Columnas

Realismo mágico

Mario Vargas Llosa, entrevistador

"La literatura goza de un gran prestigio social, y la lectura otro tanto, incluso entre las personas que no leen, y en verdad sobre todo entre ellas". El autor de El país de la guerra alrededor del papel de la lectura en el encuentro entre Macri y Vargas Llosa.

Por Martín Kohan.

Una cosa que me interesa mucho es fijarme en lo que sucede cuando un escritor se encuentra con alguien que no lee nunca. O, dicho a la inversa, cuando alguien que no lee nunca, que es un no-lector absoluto, se encuentra con un escritor. Porque la literatura goza de un gran prestigio social, y la lectura otro tanto, incluso entre las personas que no leen, y en verdad sobre todo entre ellas. De hecho suelen ser esas personas, las que nunca leyeron un libro de cuentos completo, las que nunca leyeron una novela entera, las que, por remordimiento o por hipocresía, se deshacen en elogios esmerados en favor de algo que, en realidad, desconocen y les resulta ajeno. Estoy pensando, por supuesto, en aquellos que cuentan con los recursos necesarios (tiempo y dinero) para procurarse el hábito de la lectura, pues en ellos es en quienes el gesto de prescindencia se consuma cabalmente, la opción por la ignorancia literaria es cabal.

Por eso me interesan tanto las situaciones en las que se encuentran un escritor, es decir uno que se dedica a hacer libros, y un no-lector, uno que vive apartado de ellos. Un encuentro de esa índole acaba de producirse en Madrid: se encontraron Mario Vargas Llosa, escritor peruano, y Mauricio Macri, presidente argentino. Los une la ideología, desde luego, los une el derechismo pleno, y ante tamaña comunión, cede terreno la discrepancia latente entre el hombre de letras, que es Vargas Llosa, y esa especie de iletrado funcional, que vendría a ser Macri.

No obstante, por las razones que llevo dichas, la referencia literaria apareció, no podía dejar de aparecer, en la conversación, y estuvo a cargo de Macri. Se despachaban a gusto, uno y otro, contra los populismos, contra los proteccionismos, en fin, el credo estable neoliberal. Y a propósito del peronismo (“¿Se está librando la Argentina al fin del peronismo?”, se interesó el Nobel), el Presidente de la Nación se remitió al realismo mágico: “Con las anteriores camadas (de dirigentes peronistas) era como vivir en el realismo mágico permanente”.

Es notable porque, en los parámetros del realismo mágico, que pueda pasar cualquier cosa, que lo más extraordinario e inefable pueda formar parte de la realidad, no era algo negativo, al revés: era lo maravilloso (lo real-maravilloso). La configuración de identidad de ahí derivada puede discutirse, y de hecho se ha discutido bastante; pero en ningún caso el realismo mágico asume la carga adversa que Macri le adjudicó.

Para poner todo eso en discusión, en todo caso, hay que haber leído El reino de este mundo de Alejo Carpentier, o Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, o Pedro Páramo de Rulfo; y nuestro primer mandatario no ha leído esa literatura (ni esa literatura, ni otra). ¿Para qué se largó a hablar, entonces, de realismo mágico? ¿Para qué se metió en el asunto, que con todo rigor desconoce? Porque los no-lectores tienden a ser culposos, y en presencia de un escritor mucho más. Yo creo que fue por eso.

Y a la vez, sin embargo, podría decirse que Macri, en el fondo, la pegó. ¡La pegó, sí, la pegó! No en lo que dijo, sino en la circunstancia en que lo dijo. Porque Mario Vargas Llosa es una de las figuras más relevantes de aquel boom de la literatura latinoamericana de los años ’60, pero en el prestigiado conjunto de aquellos autores, no se integró a la estética del realismo mágico. Y hasta puede ser ése un factor de contraste literario, amén de los marcados contrastes políticos, que lo distingue del otro Premio Nobel de aquella camada tan célebre, que es Gabriel García Márquez.

Así que, en efecto: Macri la pegó. De rebote, eso sí. Casi igual que querer traer a Daniel Passarella y que te traigan a Carlos Bianchi. Y que todo termine bien, gracias a eso.

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