Columnas

Otro vil despojo sueco a las letras argentinas

Homero Manzi

Homero Manzi

"Parece que hay unos cuantos que recién ahora se enteran de que a un autor de letras de canciones se lo puede considerar un poeta, y en consecuencia pasible de ser premiado con el Nobel de Literatura".

 

Por Martín Kohan.

Nos venimos a enterar así, de repente, y tanto después, que no sólo a Jorge Luis Borges, sino también a Homero Manzi, le fue negado el Premio Nobel de Literatura. La notoria pasión nacional por sentirse despojados, víctimas del rencor conspirativo de quienes en el fondo nos envidian, encuentra así un nuevo motivo para encenderse y activar sus vehementes proclamas reivindicativas. De la arbitraria postergación sueca de Borges nos venimos quejando desde hace años. Pues bien, ahora se agrega, retroactivamente podría decirse, esta otra afrenta, esta otrora inadvertida injusticia: que también a Homero Manzi le retacearon el Premio Nobel de Literatura, ya que acabamos de descubrir que podrían (y por ende, deberían) habérselo otorgado.

Yo opino, igual que opinan tantos, que este premio, no menos que todos los otros, debería decidirse bajo un estricto criterio de valoración literaria, es decir de la obra y sus eventuales méritos, más allá de las opiniones políticas vertidas por los escritores, su adhesión a las nobles causas o a las supuestas nobles causas, su compromiso personal con esto o con aquello. Pero pienso también que habría que llevar esa determinación hasta su último término y prescindir del escritor por completo, señalar su obra y celebrarla y dejar a la persona de lado, no invitarla a lucirse y perorar; que en la ceremonia de entrega del lauro tome la palabra un lector, por caso, y se refiera a los textos del premiado, en vez de convocar al escritor y pararlo frente al micrófono para que emita justamente eso que se exige no considerar: su adhesión a cierta causa, sus opiniones sobre tal o cual asunto (¿o no habría sido una desgracia, después de todo, que el bueno de Borges, desde Estocolmo, se dispusiera a comentarle al mundo su parecer de que el general Videla era un caballero, o que el general Pinochet otro tanto, mientras acá, en Argentina y en Chile, perpetraban sus feroces matanzas?).

Llegado el caso, el ninguneo de Homero Manzi, del que ahora sabemos, habrá respondido a una motivación política sin dudas más urticante: su proveniencia del radicalismo yrigoyenista, su participación en FORJA, su potente activismo gremial, es decir, en resumen, su peronismo. ¿Se amedrentó la Academia Sueca ante la sola posibilidad de ver convertida su ceremonia de protocolo en una tribuna nacional y popular, una consagración literaria con bombos (y sin platillos)? ¿Osaron, acaso por tal razón, dejar de lado a Manzi, omitir al poeta colosal de “el misterio de adiós que siembra el tren”, de “y tu nombre flotando en el adiós”, el de “grité con tu nombre bueno / lloré sin saber llorar”, el de “Vete. No comprendes que te estoy llamando”?

Parece que hay unos cuantos que recién ahora se enteran de que a un autor de letras de canciones se lo puede considerar un poeta, y en consecuencia pasible de ser premiado con el Nobel de Literatura. Se nota que no habían leído los ensayos críticos de Eduardo Romano. Lo mal que hicieron.

 

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