritores. Farías estudió Letras y empezó a hacer historietas, dice, como respuesta a una crisis vocacional: “De algún modo que ahora no me parece tan evidente, dibujar se me apersonó como algo contrario a subrayar fotocopias académicas. Muchas tiras son como distracciones de lo que tenía que aprender sobre un autor o un libro determinado”. El autor de El Aleph es uno de los pasajeros más frecuentes de sus viñetas. “No necesariamente los autores que más me gustan son los que tuvieron más escenas. Los chistes apuntan más a la estatua que al escritor en sí. Por ejemplo, soy fanático de Kurt Vonnegut, y últimamente leo mucho Mario Levrero, García Márquez y otros que no aparecen en las tiras. Pero sí aparecen escritores más icónicos, como Borges, Poe, Proust, que tienen mucho mito alrededor”.

Pero ¿por qué pasar de las letras a los dibujos como herramienta de expresión? ¿Por qué cruzar a la vereda del cómic? “Al no saber dibujar, me parece que ya parto con un porcentaje de humor garantizado, como si tuviera la voz graciosa o como esos actores que tienen una cara graciosa, hagan lo que hagan. También, por el ritmo en espacios breves como una tira, mostrás lo que hay atrás de una frase con un dibujo que la pone en duda, metés chistes colaterales de fondo, agregás detalles que no interrumpen lo que se cuenta, y capaz alguien repara en eso recién en la tercera o cuarta lectura. Además, el hecho de que todos piensen que la historieta es una pavada te da cierto desparpajo muy liberador”. Entre sus referentes cuenta a Podetti y el staff de Suélteme, incluido un joven Liniers, y Max Cachimba, “son autores del humor gráfico argentino que admiro y espero que me hayan influido”, dice, antes de estirar la lista con Fontanarrosa, Quino, Bill Watterson, Peter Bagge, Copi, el mismo Levrero, que también hacían historietas, o series como Seinfeld y tipos como Woody Allen.

En estos días aterrizó en la librería Aloha, en edición de Criatura Editora, de Maco, una dibujante nacida en Montevideo en 1987. Publicado originalmente en 2011, acaba de regresar a los estantes ese universo donde “nada se ajusta exactamente a la realidad”. Dibujante autodidacta, estudió arquitectura entre 2005 y 2009 y comenzó la Escuela Nacional de Bellas Artes en 2011 y también arrancó publicando en blog. Además publicó, en colaboración con el guionista Pablo Roy Leguísamo, Greatest Hits.

En Aloha hay un uso inesperado de los cuadros y una alteración de la linealidad: “Me gusta pensar la hoja en blanco como un espacio sin reglas previas. Venía con un mecanismo de creación en el que el qué hacer y el cómo hacer se me ocurrían a la vez, el concepto y la forma eran una misma cosa. Entonces sucedía naturalmente que si, por ejemplo, el personaje caminaba hacia la izquierda, la lectura fuera hacia la izquierda. Empecé a investigar en esa forma de contar sin haber leído muchas cosas y algunos amigos empezaron a vincular lo que estaba haciendo con las historietas de Winsor McCay, George Herriman o Frank King. A través de ellos llegué a Chris Ware y a otros autores como Kevin Huizenga, Jason o Joseph Lambert. Todos ellos y varios más han influenciado mi trabajo”. Hasta entonces, sigue, su mayor influencia había sido Tintín: “Leí y releí algunos de sus libros de chica, y estudié cada detalle. Aunque no son de historietas, también me influyeron mucho los libros ¿Dónde está Wally?, me pasaba horas mirándolos”, explica vía mail. Aloha le llevó unos tres meses de trabajo y partió de una serie más pequeña de tiras tituladas “Paseo”.

¿Por qué el cómic, en su caso? “Primero, me permite jugar. Hay otros formatos que permiten eso, pero en la historieta me siento cómoda. Me encanta dibujar, lo disfruto mucho, entonces me resulta natural que si quiero contar algo lo haga a través de dibujos. Me gusta la posibilidad que da la narración con imágenes de prescindir del texto, de generar silencios o de manejar los tiempos narrativos con distintos recursos visuales”, cuenta esta chica que arrancó a estudiar arquitectura ya al tanto de que en algún momento iba a abandonar para dedicarse a dibujar. “Toda la vida había dibujado pero necesitaba juntar coraje. Cuando abrí el blog en 2009 empecé a ver que había interés por los dibujos que hacía y me animé a dejar arquitectura. Más o menos al mismo tiempo conocí a Liniers y sus tiras me mostraron que se podía hacer historietas sobre cosas cotidianas o que no siempre era necesario un remate. Entonces empecé a dibujar historietas sobre cosas que me pasaban a mí, a mi familia o a mis amigos”.

PH George Leoni

Pablo Holmberg, más conocido como Kioskerman, es el más grande de este trío y también el que publicó más libros, y ya fue traducido al inglés, al francés y al portugués. Al último, El amor vendrá al rescate (Penguin Random House), lo define como a “un viaje al centro de la tierra”. Las viñetas que lo componen orbitan, con profundo aliento lírico, alrededor del nacimiento de su hijo. Ese cambio en su vida, además de traducirse temáticamente en su obra, tuvo un correlato procedimental: “Yo trabajaba mucho en el planeamiento de cada tira. Cuando nació mi hijo ya no pude hacer eso y empecé a hacer mis comics en mis cuadernos de bocetos, sin ningún plan. Así descubrí un método de creación más cercano a lo que siempre había buscado, que es algo así como favorecer un rayo de espontaneidad”.

Kioskerman arrancó, igual que Andrés Alberto y Maco, con un blog, en 2004. Antes que este último había publicado Edén (incluido en el libro 1001 comics que hay que leer antes de morir) y Puertas del Edén: “Todos mis libros pueden ser leídos como declaraciones de principios o de creencias, porque fueron creados desde un deseo de vivir y de evitar la sensación de muerte que tengo cuando siento que todo está perdido y que ya no vale la pena levantarse de la cama. Cuando algo me duele me tira muy abajo y necesito el arte para salir”, explica.

Su lista de heroes se compone de George Herriman, John Porcellino, Charles Schulz, Ron Regé Jr., James Kochalka, Frank King, Chester Brown, Mark Beyer, Hergé, Kevin Huizenga y Chris Ware.

“El cómic es un idioma que manejo con naturalidad. No tengo que esforzarme. Es como ser parte de una tribu que conozco. A mí me gusta escribir y tocar música también, pero no son formas de expresiones en las que me siento cómodo. Necesito estar cómodo para poder escapar la restricción de las formas y centrarme en el mensaje, que es lo que me parece primordial. Creo que el dibujo me permite crear una dimensión fantástica que potencia lo que escribo y viceversa. Se retroalimentan y necesitan mutuamente. Es muy parecido, me parece, a lo que pasa en la música, en la relación entre la melodía y la letra, o en el cine en la relación entre la fotografía y el guión. En el comic son fuerzas que se encuentran en el papel y luego se integran en la consciencia del lector. Siempre creí que lo más difícil, al hacer un comic, es llegar a un lugar en el cual ya no pensás más en esa relación entre texto e imagen. Lo que siempre quiero evitar es que el dibujo ilustre el texto o que el texto diga cualquier cosa, con tal de justificar la existencia de una imagen. Tengo que sentirlo como un bloque. Si no pasa eso, lo descarto”, repasa, alrededor de sus procesos de composición.

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